Ventura aporta el calor a la matinal fallera de rejones
El sevillano calienta con el quinto toro la desapacible y lluviosa mañana de toreo ecuestre en la que no se cortaron trofeos
Solo la actuación del sevillano Diego Ventura con el quinto toro puso algo de calor en la desapacible y lluviosa matinal de rejones celebrada ayer en Valencia, en la que no se cortaron trofeos a pesar del buen juego de varios toros de Los Espartales.
Sexto de feria de Fallas, con menos de un cuarto de entrada en una mañana desapacible y con lluvia intermitente.
Seis toros, despuntados para rejones, de Los Espartales, cinqueños y de mucho peso, largos de viga, bajos y hondos. Salvo los dos primeros, rajados y entablerados, el resto nobles y más que manejables para el rejoneo.
Rui Fernandes: pinchazo y rejón traseros (silencio); dos pinchazos, dos rejones traseros y descabello (silencio y aviso).
Diego Ventura: cuatro pinchazos, rejonazo delantero y dos descabellos (silencio); rejón y tres descabellos (ovación tras leve petición).
Lea Vicens, pinchazo, rejón contrario y dos descabellos (palmas); rejonazo contrario, rejón trasero y descabello (vuelta por su cuenta tras leve petición).
La lidia de los tres primeros astados, por momentos bajo una intensa lluvia, no generó ni una mínima emoción en los ateridos tendidos. Primero y segundo fueron toros muy descastados, uno por su irrenunciable querencia a tablas y el otro por parado, sin que ni el portugués Rui Fernandes, que tuvo que abreviar forzosamente con el rajado, ni Ventura pudieran sacar un mínimo lucimiento.
El ambiente no mejoró con Lea Vicens en el tercero, que, este sí, embistió con claridad y buen ritmo, solo que la francesa no llegó a centrarse. Peor fue lo de Rui Fernandes con el cuarto.
Al salir el quinto ya había parado la lluvia y Ventura se dispuso a que la mañana no se le fuera de vacío con uno de Los Espartales que tuvo buen son en sus arrancadas, que él aprovechó para templarlas. Fue este el mejor momento de la mañana.
También fue noble y claro el sexto, con el que Lea se alargó sin lograr brillo alguno en una labor plagada de desaciertos.