Diario de Jerez

GENERACIÓN DE CRISTAL

- CARMEN CAMACHO

SI hay algo viejo en el mundo, más viejo que el oficio más viejo del mundo, es la ajada cantinela que proclama, generación tras generación, que la joventú está corrompía.

Que las muchachas de hoy en día no saben no sé qué, que yo a tu edad no sé cuantitos, que si una buena mili. Ñeñeñé. Aristófane­s en el 400 a.C. ya se mondaba de risa con el choque generacion­al. “Él, con su pelo largo, monta, guía el carro y sueña, todo con caballos”, le contaba Estrepsíad­es a Sócrates acerca de su hijo, que estaba hecho un yeyé y un motopapi. 25 siglos dando la barrila. Que los jóvenes no sepan que su rebelión, inédita para ellos, es ley de vida, garantía de crecimient­o personal y más vieja que el hilo negro, es comprensib­le. Ellas y ellos inauguran el mundo vez tras vez. Que los adultos no lo sepamos es lo llamativo. Borges escribió –me lo recuerda Juan Antonio Bermúdez en un poema–: “Un solo hombre ha nacido, un solo hombre ha muerto en la tierra”. Cada uno de nosotros somos nadie y todos, en una rueda en la que también, cuando fuimos jóvenes,

Cada generación es la misma, matando al padre de un ataque de nervios, de un disgusto o de hastío

los y las adultas –que también somos nosotros- no daban un duro por la nueva camada. Podemos estrenar un nombre para cada generación, pero es la misma, matando al padre de un ataque de nervios, de un disgusto o de hastío.

Generación de cristal, llaman a la nueva. Por quebradiza. Por consentida, virtual, líquida y por tener el pellejito fino. Me pregunto si el namer (llaman así a quienes bautizan las cosas) que insulta con tal nombrecito a la juventud conoce a alguna chavala de carne y hueso. Si va a las aulas y conoce la realidad de estas personas que, siendo presente absoluto, no paran de escuchar que son “el futuro”. Me pregunto si es legítimo generaliza­r ante la variedad de jóvenes que actualment­e existe. Si fuera posible extraer algunos rasgos generacion­ales, sería interesant­e no juzgarlos precipitad­amente como buenos o malos y, sobre todo, sería interesant­e preguntar por las causas, más allá de la sana rebeldía, que hacen que la juventud sea como es. Lo mismo los adultos predicamos con la palabra más que con el ejemplo… Hay quien, sin levantar la vista de la pantalla, reprocha a la hija su adicción a las redes. La joventú estará

corrompía, pero yo no paro de encontrarm­e a jóvenes que me dejan admirada por su sensibilid­ad, criterio, conscienci­a de sus derechos y por su gran corazón. También conozco a chavales-manta, y me conciernen: su actitud habla de mi generación más que de la suya.

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