Diario de Jerez

Tres siglos del Guadalete moderno

● Ecologista­s en Acción y la asociación Betilo conmemoran el tricentena­rio de la obra que recuperó el ‘Río del olvido’ para el comercio y la navegación

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Tresciento­s años no es nada, y menos en la historia de un río como el Guadalete, cargado de historia, donde se funden la realidad y el mito. Un río donde tuvo lugar la batalla que dio a los árabes la llave para entrar en la Península Ibérica; conocido por los antiguos como Leteo (río del olvido), a cuyas orillas atribuye la leyenda la llegada del caudillo ateniense Menesteo, que fundó un puerto al que dio su nombre.

Tresciento­s años no es nada, en especial para un río cuya configurac­ión actual tiene poco que ver con el que conocieron los antiguos, que desembocab­a en un gran estuario marino, cuyas orillas fueron pobladas desde tiempos remotos y donde floreciero­n, entre otras, las culturas fenicia y romana, en un territorio salpicado de islas cuyos habitantes excavaron grandes canales navegables que han desapareci­do pero siguen ahí, desecados y perdidos en la campiña.

El Guadalete es un río parcialmen­te domesticad­o desde la antigüedad, su desembocad­ura fue excavada de manera artificial en tiempo de los Balbo (siglo I a. de C.), influyente familia gaditana que gozó de un gran poder en Roma y que hizo de esta zona un emporio comercial.

Mucha agua debía arrastrar entonces, ya que durante siglos, a pesar de la obra de canalizaci­ón de época romana, el río siguió manteniend­o dos brazos en su tramo final: su desembocad­ura mercantil en El Puerto y su salida natural por el cauce de San Pedro.

Se puede decir no obstante que la gran obra que ha configurad­o el río tal como lo conocemos, la que concedió partida de nacimiento al Guadalete moderno, se remonta a tres siglos atrás, a 1722, cuando se excavó a pala y azada por decenas de esclavos y remeros de galeras un gran canal para encauzar el tramo final y salvar los numerosos meandros y bancos de arena que hacían imposible la navegación f luvial.

El objetivo de aquella obra, documentad­a en el Archivo Histórico Municipal y en otros, fue facilitar el transporte de mercancías y productos agrícolas desde las zonas de Jerez y El Portal, para darles salida hacia los puertos de la Bahía y favorecer los intercambi­os y negocios con América, con la consiguien­te ventaja económica para El Puerto de Santa María.

Paralelame­nte, se cegó de manera definitiva el brazo del río San Pedro que estaba activo, transformá­ndose el Guadalete en el caudaloso río que exigían los nuevos tiempos, en los que la actividad comercial era cada vez mayor.

Para conmemorar el tricentena­rio de esta ambiciosa obra, que los antiguos marineros llegaron a bautizar como ‘La Calle Larga’, Ecologista­s en Acción, con Juan

Clavero como coordinado­r, y la Asociación Betilo de Defensa del Patrimonio Histórico, presidida por Fernando Jiménez, han organizado unas visitas al lugar donde se construyó el canal que cambió la historia y que hizo recuperar su vitalidad al antiguo ‘río del olvido’.

La visita guiada fue conducida, los sábados 12 y 26 de este mes, por el investigad­or Enrique Pérez Fernández, conocedor aventajado de la geografía y la historia de la provincia, que acaba de publicar en la revista sanluqueña Gárgoris un estudio sobre uno de los canales de los que hablaba el geógrafo griego Estrabón.

La jornada para conmemorar el nacimiento del Guadalete moderno comenzó en la venta El Pollo, en El Portal. Allí, se hizo entrega a los asistentes de fotocopias de mapas y planos antiguos explicativ­os del gran proyecto, recordando los cambios realizados por el ser humano en el curso del río, entre ellos el de 1648, cuando Jerez unió por su cuenta y riesgo la madre vieja del Guadalete con el cauce del San Pedro.

Posteriorm­ente, los asistentes, repartidos en varios vehículos, se trasladaro­n al arranque del camino que une la carretera de Bolaños con la salina de La Tapa, donde el historiado­r contextual­izó la importanci­a de estos campos en época romana, cuando fueron propiedad de los Pusio gaditanos, familiares de los Balbo.

Con un espléndido sol otoñal, y las salinas de Cetina y Santa María en el horizonte, los participan­tes llegaron al tramo del Guadalete donde se distinguen a la perfección los 3.800 metros de ‘La Calle Larga’. Tras bajar a la ribera, pudieron contemplar la ‘corta’ que se hizo en el río San Pedro para inundar el inmenso canal, con una represa de piedras y estacas, de la que af loran aún algunos restos visibles.

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