EL JUGO SE USA Y LA CÁSCARA SE TIRA
AFIRMAR que hombres o mujeres nacen, crecen, se reproducen y mueren, no es rigurosamente exacto. Resumir la existencia del ser humano de esa forma tan simplista resulta un atentado en sí mismo. No hay fases estándar o inamovibles, no existen desarrollos evolutivos regidos por cánones establecidos, ni de obligado cumplimiento, nudo o desenlace. Lo único cierto es que existe un principio y un final, pero no hay norma fija a la hora de establecer el recorrido vital de cada persona. Ese es, o debería ser, un ejercicio libre y privado, una especie de aventura inquietante que ofrece la vida para sorprendernos de haber existido. Algo así como un viaje sin origen ni destino, una sucesión de acontecimientos derivados de nuestros propios actos, o bien surgidos sin esperarlos, por sorpresa.
El ritmo que vamos imprimiendo en el deambular vital puede verse alterado por la injerencia inevitable de segundas personas, de aquellos a los que denominamos compañeros de tránsito. Éstos, sin distinciones, benefician o deterioran, aman u odian, admiran o envidian, apoyan o destruyen, ayudan o entorpecen. Y entre ese abanico de posibilidades encontramos la peculiar figura del acosador psicológico, ya sea masculino o femenino, homosexual o heterosexual, creyente o agnóstico, alto o pequeño, gordo o flaco, negro o blanco, rico o pobre, casado o divorciado… Da lo mismo.
El perfil de aquellos que dañan, maltratan o asedian la estabilidad emocional de sus semejantes es muy simple: son traidores potenciales, envidiosos, mediocres, perversos, celosos, infelices, acomplejados, insatisfechos, narcisistas, inseguros, burócratas con imaginación limitada, poco inteligentes, nada creativos, carentes de satisfacciones en sus vidas privadas, dualistas, ociosos que disfrutan hostigando, poniendo zancadillas. Son psicópatas, malvados compulsivos de rostro angelical o con el típico rictus de asesino voluptuoso y sin inhibiciones. Son generadores de angustias y amenazas, predicadores del terror o el aislamiento al contrario. El maltratado, por contra, es antagonista del maltratador: una persona comprometida, humanista, sensible, cariñosa, trabajadora, leal, sencilla, humilde, cargada de ideas y proyectos deslumbrantes, hiperactiva, brillante, apta para progresar y ganar la confianza de sus superiores, fiel, participativa, tolerante, bondadosa, desprendida, intuitiva, constante, voluntariosa, con buen entorno familiar o de amistades.
El relato que describirían los que sufren apaleamientos morales y psíquicos sería también va
El autor aborda sin pudor la letal figura del acosador psicológico, ya sea masculino o femenino, homosexual o heterosexual, creyente o agnóstico, alto o pequeño, gordo o flaco, negro o blanco, rico o pobre, casado o divorciado… todos son igual de maltratadores