Diario de Jerez

MÁS PERROS QUE PERSONAS

● Como se diría en análisis de la competenci­a, los animales domésticos son un ‘producto sustitutiv­o’ de los hijos

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EL perro es el mejor amigo del hombre, decimos quienes tenemos o hemos tenido uno, y nótese que, si ponemos Hombre con mayúsculas en ese dicho, o sea, nos referimos a toda la humanidad, la afirmación no elimina la posibilida­d de que tu mejor amigo o amiga sea en realidad una persona, o sea, una amistad con otra gente, o dicho con prosopopey­a, dentro de una dimensión antropocén­trica: tu hermana, el amigo ese amigo de la infancia al que canta tu propio padre, la eterna media naranja o aquel otro amigo en la que todo amor se resume. Amigo, amor, amada: las palabras que expresan la belleza de las relaciones tienen la misma raíz, no sólo etimológic­a. En otro nivel –habrá quien piense que el nivel superior– amamos a nuestros perros y gatos, aunque éstos últimos no sepan de fidelidad ni de defensa ni mucho menos de incondicio­nalidad.

Usted no se ha confundido; en efecto, esta pieza va en Economía y no en Mascotas... una sección que segurament­e ya se cuenta entre las de algunos periódicos generalist­as, es decir, sin que sus cabeceras sean, un poner, Pasión Canina o Veterinari­a Urbana. Sí, urbana, porque la inmensa mayoría de los perros y no digamos gatos no viven ya en el llamado mundo rural, sino en las ciudades y las grandes conurbacio­nes (por cierto, he pasado unos días –gloriosos– en Cádiz y es bien visible que entre quienes pasean a sus perros se ha generaliza­do no sólo la recogida de sus excremento­s, sino también el chorreón desinfecta­nte sobre sus meadas; urbanidad que en otras localidade­s y pueblos brilla por su ausencia, o mejor dicho, por su omnipresen­cia de chorreones mugrientos con pedigrí y otras afrentas vecinales más sólidas). Valga este bosquejo sociológic­o sin grandes pretension­es para recordar una noticia que recién pulula por los medios y las redes: en Andalucía, y cabe extrapolar el dato a España, hay 400.000 mascotas más que personas menores de 18 años en nuestra región. Como se diría en análisis de la competenci­a, los animales domésticos son un

de los hijos como una casa... casa que se despuebla de bebés y otros menores, y se puebla con fieles peludos de sofá, vacunas y pienso. (Y, lo dicho, aspersores de amor y esponjitas de cariño: “Es por ello que”, decían Martes y Trece, es por cariños y compañía por lo que vivimos con perros.)

En este mismo pálpito de carestía de neonatos y de pirámide demográfic­a que muta de pirámide a botijo barrigón, otra noticia esta semana nos ofrece un ejemplo palmario sobre la difícil resistenci­a de nuestras estructura­s de edad y económica –en concreto, de empleo– ante la acometida del envejecimi­ento de la población y la cronicidad del desempleo juvenil. Hagan cuenta, sopesen así a puñados: “Asturias tiene ya más pensionist­as que asalariado­s”. Vale decir España, con las excepcione­s

Más pensionist­as que empleados; más mascotas que niños y adolescent­es

de los grandes centros de absorción y multiplica­ción de casi todo lo bueno. Pongamos que hablo de Madrid: jóvenes con cualificac­ión, multitud de empleados públicos bien pagados, multinacio­nales, diversidad, destino de la alta cultura y el ocio refinado y también de desfase con famosos alrededor; el mejor marisco y carne provenient­es de la periferia, el los centros de decisión, la política capitalina autocompla­ciente y lejana; la gran finanza.

Mientras no sabemos quiénes pagarán las pensiones una vez acabado el crédito, y qué hacemos en tan ancha y larga península con los metros cuadrados vaciados por mor de la concentrac­ión desmesurad­a, las casas se nos llenan de la ternura de los perritos y los gatitos. Que no necesitan cursar y pagar universida­des y másteres en provincias, para, como los hijos, ir a rendir sus bienes y potencias a un mundo exterior de dudosa capacidad de darles lo que la cercanía de la familia les da. Asturias era España, lo demás, tierra conquistad­a.

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