El vuelo de El Palomo
Bromea sobre su personaje de Paloma Cuesta en ‘La que se avecina’ ‘Pesadilla en la cocina’ descubrió la bondad de los propietarios de dicha taberna sevillana
Los propietarios de la taberna sevillana El Palomo que ha pasado este jueves por
son muy buenas personas. Lo llevan en la cara. Son nobles, sin necesidad de títulos, tienen presente sus raíces de Umbrete y en la memoria constantemente a sus padres. Esa querencia por lo suyo es lo que a la larga les ha jugado la mala pasada de no renovarse, de no ponerse al día. La sensación que ha dado el castizo local en el programa de La Sexta no ha sido tan negativa como otros establecimientos de cochambres rotundas. Lo que necesita El Palomo, como tantos sitios de barrio cuyos propietarios han estado atados a sus paredes, es una actualización, una renovación de equipo, de planteamientos, para seguir manteniendo las señas de identidad.
En El Palomo los propios comensales escribían de puño y letra las comandas, de ahí que algunos papeles volaran y, por tanto, no se cobraran, y más de uno hiciera un ‘simpa’. Alberto Chicote calculó que el bar sufría anualmente 24.000 euros de impagos. Y había más gente que no pagaba y se iba a sacar al cajero mientras los mellizos esperaban sentados. Lo dicho, son demasiada buena gente.
El chef tuvo su mayor encontronazo en el cocinero, un tal Jesús, colérico, dispuesto a no ceder ni un milímetro de autocrítica y examen y que casi llega a las manos. “Es un arrogante”, definía al de Jesús se estaba autodefiniendo con ese desdén a quien venía a echarle una mano. No le gustó que le criticaran que sus patatas cocidas estaban duras o que tuviera los infernillos en el suelo. Se lio parda.
Si el programa reservaba al cocinero de El Palomo como el recurso para fabricar conflicto, el barbado sevillano se excedió de frenada, mandó a Chicote “a chuparla” un par de veces y después el insultador era el que se quejaba de que no le tenían respeto.
Por dos veces dio la espantada dejando sola a las compañeras y provocando el llanto a los propietarios. Finalmente se disculpó, porque intenta que el espectador no se marche del local, del capítulo, con mal sabor de boca.
El Palomo dejó de volar alto en su clientela por ese caos permanente, entre comandas autografiadas y colocadas como orden a voleo. Ahí es donde entró la renovación y lavado de cara, por un equipo informático. Y un arcón de congelación nuevo, porque el que había “era de las guerras púnicas”, dató Chicote. Lo más dudoso, el menú sibarita propuesto tratándose de una tasca enraizada. En esta
hubo su ración de bronca pero también de sentimiento.
En el capítulo quinto de la temporada 13 de ’La que se avecina’ hay un guiño literal hacia ‘Aquí no hay quien viva’, con toda la carga irónica a cargo de Loles, que tuvo que abandonar la serie. “Dejé de verla cuando tiraron a Paloma Cuesta por la ventana”, se queja su personaje