LA BOHEMIA POÉTICA DE MANUEL SABORIDO
QUIERO recordar que fue en el transcurso del pasado y caluroso mes de septiembre cuando escribí en esta misma publicación de Diario de Jerez sobre el poeta Manuel Saborido y algunos de sus libros: “Un edificio sobre el mar”, “Terra Sum” y “el Baile de los Gnomos”. En esa reciente ocasión el poeta me adelantó que estaba en plena gestación de un nuevo trabajo y, dos meses después, antes de que acabara noviembre, precisamente en su día de San Andrés, miércoles por más señas y, a partir de las siete y media de la tarde, Manuel Saborido nos brindaba, en el regio salón de la Escuela de Arte de Jerez, el final de la gestación de su séptimo libro, titulado “De la bohemia”.
Muchos y muchas espectadores y espectadoras acudimos al reclamo de Manuel Saborido y al sabor de sus versos. “De la bohemia” es el título del “libro-parto” con un prólogo, amplio prólogo, original de Josela Maturana quien así mismo fue prologuista de “Terra Sum”. Manuel Saborido
no estuvo solo en el escenario ya que supo acompañarse de cuatro valiosos compañeros como fueron por este orden Patricio Pérez, eficaz introductor del acto –aunque la megafonía no estuviera de su parte-; Isabel de Rueda, -poeta a su vez- fue la inspirada presentadora del poeta y de su libro,; Juan Bautista Pino, guitarrista -por cierto hijo del recordado Esteban Pino, uno de los fundadores de la Cátedra de Flamencología de Jerez junto a Juan de la Plata y Manuel Pérez Celdrán; Manuel Ríos Ruiz –el más jovense sumó posteriormente al terceto-. El guitarrista Juan Bautista Pino con Salvador Valle –recitante-actor o actor-recitante-, ambos protagonistas del dúo “Verso Trans-Verso”, interpretaron músicas y versos como centro de sus aplaudidas intervenciones. Cada uno de los intervinientes citados puso su trabajo al servicio del acto en cuestión.
Del amplio prólogo de Josela Maturana deseo destacar uno de sus aciertos en prosa con eco poético: “El poeta sabe de la emigración, de la mudez, de lo que se deforma, oxida y agrieta, de lo que no puede volver. Se acercan las acechantes sombras, la estupidez, la inocencia condenada, y es de nuevo la bohemia la honda hermana del amor. Toda la orfandad, todo el aullido, toda la sed, son escudos de amor que, mientras se escribe, se nutre”.
Todo lo expuesto tuvo como es lógico entender un final protagonizado por el poeta dando lectura a algunas de sus creaciones; especialmente emotiva “Mirando los geranios”, dedicada a su padre: “Subir subiendo, cada vez un poco más alto, cada vez más seguro y cada vez más fuerte, hasta alcanzar la cima, donde nadie te pueda lastimar, donde extiendas los brazos y los vientos se nublen ante ti, donde puedas alzar la voz y no haya mequetrefes que te callen con el sabor putrefacto del miedo”.
“Todo a ciertas alturas, en las cumbres, es emoción poética” Emilio Carrere.