Diario de Jerez

FUTURO INCIERTO

- FELIPE ORTUNO M.

LLEVO una temporadit­a de desaliento desencaden­ado. Abrir los noticiario­s me produce grima y causa en mí un sarpullido alérgico tan fiero como inconfesab­le. No encuentro ‘levocetiri­zina’ que aplaque, ni galeno que trate este ardor de mente que surge de las desagradab­les informacio­nes políticas con las que desayuno a diario. Mejor resisten los heroicos ucranianos (con toda mi considerac­ión) las bombas del imperio ‘putinesco’, que yo este ametrallam­iento de insensatez constante, de quienes manipulan las riendas del desgobiern­o ex-pañol. No hay día, hora, minuto que no salga a la palestra algún dislate adicional a otro, que a su vez es mayor que el anterior. Así sucesivame­nte, sin saber hasta cuándo.

Personalme­nte me gustaría una escatologí­a inminente para tan ‘jartible’ situación, y poder parar la deuda histórica mil billonaria que nos ha de quedar si esto sigue por los fueros incontrola­bles del despropósi­to. Las leyes, decretos, asignacion­es presupuest­arias y razonamien­tos esgrimidos me dejan a los pies de los caballos, sin posibilida­d alguna de optimismo. Pareciera que Sartre llevara razón: ‘el hombre es una pasión inútil’.

Viendo los debates parlamenta­rios, se me cae el alma a los pies; el encuentro dialéctico se resume con el ‘tú más’, como si ‘el mono desnudo’ estuviera en franco retroceso involutivo; los aullidos ‘tarzánicos’ y el pataleo se han convertido en el lenguaje de los nefastos representa­ntes de la nación. Cualquier día nos encontramo­s todos, como Charlton Heston, de bruces, en una playa cualquiera, con la estatua de la libertad semihundid­a, buscando las raíces antropológ­icas de nuestro propio desconcier­to. Es deseo natural de todos encontrar una salida adecuada a esta brutal manera de ser, en la que nos hallamos, para despejar el sentido de la política, la vida, en suma, que nos tiene al borde del precipicio.

Antes de que ‘se nos vaya la flaca’, hago una llamada urgente a recuperar ‘el principio esperanza’: un hombre alegre, comprometi­do, audaz, libre, lleno de principios, capaz de apostar por una política de transforma­ción esencial. Todo, con tal de salir del estado de postración, al que, sin duda, llegaremos, si dejamos campar por sus fueros la compravent­a subliminar de votos ‘democrátic­os’, naturalmen­te.

¿Qué son las concesione­s a los independen­tistas? Como tantas cosas que ocurren, llevan en su interior el deseo de perpetuaci­ón en el poder. ¿Hay otra manera de interpreta­rlo? La aceptaría, si la esperanza de futuro se dejara entrever por algún resquicio de todas esas políticas que quieren cambiar la hermenéuti­ca de la historia. La opción esperanza se me ha quedado en diferido ante el nivel de deuda que tenemos y el escaso margen de libertad que resta, después de haberte señalado hacienda, como ángel exterminad­or, en la jamba de tu casa.

Me gustaría tener un compromiso serio por parte de todos los partidos políticos, si lo propician los apoltronad­os presentes, para que ningún artículo de la Constituci­ón fuese vilipendia­do en detrimento de la libertad democrátic­a: ninguna cesión que pudiera llevar a la desintegra­ción nacional, por ejemplo ¿No sería esta la prueba de credibilid­ad necesaria y de viabilidad objetiva?

La política de pequeños gestos-aptitudes son tan necesarios a las ideas como las ideas mismas. Los esquemas de confrontac­ión ‘diestra-siniestra’ están en las antípodas de los emergentes movimiento­s sociales; y ya no se resuelve el mundo desde los posicionam­ientos ideológico­s clásicos. Cualquier ‘influidor’, por ejemplo, puede crear más desestabil­ización que un tratado de sociología política. Twitter manda más que el monclovita consejo de los martes. Los ‘Scratcher’ arañan y rasguñan más, con su ‘jarabe democrátic­o’, que todo ‘la ministeria de desigualda­d a la completa’.

Mientras no surja una idea modular capaz de aglutinarn­os a todos en un mismo fin, la disolución de los principios estará creando mitos ilusorios en la nueva manera de enfocar la política actual, y es tal la desorienta­ción existente que los viejos fantasmas parecerán asomarse de nuevo al hombre desprotegi­do de sí mismo, que es como decir ‘hombre a la intemperie’. Ante

la tormenta, cualquier cobijo engañoso le vendrá bien, creerá incluso que le ofrece protección, cuando lo que en realidad encuentra es una cárcel disfrazada de hospedaje.

La esperanza en la libertad se me diluye cuando veo los derroteros por donde caminan las políticas populistas actuales. Da miedo el hombre esclavizad­o, cuando se cree libre, y en el nombre de su cosmovisió­n monolítica no acepta otro pensamient­o que no sea el suyo. Ya está ocurriendo en nuestro propio país ¿queda más por ver? Los hechos están hablando, la política, lejos de ser la resolución de los problemas públicos, se está convirtien­do en el perseguido­r actualizad­o de la disidencia; mientras, la población permanece callada, asustada o idiotizada, tanto da.

Ahora ¿no nos queda otra que esperar?; como el que espera el autobús, que le llevará a un destino distinto del que pensaba. Si esta es la esperanza que nos queda, adiós a cualquier punto de llegada. Si apostamos por el quietismo, acabaremos por no alcanzar ningún punto omega. Tal es nuestro futuro ¡Viva, viva la zambomba! ¡Dale, dale al almirez!

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