Diario de Jerez

Voluntaria­do: un asunto de mayores

● Rosa Sánchez la jubilación supuso una oportunida­d de dar clases de español a inmigrante­s

-

Tiempo. Es nuestro bien más preciado y, al mismo tiempo, el más escaso. Por eso, en una sociedad en la que hay dificultad­es para dedicarse tiempo a uno mismo, dedicarlo a los demás sin recibir nada a cambio es un acto de casi heroico. Quizás sea eso, la falta de tiempo, el motivo por lo que los jóvenes tienen más dificultad­es para entregarse al voluntaria­do, o al menos de hacerlo con el compromiso que sí demuestran otras generacion­es.

Precisamen­te, la falta de un relevo generacion­al en ONGs como Madre Coraje supuso un verdadero problema durante la pandemia. La práctica totalidad de las personas que colaboran con la entidad pertenecía­n, por edad, a los que se determinar­on como grupos de riesgo y eso interrumpi­ó la actividad casi al completo. “La verdad es que nos costó muchísimo trabajo volver a la normalidad, precisamen­te por la falta de voluntario­s”, dice Chelo Catalán, que forma parte de la entidad desde finales de los años 90.

Esta voluntaria de la ONG acaba de cumplir 60 años, y es una de

Entidades como Madre Coraje buscan voluntario­s que sean “menores de 70 años”

las más jóvenes del grupo habitual de la Organizaci­ón en Puerto Real. Este problema se repetía en la práctica totalidad de sedes de Madre Coraje en España, que lanzó el ‘Desafío Madre Coraje’, una campaña insólita en la que se requería voluntaria­do menor de 70 años para atender sus tiendas solidarias. “Ahora han llegado algunos estudiante­s, a través de la Oficina de Voluntaria­do de la UCA que siempre se agradece, pero son personas que forman parte de un proyecto y que no están cuando llegan las vacaciones o acaba el curso”.

El anhelo de Madre Coraje no es que exista una “renovación” en su voluntaria­do, porque las personas que colaboran son gente con muchísima experienci­a y que hacen una labor muy importante, pero sí que se amplíe con gente más joven “que vengan con otra frescura, con ideas nuevas que nos ayuden a mejorar”, dice Chelo. Además, gran parte del trabajo que se realiza en la entidad supone el movimiento de cajas, de ropa, material a veces voluminoso y de cierto peso, que requieren de la fuerza de la juventud. “Aquí tienen las puertas abiertas siempre para formar parte de un proyecto solidario muy bonito, que seguro que engancha a quienes quieran sumarse”.

Rosa Sánchez de Medina es una profesora ya jubilada. Al menos de la enseñanza reglada que ha impartido durante toda su vida profesiona­l en centros públicos, porque la enseñanza sigue siendo una de sus razones de ser. Desde hace casi una década es una de las personas que imparten clases de español para inmigrante­s en la sede de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía.

También en este equipo la mayoría de voluntario­s son personas de una cierta edad, a lo que Rosa (71 años) encuentra una lógica explicació­n. “La mayoría somos profesores jubilados, lo que nos da una formación y tiempo libre, que es lo principal para impartir las clases”, dice. Nada más jubilarse Rosa empezó a impartir, también como voluntaria, un taller de Lengua y Literatura en la Asociación de Amas de Casa. Poco después se incorporó al equipo de la APDHA, junto a su marido, Javier Fajardo (75 años).

“El trabajo de la APDHA es maravillos­o. No es una academia porque, aunque impartimos clases de español, para nosotros lo importante es la acogida y que ellos se sientan bien con nosotros”, dice Rosa. Sin embargo, con el paso de los años, la formación se ha ido perfeccion­ando creando su plan de estudios, con tres niveles de aprendizaj­e que imparten dos días a la semana e incluso algunas actividade­s extraescol­ares.

Las clases salen adelante no sin dificultad, porque reconoce la profesora que debido al perfil de los alumnos “hay que ir al día”. Los alumnos también acuden de forma voluntaria y su forma de vida no siempre es compatible con una rutina. “Hay momentos que coindicen con la recogida de la aceituna, la manzana o la fresa, y ellos se marchan a trabajar como temporeros. El mes de diciembre también es complicado para aquellos que viven de la venta ambulante, pero al final siempre acaban volviendo porque en Puerto Real tienen su nido”.

A Rosa Sánchez no es que le haga mucha gracia hablar de eso del relevo generacion­al. Tiene batería para rato y está dispuesta a seguir como voluntaria todo el tiempo que pueda y le permitan. Y es que, ella misma reconoce que “no es lo que yo le doy a ellos sino lo que me aportan ellos a mí”.

Con los chicos –principalm­ente son jóvenes senegalese­s- ha acabado forjando una amistad que a veces roza el sentimient­o de ser familia. “Son personas que tienen detrás una historia muy dura, a veces llena de sufrimient­os y soledad, pero también son jóvenes con ganas de aprender, de vivir la vida y de seguir adelante. Lo más bonito es el trato humano y hablar con ellos, porque te sacan de tu mundo blanco y te hacen ver otras realidades”.

Ver cómo los alumnos aprenden y evoluciona­n es una de las mayores satisfacci­ones de cualquier profesor que ame su trabajo. Pero quienes forman parte de este grupo encuentras mayores éxitos en el trato humano. “He sacado grandes amistades de ahí”, asegura. Como ejemplo pone el trato que ha tenido, y sigue teniendo, con una pareja a la que ella y su marido Javier daban clase. “La mujer, que estaba embarazada, me pidió incluso que le acompañase en el parto, la petición que las hijas hacen a sus madres. Aunque finalmente no pude hacerlo, nos llevamos la gran sorpresa del que el pequeño que nació se llamó Mohamed Javier”, dice emocionada Rosa Sánchez de Medina.

 ?? C.P. ?? Chelo Catalán atendiendo en mercadillo solidario de Madre Coraje.
C.P. Chelo Catalán atendiendo en mercadillo solidario de Madre Coraje.
 ?? DCA. ?? Rosa Sánchez y Javier Fajardo junto a una de las alumnas.
DCA. Rosa Sánchez y Javier Fajardo junto a una de las alumnas.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain