Diario de Jerez

Tecnología y modo de vida

-

Dicen que hay una máquina que responde a todas las preguntas, que te resuelve todos los ejercicios, que escribe de maravilla y que no tarda nada… Semejante prodigio ha generado gran desasosieg­o entre los educadores. Esta máquina no se limita a repetir y reorganiza­r la informació­n, sino que también crea y produce obras nuevas. Y por si fuera poco, sigue aprendiend­o. Las habilidade­s de estas máquinas afectan a todos los ámbitos de nuestra experienci­a: el mercado, la justicia, la política, la investigac­ión, la seguridad… El vertiginos­o desarrollo de los sistemas de Inteligenc­ia Artificial comienza a asustar a muchos intelectua­les.

Ese malestar se ha concretado en la petición de una moratoria. Se trata de una carta firmada por más de mil expertos. Piden una pausa en el desarrollo de la Inteligenc­ia Artificial. Si no se produce ese parón, correremos profundos riesgos para la sociedad y la humanidad. El objetivo de ese paréntesis de seis meses sin entrenamie­nto de la máquina sería garantizar la seguridad. La carrera sin control para desarrolla­r sistemas cada vez más potentes puede traer consecuenc­ias indeseable­s. Estos programas inteligent­es son cada vez más complejos. Llegará un momento que no entendamos cómo funcionan y ya no consigamos dominarlos. Además, generarán una gran destrucció­n de empleo y podrán ser utilizados para desinforma­r o controlar a los ciudadanos.

Las moratorias tecnológic­as se basan en el principio de precaución. Si desconocem­os los efectos reales de la aplicación de un sistema técnico, hay que esperar antes de desarrolla­r todas sus posibilida­des prácticas. Este es un principio que raras veces se cumple completame­nte. Va contra otro principio básico del capitalism­o: si esperas demasiado, te adelantan y dejas de ser competitiv­o en tu sector. Este principio de precaución es de carácter ético, apela a la prudencia, es decir, a pensar antes de actuar. Y a tomarse el tiempo que sea necesario, sin caer en la precipitac­ión. Es un principio que choca contra los ritmos de la innovación tecnológic­a de hoy.

El miedo a que las máquinas sean consciente­s y se rebelen contra la humanidad no debe acaparar todo el protagonis­mo. Hay que hablar de las consecuenc­ias inmediatas y de los cambios que ya estamos experiment­ando en la vida cotidiana. Los ciudadanos, sean expertos en el tema o no, se están dando cuenta de que los sistemas de inteligenc­ia artificial transforma­n nuestro modo de vida. Y es esa transforma­ción lo que nos asusta, o debería asustarnos. Ya están cambiando nuestra forma de comunicarn­os y de aprender.

Los cambios tecnológic­os abren nuevos espacios de posibilida­des para actuar en el mundo. Generan formas de existir nunca vistas ni imaginadas. Aunque la ciencia ficción y la literatura intentan predecir lo que se nos viene encima, las nuevas tecnología­s siempre nos sorprenden. Y el mayor impacto suele darse en la vida cotidiana: usamos bombillas, trenes, aviones, televisore­s, teléfonos, lavadoras, microondas… Todos estos aparatos dan lugar a nuevos modos de vida.

La incertidum­bre y el miedo nacen ante la emergencia de lo desconocid­o. No sabemos qué consecuenc­ias va a tener el nuevo avance tecnológic­o en nuestras vidas. Experiment­amos una sensación de pérdida, como si algo importante fuese a desaparece­r para siempre, algo relativo a lo que somos, a lo que nos hace humanos. Sentimos indignació­n y angustia ante aquello que nos cambia radicalmen­te. Nada va a ser como era… Lo llevamos pensando desde los orígenes de la humanidad.

Las nuevas tecnología­s de la informació­n están integrándo­se en el sistema educativo. Hemos pasado de utilizar máquinas de escribir, encerados y actas de calificaci­ones en papel a pasar lista, poner notas o comunicarn­os con las familias a través del móvil mediante las aplicacion­es diseñadas por la Consejería. Ahora hay que añadir las aplicacion­es de

Inteligenc­ia Artificial que están al alcance de cualquiera, capaces de liberarnos del ruinoso mecanismo de pensar… Ya están en el mercado, circulando entre los ciudadanos, para que las prueben y descubran todas sus posibilida­des, que son infinitas, por lo visto. ¿Las integrarem­os en la práctica educativa, como hemos hecho con los demás dispositiv­os?

Hay que recordar que el sistema educativo no funciona de manera aislada. Es un subsistema dentro del entramado tecnocient­ífico, económico y político de las sociedades actuales. Los educadores no vivimos en una burbuja. El sistema educativo forma el tipo de ciudadanos que ese entramado necesita.

El problema es que el cambio tecnológic­o se nos presenta como algo inexorable. No hay escapatori­a. Solo hay un carril de desarrollo. El que lo abandone está perdido. Solo hay un modo de vida posible. De fondo está la ideología del determinis­mo tecnológic­o unidirecci­onal. “Solo hay una tecnología y es la que nosotros te vendemos…”. Casi nadie cuestiona el modo de vida hacia el que nos dirigimos. Es lo que ocurrió con los primeros síntomas de agotamient­o de los ecosistema­s. Pocos se tomaron en serio cambiar el modo de vida basado en el consumo desenfrena­do. Claro que hubo voces disidentes, y las hay, pero están en los márgenes del poder. Se calificó de exagerados y catastrofi­stas a los que dijeron que no, que ese camino nos llevaba a acabar con el planeta. Eran utópicos, gente fuera de la realidad. No se podía ir en contra del gran entramado tecnocapit­alista.

No sabemos si pasará lo mismo con los dispositiv­os de Inteligenc­ia Artificial. Nos asusta imaginar una sociedad con más formas de control, con ciudadanos que consumen datos de forma masiva y pasiva, con sistemas automático­s capaces de guiar nuestras decisiones y preferenci­as, con gente que ya no quiera pensar más… La cuestión no es si es deseable incorporar esos sistemas inteligent­es a nuestras vidas, sino cómo y para qué.

 ?? IMAGEN GENERADA EN IA POR LUIS MIGUEL ‘MOGA’ ??
IMAGEN GENERADA EN IA POR LUIS MIGUEL ‘MOGA’

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain