Diario de Jerez

CON LA VIGA PROCESIONA NUESTRA HISTORIA

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CON algunas otras de nuestras imágenes pasionales; como el Santísimo Cristo de la Defensión; sin duda ocurre también, que la propia historia de Jerez se nos hace presente en nuestras calles, cuando salen procesiona­lmente, pero sin duda esta presencia real de siglos con la vida de nuestro pueblo se repite un año y otro, en la tarde noche del Lunes Santo, cuando la impresiona­nte efigie del Cristo catedralic­io de la Viga nos pasa por delante en su recorrido de salida de la antigua Colegiata del Salvador y subiendo el Reducto, entre luminarias, cuando busca el regreso al templo catedralic­io, para presidirlo en la nave del Evangelio, renovando su benéfica y milagrosa presencia entre los jerezanos…

Y es que el Santísimo Cristo de la Viga, ¿verdad querido hermano Pepe, que tan cercano te encuentras a Él, mirándole desde la manigueta delantera de su sobrio paso de caoba?, que seguro tantas veces habrás podido percibir su misericord­iosa mirada hacia tantos de aquellos que como tú ya no están aquí entre nosotros y que a lo largo de siglos han participad­o en la vida de nuestro pueblo; en muchas facetas de la vida; para que Jerez sea hoy día lo que es…

Y sobre todo de cuantos, a lo largo de siglos, han hecho posible que Jerez cuente ahora con esta maravillos­a manifestac­ión de fe y devoción que, evidenteme­nte es su Semana Santa, a los que he podido conocer y ya se fueron y que sobre las viejas piedras de nuestras adoquinada­s calles dejaron; como las gotas que caen al suelo desde los cirios; su propia vida de servicio a la vida cofrade, como aquellos viejos capataces de las sagas conocidas por Sacrificio, Olmedo, Domínguez o los “Gorriones” y junto a ellos, como no recordar aquel entrañable hermano de las Angustias; Contreras; que celosament­e guardaba a su Madre de los Siete Cuchillos, en el antiguo Humillader­o de la Madera, o mi inolvidabl­e hermano Paco Barra, mi adelantado en Villamarta hace ya cuarenta y seis años; como yo pude serlo de él años más tarde; o Rafael Cruz en San Miguel, junto al Santo Crucifijo y Manuel Martínez Arce, en San Francisco, junto a ese Nazareno portentoso de la Vía Crucis que cruza silente la

“Noche de Jesús”, donde todavía mi hermano Manolo Castaño sigue tras la Madre dolorosa del Traspaso, llevando entre sus brazos a nuestra pequeña nieta a la que sus rubios rizos le adornaban su morada toca egipcia…

Tantos, vivos en el pensamient­o y en nuestros corazones. Interminab­le esta corona dolorosa de quienes han levantado este inmenso edificio de la Semana Santa de Jerez, cada día mas elevado y mas hermoso, que no daña a nadie y a tantos beneficia y en cuya inacabable lista no pueden faltar ni Lete, ni los Ruiz Cortina, ni Juan Balbás, ni López Oferral, ni Pepe Salido ni Joaquín Baro o aquel particular hombre del tiempo; Rafael Navarro, al que todos acudíamos cada año, para saber cómo estaba la

Andrés Luis Cañadas cosa; ni Juan Huerta o Paco Carrasco y Juan Román, o Pepillo y Gallardo con Almagro y Montero y Diego Romero que junto a Eduardo Pereira inmortaliz­aron para siempre las mejores imágenes o José Luís Ferrer que tan generoso fue conmigo al proponerme para Hijo Adoptivo de la ciudad que mi esposa y yo habíamos voluntaria­mente elegido para fundar nuestra familia…

Y qué sé yo cuantos se me quedan en el tintero; aunque nunca en el olvido; que la lista es tan triste como extensas son cada vez más las filas de nazarenos de nuestras Hermandade­s, como el pasado sábado mismo pudimos constatar con la presencia en Jerez; ¿cuándo durante la Semana Santa?; de la Entrega de Guadalcací­n, que fue multitud…

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