Diario de Jerez

“Es un privilegio que el titular de tu Corporació­n lleve algo que ha salido de tus manitas”

● Raúl Otero, uno de los últimos artesanos del esparto en Jerez y la cuarta generación de una familia del Nazareno

- M.L. Parra

Desde fuera se observan cuadros de diferentes imágenes y medidas, incensario­s, cinturones de espartos, andalias, y capirotes en diversas medidas. Una vez dentro de este negocio ubicado en las Torres de Córdoba, te das cuenta de que es algo más: El santuario de uno de los pocos artesanos del esparto, de Raúl Otero Román (Jerez, 1975), pero sobre todo, es el ‘despacho’ de un artista cofradiero.

Junto al mostrador se encuentra su mesa de trabajo. En ella monta sus espartos sobre una tabla, los cose y, una vez que los tiene despegados, abre las tapetas (el cierre del esparto). Dicha mesa se encuentra mirando a una pared “cofrade”, como la llama Otero. Empezó colocando en ella una palma de San Juan que le regaló la hermandad del Nazareno, unos cuadros de su corporació­n que tenía en casa y decenas de estampas de clientes. La gente va y toca su estampa.

También cuelga un rosario de un matrimonio. “Ella falleció y al marido esta pared le recordaba mucho a ella, así que quiso poner ahí el rosario que tenía en su cabecera y cada vez que va lo toca y se va”, cuenta el artesano.

ZAPATERO Y ESPARTERO

El interior de Reparación de Calzados Raúl es el fruto de muchos años de dedicación. Comenzó a trabajar con su padre con los zapatos en la barriada de Los Naranjos. “Quería trabajar y el mejor trabajo es el que puede enseñarte tu padre, artesanal que en esa época estaba en auge”, rememora. Allí empezó a hacer sus primeros pinitos cofrades, a tocar los espartos, tarea harto complicada ya que, antiguamen­te, dice, los esparteros de Jerez no querían compartir con nadie sus trucos, “se los llevaban a la tumba”.

Empecé comprando un trozo de cuerda en la calle Porvera. “Lo teñía, lo trabajaba, me equivocaba, lo arrancaba, y así fui aprendiend­o”. Una vez que entró a formar parte de la hermandad del Nazareno y se introdujo de lleno en el mundo cofrade, se lanzó a hacer espartos de los anchos, puesto que, hay hermandade­s que los requerían. “Empecé a hablar con hermanos cofrades que me dejaron sus espartos para yo fijarme”.

Una de sus máximas es que lo que no quiere para él, tampoco lo quiere para los demás. Si algo estaba mal lo desbaratab­a y lo volvía a hacer porque ese penitente no iba a llevar algo cómodo como a mí me hubiera gustado llevarlo.

Otero, autodidact­a, es consciente de la complicada labor desempeñad­a en sus inicios cuando no existía, como en la actualidad, recursos como Youtube que contiene videotutor­iales de todo. “Pero es muy gratifican­te. Ves cómo te nutres de la nada y vas tomando cuerpo, como el artista o el imaginero, pero yo era un simple reparador de calzado”, asegura, modesto.

Una vez dentro de este mundo, se le abrió un abanico más amplio. “Te vas a Ubrique donde hay pieles, hebillas; conoces a esparteros que te ofrecen sus productos y hay gente muy buena en este gremio”.

Además, de la reparación de calzado, hace duplicado de llaves. También realiza los cinturones anchos para otras hermandade­s, vende guantes, andalias, inciensari­os... “Cada año intento aportar algo más”. Hasta Torres de Córdoba se desplazan personas procedente­s de lugares como San Fernando o Cádiz, entre otros.

CUARESMA

Los días previos a la Semana Santa el estrés roza el máximo, especialme­nte porque siempre hay muchos hermanos que requieren de su trabajo cuando la fecha está próxima. El esparto hecho a medida requiere que el cliente se lo pruebe varias veces, sobre todo, si supera los 150 centímetro­s de contorno, para que se ciña bien al cuerpo. Su precio actual es de 60 euros con su correaje incluido y adaptado, el de los hombres es estándar, “entre colillas”, y el de las mujeres con dos medidas (cintura y cadera) para que se ciña bien y no duela.

NAZARENO HASTA LA MÉDULA

La labor de Raúl Otero para el mundo cofrade abarca desde los espartos en exclusiva para su hermandad, la de Jesús Nazareno, los cíngulos de bellota (el cinturón que viste Jesús) que se asimilan mucho a los que había antiguamen­te, y los de algodón. El que lleva el Nazareno fue elaborado y donado por Raúl y su mujer Inma, quien también le echa una mano: “Es un privilegio que el titular de tu Corporació­n lleve algo que ha salido de tus manitas”.

Considera que, en Jerez, a diferencia de Sevilla, le falta creérselo, sentirlo más y previsión. “No se puede dejar la túnica, el capirote, los zapatos y todo para cuando recoges tu papeleta de sitio. Vestirte con una túnica no es cualquier cosa. En mi caso es mi mortaja y yo quiero ir de punta en blanco”. También considera que deberían unificar criterios con respecto a las medidas del capirote porque a veces dejan un poco de desear, las túnicas no porque se suelen heredar.

Comenzó en Los Naranjos, luego un año en el Parque Atlántico y ya lleva 12 en Torres de Córdoba. Su hijo también le echa un cable, pero Otero no ve un relevo generacion­al en este gremio. Lamenta que los jóvenes se esconden detrás de una pantalla, sobre todo, desde la pandemia.

DEVOCIÓN TATUADA

Este artesano de Jerez, quien de pequeño se ganó el apodo de ‘Schuster’ por su pelo y sus rasgos, tiene dibujados en su piel varios tatuajes, dos de ellos dedicados a su hermandad, uno es el Nazareno. Al hablar del otro, se rinde y se sienta. Desbordado por la emoción que le embarga y el estrés de estos días tan importante­s cuenta que él es la cuarta generación de su familia en la hermandad. Su madre era hermana de Jesús, quien le inculcó la devoción y murió con 39 años. Raúl Otero no quiere que esta tradición familiar nazarena acabe, de ahí el infinito y el farol, explica.

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@MLUISAPARR­A Raúl Otero Román, en su mesa de trabajo.

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