Diario de Jerez

CUANDO VUELAN LAS MANOS DEL PRENDIMIEN­TO

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PARA ‘Manué’ Morao, mi amigo, tomo prestados estos versos de mi hijo en su Pregón de Nuestra Semana Santa. Habrá algo que las iguale; que acerque el hombre más a Dios, que las divinas manos del Señor de los gitanos; de ese Cristo sumiso que reina en Jerez, por Santiago…

“La madrugada venía como el novillo violento, que en la plaza de la suerte destroza los “burlaeros” … El lubricán de los cantes, aguardient­e frío y seco, amarraba dos lunares en el nudo del pañuelo.

Volvía triste la noche... Tan triste en su cautiverio, que hasta las brisas pesaban como cuando viene el trueno... Los relojes murmuraban sus minutos a destiempo, y la “soleá” marcaba, surcos... al Arenalejo.

La fuente de los leones era un aljibe sin dueño... Las sombras por calle Muro, cipreses de un cementerio. Por el arco, ni las doblas despechaba­n sus despechos. Y por la calle Merced, se eclipsaban los advientos Subiendo por calle Ancha, desde el cruce de los versos, sonaron pasos perdidos sin norte ni pensamient­o. Era un gitano sin rumbo... Un martinete moreno, una “toná” sin su yunque ... ... un fandango corto y negro... Los precipicio­s del llanto... tintaban sombras de duelo... Los “quejíos” del dolor contrapunt­aban el miedo... La calle, fiel compañera, negaba todos los credos... y así, sin saber por qué... tropezó con sus desvelos... Cuentan los aires de marzo, testigos de todo aquello, que las lunas se borraron, y las horas se perdieron... Dicen que, sobre las losas de aquella esquina del templo, quedó grabado por siempre, el más bello Padrenuest­ro.

“Aquí estoy... Aquí me tienes... ¿Es esto lo que merezco? To la vía junto a ti, y así compensas mi esfuerzo...” “Yo no te entiendo a ti “primo” ... Te juro que no comprendo, que mi dulce bulería, se tenga que estar muriendo.” “Yo que siempre te entregué las venturas que poseo, no adivino las razones de estas llagas y tormentos.” “Escúchame tú que puedes, Señor... y no me hagas esto... Y cambia mi seguiriya, por un palo sin lamentos.” Loco de amor y dolor, buscó el alivio y consejo, de quien pudiera cortar sus penas de crisantemo, como siempre sucedió, a lo largo de los tiempos, cuando el alma pide venias ante el Divino Cordero. Lo escucharon sonreír... Y hasta gritar sus entuertos... Sumergiend­o la mirada, en el pozo de lo eterno... Lo sintieron suspirar... Y confesar su destierro... Cuando el baúl de la fe, se inunda de desaliento­s...

El rocío de aquel día, cuenta cómo fue más lento el clarear de las luces sobre los bancos de hierro,

Andrés Luis Cañadas pero dicen las mañanas que, en mitad de aquel encierro, el milagro de Dios vivo, tomó la forma del Verbo. Porque de repente... el alba, se abarrotó de reflejos, y surgieron los colores... y renacieron los besos... Los naranjos respiraron... La vida siguió viviendo... Y nacieron dos palomas de la entraña del talento. Dos nubes de espuma blanca... Dos refugios de los rezos... Dos rinconcito­s de luz... Dos estrofas de un soneto.

Y fue que la carcelera, y también fue que, hasta el tiento, tuvo que menguar su hechura hasta quedarse sin eco, pues el sol de nuevo día, despejó los desconsuel­os, y la nueva primavera finiquitó los infiernos...

Tomó forma de suspiros el espíritu del pueblo, susurro de una sonanta, con perfiles “buleaeros.” Pues por aquel barrio saben, que Dios habla a los flamencos... cuando vuelan por Santiago... ¡Las manos del Prendimien­to!”

Que Dios te bendiga, Patriarca…

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