Diario de Jerez

La Virgen del Carmen Coronada llegó al Perpetuo Socorro a lo grande

● La Santísima Virgen visitó algunos templos antes de llegar al barrio de Las Torres

- M. Sotelino

A las cinco de la tarde se abrían las puertas de la basílica del Carmen Coronada para proceder a la procesión de traslado de la imagen del Carmen hasta la parroquia del Perpetuo Socorro. El sol en todo lo alto y el cortejo de acólitos y representa­ción de los padres carmelitas y redentoris­tas perfectame­nte colocados para bajar la famosa rampa que conducía a la Santísima Virgen hasta el suelo terrenal.

La Virgen del Carmen Coronada estrenaba para esta misión que tendrá lugar en la parroquia de los padres redentoris­tas un terno de oro y seda. Primorosam­ente vestida por José Carlos Gutiérrez. La parihuela de la hermandad del

Transporte sirvió como andas para la la Virgen del Carmen que iba primorosa.

A partir de ahí, sonaba la música. Interpreta­da por la Banda de Música ‘Maestro Agripino Lozano’ de San Fernando. Concretame­nte ‘Reina del Carmelo’ del maestro don Germán Álvarez Beigbeder. El momento fue una delicia se mirara desde el prisma que se hiciera. Un regalo después de una Semana tan pasada por agua.

La comitiva tomó la dirección contraria a la que nos tiene acostumbra­dos. Carpinterí­a Baja para llegar a la plaza Peones y así ir buscando el santuario diocesano de San Lucas donde hizo su primera parada. El convento de Santa Ángela de la Cruz, San Juan de los Caballeros, la capilla del Cristo

La imagen Coronada estrenaba para este día un terno de seda bordado en oro

del Amor, la parroquia de Santiago y así hasta llegar al Calvario donde la Virgen de la Piedad también tenía tiempo para saludar a la Madre del espíritu carmelitan­o.

Llegó la Santísima Virgen hasta el Perpetuo Socorro donde permanecer­á unos días de misión junto a la comunidad de religiosos redentoris­tas. Serán días de gloria y milagros porque la Virgen del Carmen estará en el barrio de Las Torres.

A menudo gravita sobre la ciudad una ambientaci­ón muda que estrecha las manos de lo hiperbóreo y lo meridional. En un pispás el mutismo se torna charla. El silencio a su vez se disuelve con la conversaci­ón de honda raíz española. No hay más que atender de reojo -y no hacer oídos sordos- a los diálogos de filosofía del saber popular -léase antiguo bachiller de la calle- cuyas sentencias parecen dictadas por el mismo Eratóstene­s -tercer director de la Biblioteca de Alejandría- que surgen en derredor -mesas más próximas- durante nuestro habitual desayuno en el bar de costumbre. Uno no peca de entrometid­o: más bien la escandaler­a del vocerío induce a la agudeza de la observació­n. Yo, como cantara Aute, sólo “pasaba por aquí”. Jerez no malgasta las mañanas tal si fueran “triviales como un baile de máscaras”, que escribiera Sabina. Bien mirado -¡y mejor visto!- aquel jerezano que posee una intuición sapientísi­ma no descuida la huella del entretiemp­o. Y, con Blas de Otero, indistinta­mente se encuentra “nadando y escribiend­o en diagonal” mar adentro o bajo noches de frescor y asomos de insomnio. Otros duermen a pierna suelta, que es posición de conciencia en paz.

Hemos saltado -a la comba- de las precipitac­iones -de agua con barroen Semana Santa a la precipitac­ión del respetable por pisar la orilla -del agua con arena- de nuestras playas de referencia. La ciudad extraña la ausencia del chirriar de la nostalgia. Este año los vehículos pasan ante nuestro palmo de narices sin operar ninguna musicalida­d con la carente cera de los nazarenos derramada sobre el asfalto. 2024 nos ha arrebatado ese concierto diurno para instrument­os desafinado­s. Los neumáticos se tornan, pues, menos jaracandos­os. Y las miradas -que reposan entre la paloma y el toro- ya fijan las perspectiv­as en el Real de la Feria. En Jerez la inquietud nunca horada la tradición. Y ahora el ciudadano, por expresarlo con título de poema de León Felipe, es el propio “himno o canción del hombre”. Una melodía que, como un horóscopo consabido, centra sus semicorche­as en este almanaque de la transición. En el ínterin que transcurre -como un cartabón de horas de sol- entre la asistencia a la Casa de Hermandad -con olor a incienso- y la concurrenc­ia a la Caseta de Feria -con olor a pimientos fritos-. Del lunar en el calendario que ha supuesto una Semana Mayor en blanco al blanco lunar de los trajes de las guapas jerezanas sobre el albero de esta otra fiesta universal también de empaque. De las túnicas de cola a la cola de aficionado­s para adquirir sus entradas de volapié y Puerta Grande. Feria no es una terminolog­ía ni fugitiva ni vibrátil. Sí, por el contrario, alada y musical. Mismamente nos inspira los ensueños de la fantasía que la garantía de toda improvisac­ión. “Oh rosa siempre fresca, oh rosa siempre lista”, exclamaría Apollinair­e. Quien antes jamás había pisado la Feria de Jerez sólo esboza una expresión rotunda tras el eco -con perfil de conjunción socialde la experienci­a de su disfrute: “Esto soñé”, que es además título literal de un poema de Antonio Machado. También la Feria, como la Semana Santa, cuenta con sus prolegómen­os, con sus prefacios. Con sus albores. Aunque sin tañi

MARCO A. VELO dos de campana del gozo que se aprovecha -y se paladea- incluso más que la fiesta. En Semana Santa las manillas del reloj se aceleran. In ictu oculi. Y todo se escapa, tan resbaladiz­o, con precipitad­a agonía de nostalgia. En Feria, por el contrario, la naturaleza obedece al imperativo de los Romeros de la Puebla: “Tiempo detente”. Manos arriba -para bailar-, que esto es un atraco de la alegría cuya intensidad, como el rayo de Miguel Hernández, no cesa. ¿Y qué ha acontecido en Jerez tras la Semana Santa y previament­e a la noche del alumbrado aún por venir -con soniquete de bombilla encendida- al arrullo de la intimidad familiar? Pues digamos que la celebració­n de un cumpleaños de arte y salero. Rebosante de simpatía. La que derrocha el joven veterano Santiago Zurita. No me refiero al narrador Santiago Zurita Manrique. Sino al alma mater -todo un clásico- de la iglesia de San Mateo y su portentosa cofradía: Santiago Zurita Irigoyen. Ha cumplido 85 años en loor del cariño de su familia. Cuando le pusieron la tarta sobre la elegante mesa de camilla, a decir verdad un tanto distanciad­a del alcance de su rostro, Santiago advirtió que estaba demasiado lejos para apagar las velas con “Un soplo de aire fresco”, como la novela de Don Winslow según ‘Los misterios de Neal Carey’. Llevaba razón don Santiago. Cuando aproximaro­n el pastel a la comisura de los labios, Santiago, ente bromas y veras, como consumado especialis­ta en números, alteró el orden de los factores de sendas velas. Y, serio, sin encomendar­se ni a Dios ni al diablo, colocó el número cinco delante del ocho, de modo que por segunda vez Santiago soplaría sus 58 primaveras con ímpetu de chaval curtido en mil batallas. Y es que Santiago, ducho en la agilidad de un finísimo sentido del humor, siempre supo que la edad no comporta una determinad­a suma de años sino que, como el soporte de la juventud, comprende un estado del espíritu. ¡Y no le falta razón a este chiquillo de pelo cano!

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REPORTAJE FOTOGRÁFIC­O: MANUEL ARANDA La Santisima Virgen del Carmen Coronada, por Carpinterí­a Baja.
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Muchos devotos estuvieron presentes en este traslado a Las Torres.
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La Virgen del Carmen celebrará en 2025 el centenario de su Coronación.

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