Normalizar a Bildu MÉDICA Y MADRE
EXISTE una coincidencia casi total en las encuestas publicadas el pasado lunes, último día legal para hacerlo, sobre las elecciones vascas del domingo. Bildu va a ser, aunque por márgenes estrechos, el partido más votado. Aunque finalmente no se dé el resultado que anticipan los sondeos –los errores han sido más frecuentes que los aciertos en los últimos años–, sí cabe extraer una conclusión de la anodina campaña que han desarrollado los partidos vascos: Bildu es una fuerza política normalizada y la sombra que proyecta ETA no es un factor determinante en la valoración de los ciudadanos. La responsabilidad de este fenómeno, en el que hay una voluntad real de ocultación de lo que fue el fenómeno terrorista, hay que atribuirla a Pedro
Sánchez y a la política de pactos con la que llegó al poder tras la moción de censura de 2018. En estos cinco años largos los socialistas han hecho del partido que maneja Arnaldo Otegi uno de sus socios preferentes, aunque esta formación siga metiendo en sus listas a condenados por pertenencia a la banda terrorista y no haya sido capaz de condenar las actuaciones que durante medio siglo ensangrentaron España. No es en absoluto descartable que con los
Mresultados del domingo en la mano se abra paso una fórmula de colaboración en el Parlamento vasco entre socialistas y Bildu. El Partido Socialista de Euskadi niega tajantemente esa posibilidad. Pero nadie duda a estas alturas que se hará lo que convenga a Pedro Sánchez para mantener su estabilidad en el Congreso. La decisión final no se adoptará en el País Vasco ni tendrá en cuenta las circunstancias que allí se dan. No deja de resultar una paradoja trágica que mientras el Gobierno tiene en la recuperación de la memoria del franquismo y de la Guerra Civil una de sus líneas básicas de propaganda, contribuya con el blanqueamiento de Bildu a que se borre la memoria de las víctimas de ETA, hasta el punto de que en estas elecciones nadie haya hablado de ellas.
Bildu llega a las elecciones vascas sin la sombra de ETA por el proceso de normalización y blanqueamiento que ha hecho Sánchez en los últimos años
ÓNICA García, ministra de Sanidad se presentó a las elecciones autonómicas como cabeza de lista de Más Madrid. Su lema era médica y madre. Ahora, su Ministerio acaba de tener una reacción que provoca, cuando menos, polémica. Por no decir indignación. Ante la reclamación de un afectado por la vacuna del Covid, que le ha provocado una miocarditis, la respuesta de Sanidad ha sido que el afectado se vacunó libremente y por tanto debe asumir las consecuencias, suya es la responsabilidad.
Hay que tener un corazón muy duro, una cara muy dura, para responder así al reclamante. El Ministerio de Sanidad y la ministra Mónica García deben haber olvidado cómo vivieron la pandemia los españoles, aunque los españoles tienen muy presente qué ocurrió aquellas semanas.
Presentar el certificado de vacuna era obligatorio para todo tipo de desplazamientos, los propios centros de salud se dirigían a los ciudadanos para indicarles el día y hora de la cita de vacunación, y hubo un jefe militar que perdió el cargo porque se “saltó” el procedimiento para adelantar así la cita.
A la práctica totalidad de los ciudadanos les pareció bien vacunarse, era la forma más eficaz para luchar contra la pandemia, así como la manera de protegerse uno mismo y solidarizarse con los demás. Fueron tiempos de angustia y miedo, y aunque nadie te ponía una pistola en el pecho para que te vacunaras, los llamamientos a vacunarse, con reflexiones sobre las consecuencias de no hacerlo y el peligro al que se exponía a aquellos con los que nos relacionábamos, eran constantes. Es más: se demonizó a quienes se negaban a vacunarse, como bien saben por ejemplo Miguel Bosé o Santiago Abascal.
Coincide este episodio con la decisión de convocar a José Luis Ábalos a la comisión parlamentaria del Congreso que investiga la compra de material sanitario en tiempos del Covid. El ex ministro de Transportes se suma a la lista que incluye, entre otros, a Salvador Illa como ex ministro de Sanidad, más a Isabel Díaz Ayuso como presidenta de Madrid y Alberto Núñez Feijóo, de Galicia.
Todos explicarán cómo organizaron las compras, y el que tiene más complicada su situación es Illa, porque quienes conocen ya los primeros datos sobre aquellos tiempos confusos aseguran que el equipo de Illa pagó un precio más alto que nadie, tanto de material como de transporte, y que además gran parte de lo comprado nunca se llegó a distribuir, con pérdida de millones de euros.
Hubo gobiernos regionales que actuaron con mayor prontitud y eficacia, y con costes muy inferiores a los del Gobierno central.
A cada cual, lo que le corresponde. Y a Mónica García, médica y madre, más sensibilidad ante quienes sufren secuelas por aquella trágica pandemia.
Hubo autonomías que actuaron con mayor prontitud y eficacia, y con costes muy inferiores a los del Gobierno central