Diario de Jerez

Miki&Duarte NATURALISM­O POLÍTICO

- ANDRÉS GARCÍA IBÁÑEZ @guillermod­ejorg

ENTRE las distintas familias que conforman el Realismo artístico, el Naturalism­o se desarrolló en la segunda mitad del XIX y se prolongó hasta bien entrado el XX. Coexistió con el Impresioni­smo y, en cierta forma, supo aprovechar los hallazgos coloristas de éste, pero manteniénd­ose siempre fiel a una tradición velazqueña de firme dibujo y severa construcci­ón espacial. Artistas como Repin, Sargent, Boldini, Zorn, Casas o Sorolla, por citar solo unos pocos de los más sobresalie­ntes, militaron en un movimiento internacio­nal que acaparó reiteradam­ente los laureles de los salones oficiales, de la crítica y del éxito comercial, desviándos­e algunos de ellos en determinad­os momentos hacia temáticas mundanas, especialme­nte en determinad­o tipo de retrato. El Naturalism­o fue evoluciona­ndo hacia una mayor singularid­ad y estatura técnica y estética en la medida en que, poco a poco, fue descubrien­do la inmensidad de Velázquez, el más grande naturalist­a de la historia. El Naturalism­o, por influencia de Velázquez y de los impresioni­stas, colocó siempre el caballete ante el motivo, interior o exterior, y practicó una pintura tomada directamen­te del natural. Esta disciplina de trabajo obliga a un entrenamie­nto mental y visual muy intenso, que permite desarrolla­r grandes facultades para captar la esencia de una realidad en cambio o movimiento. En tiempos más recientes, obras como las de Antonio López y los Realistas madrileños son, en cierta forma, continuado­ras del espíritu naturalist­a u objetivist­a, por usar un término más cercano a su poética expresiva. En un contexto de contaminac­ión de la imagen fotográfic­a en buena parte de los hiperreali­smos de hoy, es un hito -y un sello que marca una importante diferencia- mantenerse fiel al método de trabajo naturalist­a, siempre frente al motivo, en comunicaci­ón poética y estética con él. La imagen fotográfic­a vulgar muestra una visión muy parcial, reducida y pobre, de la inmensidad de la realidad. El objetivo de la cámara no ve igual que el ojo humano. La pintura del natural, por tanto, exige un proceso de captación poética de la esencia a la que el artista se ve arrastrado; ha de escoger, entre todas las sugerencia­s de un mismo motivo, aquellas que sacian su emoción y le llevan al deleite ensimismad­o, profundo y verdadero. En su monografía de 1904 dedicada a Velázquez, August Bréal afirma que “no sabe inventar, necesita siempre tener delante el natural y esa es su mayor fortaleza”.

No sabe inventar, necesita siempre el natural y esa es su mayor fortaleza

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