BERNARDO PALOMO
Cádiz y que después, tuvimos la oportunidad de ver en su extraordinaria comparecencia en la galería madrileña My name’s Lolita, una de las más importantes del panorama expositivo nacional.
El proyecto presentado por la artista de la Isla de León, ‘Entre la sal y el viento’, nos sitúa en ese personalísimo imaginario de la autora por el que una serie de elementos extraídos del entorno de la artista son protagonistas de un relato marcado por una realidad que, sin ser mediata del todo, rompe el ritmo habitual de lo que la mirada capta y se adentra en un universo donde todo queda supeditado a una existencia entre lo real y lo imaginado.
La obra de Silvia Lermo, figurativa y llena de los planteamientos formales adecuados, no se detiene sólo en los desarrollos extremos de un realismo exacerbado y efectista; más bien todo lo contrario, crea un universo personal que trasciende más allá de la propia ilustración de lo real. Su pintura descubre a una artista preparada en todos los sentidos; sin vacías formulaciones que no interesan a nadie ni relatos ajustados al simple desarrollo de lo concreto. Se vale de imágenes encontradas, de escenarios cercanos, de elementos que están en el círculo vivo de la artista, sus amigos, los animales domésticos - Silvia Lermo es autora de un especialísimo animalario muy bien definido, que es único, personal e intransferible y una de las señas identificativas de la autora-; con todo ello consigue interponer un paisaje íntimo donde intervienen unos actuantes convincentes, que marcan las coordenadas de una pintura llena de entidad y trascendencia.
No es de extrañar que el proyecto de Silvia Lermo haya destacado. Ella es una artista convencida que ejecuta una pintura que no ofrece resquicio alguno a la duda.
Escribí, en cierta ocasión que ‘Silvia Lermo nos hace presente una realidad a contracorriente. Los personajes habitan un mundo silente, casi ajeno a una existencia real, que sólo manifiesta retazos de un universo de recuerdos. La obra conmueve, inquieta, transporta a espacios mediatos que asoman como escenografías de una vida donde la humanidad desentraña acciones que renacen después de haber perdido la naturaleza con lo que fueron concebidas’. No me cabe duda de ello. La artista posee un lenguaje propio; un lenguaje que se aleja de los postulados igualatorios que, tanto abundan en el arte actual; es artista total, creadora consciente que sabe muy bien lo que quiere y que sabe, además, hacerlo llegar de forma personal y única.
La beca Daniel Vázquez Díaz acierta con la designación de esta artista que forma parte de ese grupo activo, importante y lleno de entidad, del arte joven andaluz.