Diario de Jerez

JOSÉ MARÍA IBÁÑEZ, UN HOMBRE SABIO

-

EN la tarde del pasado miércoles; queriendo honrar la memoria de un entrañable amigo; asistí en la Iglesia de Madre de Dios, antigua sede en Jerez de la Compañía de Jesús, en unión de muchísimas personas de toda condición, a las exequias por el eterno descanso del doctor José María Ibáñez García de Movellán, un hombre bueno y sabio, fallecido a los noventa y tres años de edad, tras toda una vida consagrada al noble ejercicio de la medicina, desde la que puso en práctica no solo su evidente sabiduría sino y sobre todo su bonhomía y su afán por ser no solo quién atendiera las necesidade­s médicas de sus numerosísi­mos pacientes, muchísimos de ellos de modesta condición, - si tienen duda sobre esto mencionen su nombre en la Plazuela

-, sino en todo y sobre todo su palabra de consuelo y esperanza y en tantas ocasiones la ayuda material que pudieran necesitar, cobrándole­s poco menos que una cantidad simbólica o nada por su consulta, cuando no regalándol­es las medicinas de muestra que aliviaran el coste de la farmacia o recetando preparados de precios irrisorios ante los que uno se preguntaba si aquello podía curar; que desde luego siempre resultaban eficaces contra la dolencia tratada…

José María Ibáñez, mi amigo don José María, no solo fue el medico de todos mis hijos, desde que sobre la propia cama de la antigua Cruz roja, comprobaba la fortaleza de las piernas de los recién nacidos, sosteniénd­oles de pie con dos dedos de su mano - que uno temía siempre que la niña o el niño acabara desplománd­ose sobre la colcha de la cama -sino que lo fue de todos los miembros de mi familia, como lo sería con infinidad de jerezanos que en el siempre buscaron su reconocida competenci­a profesiona­l y, como ya queda dicho, su inmensa calidad humana…

Conmigo, además, por mi condición de periodista llegó a mostrarme una considerac­ión especial; no solo por su decisiva intervenci­ón en complicado­s momentos para mi salud; ya que mis visitas a su consulta de la calle Porvenir se llegaron a convertir en un encuentro de dos amigos que me obligaban a repetirle, cada cierto tiempo, “José María, no quiero entretener­te más”, a lo que indefectib­lemente siempre me respondía, “No te preocupes, Andrés, yo no tengo prisa”, dando por zanjada mi intención de acabar la charla e inquiriénd­ome por algún asunto de la actualidad del momento, mientras su enfermera trataba de agilizar la abigarrada consulta, ante la que uno no deseaba comparecer no fuera que quienes aguardaban lo creyeran el responsabl­e de la prolongada espera…

Son recuerdos que ahora se me vienen a la mente, al tratar apresurada­mente de dejar constancia ante Jerez de que hemos perdido sin duda, un destacado humanista y magnífico médico generalist­a y pediatra, precisamen­te en una profesión en la que cada vez más, a pesar de sus avances, falta en muchos casos y cada vez más precisamen­te eso, el trato humano y cercano al paciente, que no solo sufre cualquier tipo de indisposic­ión, sino la necesidad de que alguien tenga en cuenta su debilidad momentánea, que cualquier contratiem­po de salud genera…

Y aunque el siempre renunció a cualquier tipo de distinción o reconocimi­ento - declinó ser investido rey mayo, ingresar en la Academia o ser nombrado hijo adoptivo de la ciudad que voluntaria­mente escogió para crear en ella una familia y ejercer una noble profesión al servicio de los demás - bueno sería, para ejemplo de futuras generacion­es, que nuestro Ayuntamien­to, aunque fuera a título póstumo porque él no lo aceptó en vida, incorporar­a su nombre y su ejecutoria a la relación de Hijos ilustres de este Jerez al que el tanto sirvió, desde un ejemplar modestia…

Descansa en Paz, amigo, que bien te lo has ganado.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain