Diario de Jerez

OCASIÓN FALLIDA CON GIBRALTAR

- ALBERTO GRIMALDI

EL acuerdo que ultiman Reino Unido, Comisión Europea y España –ayer tampoco hubo acuerdo– sobre el encaje de Gibraltar en la era pos-Bréxit supondrá un cambio histórico: la desaparici­ón de la Verja que ha delimitado el territorio cedido por el rey español al inglés en 1713 en Utrecht y el que las autoridade­s británicas del Peñón han asimilado posteriorm­ente sin el amparo del Tratado firmado entonces (habitualme­nte aprovechan­do momentos de debilidad española).

La erradicaci­ón de la barrera física que separa este territorio de ultramar británico

de la comarca que lo circunda será un cambio trascenden­tal que busca tener un efecto positivo para ambas partes, pero no dejará de ser un ejercicio de voluntaris­mo si no quedan suficiente­mente descritas las contrapres­taciones que dará la colonia.

Porque es una obviedad que los más beneficiad­os serán los gibraltare­ños, que tendrán aún más facilidade­s para garantizar­se el movimiento de personas y mercancías hacia la Europa comunitari­a que Reino Unido decidió abandonar en el infausto referéndum de 2016 (hay que enfatizar que contra el sentir mayoritari­o de los llanitos, que votaron masivament­e remain).

Sin un concreto articulado que asegure que acabará el dumping fiscal que ejerce desde hace decenios Gibraltar sobre su Campo, su inclusión en el espacio Schengen

España pierde la oportunida­d de convencer a los llanitos de que la cosobernan­ía era su mejor opción tras el Bréxit

probableme­nte lo que hará es multiplica­r la diferencia de renta que ya existe a un lado y al otro de la Verja.

Desde que se supo que los británicos votaron por el Bréxit, la Comisión Europea dejó claro que España tendría derecho de veto en los acuerdos o tratados que se llegaran para establecer cómo sería la nueva relación de Gibraltar con la UE.

Por eso cualquier acuerdo, por positivo que parezca sobre el papel, es una oportunida­d perdida para España, una ocasión fallida más que nace de la acomplejad­a política socialista respecto al Peñón.

De hecho, el gran beneficio para España que el ministro José Manuel Albares esgrime para defender este acuerdo es el uso conjunto del aeropuerto de Gibraltar –estatus que, por cierto, Fabian Picardo rápidament­e ha rebajado– ya lo pactó su predecesor, también socialista, Miguel Ángel Moratinos, en los Acuerdos de Córdoba de 2006, de los que nunca salió un uso conjunto, apenas un vuelo desde Barajas que languideci­ó pronto.

España pierde la ocasión de convencer a Gibraltar de que su mejor opción tras el Bréxit era la cosoberaní­a, un largo periodo en el que normalizar una anomalía histórica.

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