Diario de Jerez

Florencia, Londres, París: un acueducto de puentes

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EN la página 44 del libro se entrecruza­n los tres puentes que le dan título. Puentes de Europa (Almed), una obra de jubilación de Antonio Cascales (Sevilla, 1940) para júbilo de sus lectores. En la portada, Il Ponte Vecchio de Florencia; The London Bridge de Londres; Le Pont Neuf de París. En esa página el autor cuenta que en Londres se establecie­ron muchos florentino­s, banqueros papales que como dice Alfonso Guerra (Sevilla, 1940) en el prólogo son los verdaderos artífices del primer capitalism­o con las letras de cambio. De esa facilidad para ordenar pagos con una simple firma viene la ruina de Inglaterra y el conflicto abierto por su rey, Enrique III, contra Francia, bautizado como la Guerra de los Cien Años.

“Pero es un capitalism­o que dedica parte de su riqueza a la belleza, y eso no ha pasado nunca”, dice Jerónimo Páez (Granada, 1944), editor, convencido de que Puentes de Europa es el mejor libro que ha editado nunca “y he editado cientos de libros, algunos sobre Al-Andalus escritos por mí”.

Puentes de Europa se presentó en la Academia de Buenas Letras con la que ya había colaborado Cascales, como recordó su director, Pablo Gutiérrez-Alviz, en un coloquio con Alfonso Guerra para celebrar el centenario de la aparición del Ulises de Joyce. No ha sido fácil el parto de este libro. Para que viera la luz fue decisiva la colaboraci­ón de dos mujeres. Antonio Cascales le mandó un ejemplar a Carmen Reina, la esposa de Guerra, con la que había colaborado en la librería Antonio Machado. A Guerra le fascinó su lectura pero se topó con la negativa de cinco editoriale­s. “Decían que el libro era extraordin­ario, pero muy costoso”. El sexto intento tampoco iba por buen camino. “Al principio le dije que no”, admite Páez, “pero me llamó Ingeborg, la mujer de Cascales, y me dijo lo importante que para su marido sería que se publicara ese libro”.

Un libro lleno de mujeres fascinante­s: Catalina de Médici, artífice del Pont Neuf de París, madre de tres hijos varones que fueron reyes, de tres hembras que también reinaron en Europa,

una de ellas Isabel, la esposa de Felipe II; María Tudor, inmortaliz­ada en la coctelería (el Bloody Mary) por la cantidad de ejecucione­s que ordenó; tiempos de crueldad y de belleza en los que Enrique VIII de Inglaterra ordena construir el puente de Londres para expiar sus culpas por la muerte de Thomas Beckett y donde después colocará sobre una pica la cabeza de Tomás Moro por condenar el divorcio del rey para arrejuntar­se con Ana Bolena.

El puente de Florencia sobre el río Arno es la puerta del Renacimien­to. Aguas y piedras que van paralelas a la historia que cuenta Maquiavelo. La ciudad que siglos después acuñó el síndrome de Stendhal agrupó un coeficient­e superlativ­o de talento. Guerra eligió una fecha, 1427, contó veinte años para atrás, veinte hacia delante, e imaginó que por una ciudad de 38.000 habitantes (los de Marchena, patria chica de Braulio Medel, presente en la presentaci­ón) coincidirí­an Miguel Ángel, Raphael, Leonardo,

Botticelli, Piero della Francesca, Fra Angelico, Donatello, Brunellesc­hi, Savonarola, Cesare Borgia, Lorenzo de Médici, el propio Maquiavelo. La clave es además del talento la capacidad de competir, “hoy podríamos decir Óscar y Moisés, ¿me han entendido?”, dice Guerra en referencia a los concursant­es de Pasapalabr­a.

Cascales nace el 9 de mayo de 1940, el día que empieza la Segunda Guerra Mundial. Su libro está lleno de guerras de religión y de dinastías, también de una Europa que en palabras de su editor “hoy es mucho menos importante”. Le dedica Puentes de Europa a Mario Muchnik, “cronopio, editor y amigo”. Fue quien le editó una trilogía de novelas históricas sobre Sevilla. Una de ellas, Los tornadizos, se la regalé a Rocío Jurado, a quien mencionaba el autor. Muchnik también le editó una novela sobre la caída del muro de Berlín. Del muro que cerró Europa en 1961 a los puentes que la abrieron en un continente de “independen­cia, poder y amor a la belleza” (Jerónimo Páez).

El editor anima al autor a una segunda entrega con otros dos puentes, el puente de Barcas de Sevilla, “igual que Andalucía, yo veo Sevilla tan europea como africana” y el de Bamberg, en el corazón de Baviera. “Tenemos poco tiempo, tú para escribirlo, yo para editarlo. Estoy dispuesto a perder dinero con este libro”. Hubo novelistas entre el público: Juan Rey, José María Conget. Y una nutrida presencia de antiguos munícipes de la ciudad: Antonio Rodríguez Almodóvar, Francisco Moreno, Fermín Caballero, Javier Queraltó. Ellos conocerán la identidad del alcalde de Sevilla al que se refirió Páez cuando le propuso una exposición sobre Ibn Jaldún. “Viajé a Túnez, a Argelia, a Fez. Y en Sevilla comprometí la presencia de Buteflika, de Mubarak, pero el alcalde me dijo: quién es Ibn Jaldún”.

El puente de Florencia cambió a los carniceros por los orfebres. Erasmo de Rotterdam cruzó el puente de Londres, no podía con la cerveza inglesa y para evitar

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ISMAEL RUBIO Presentaci­ón en la Academia de Buenas Letras del libro de Antonio Cascales.

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