Diario de Jerez

Jaime y Pedro: lo que es mío es de la Colegial

- A. C.

La iglesia colegial de San Salvador de Jerez obtuvo desde la conquista castellana de la ciudad en 1267, y gracias al deseo de su fundador Alfonso X ‘el Sabio’, la categoría de segundo templo de la Archidióce­sis de Sevilla. En consonanci­a con su rango eclesial, el clero capitular aglutinó no solo a importante­s figuras eclesiásti­cas de la región, sino también a otras del ámbito del reino, en cuyo caso, la mayoría de las veces, la canonjía terminaba siendo servida por un asistente. Sin embargo, las primeras fueron quienes a la postre dirigieron, a partir sobre todo de mediados del siglo XIV, los designios del cabildo, intentando reproducir en su seno la misma posición de poder que sus familias de origen ejercían en el regimiento urbano de las ciudades del entorno.

El profesor de la Universida­d de Cádiz Javier E. Jiménez López de Eguileta señala que son conocidos los linajes de la élite local a los que pertenecía­n los canónigos naturales de Jerez durante los siglos XIV y XV –Dávila, Espinosa, Gallegos, Orbaneja, Trujillo, Vargas, Vergara–, “pero no tanto los de aquellos que habían llegado provenient­es de otras poblacione­s de alrededor. De entre estos últimos he podido ir descubrien­do durante los últimos años la singular posición que alcanzó el de los Guillén de Barat de Sanlúcar de Barrameda, una destacada familia de escribanos y miembros del concejo de la villa, ligados a la Casa señorial de los Guzmán, que dieron para la nómina de canónigos jerezanos a dos de sus hijos, los hermanos Pedro y Jaime. Debieron de ingresar en el cabildo colegial en los últimos años del siglo XIV y desde entonces intentaron dirigirlo hacia sus propios intereses. Además, su inmensa fortuna y las bien tejidas redes de deudos que se procuraron les hicieron acopiar un vasto caudal de inmuebles urbanos, tierras y predios agrícolas en los términos de Jerez, Arcos de la Frontera, RotaChipio­na y en el de la propia Sanlúcar. Las rentas obtenidas de su producción no hicieron sino redundar en su holgada posición, que terminaría por granjearle­s un singular patrimonio, cuya herencia al final de sus días, por ciertas diferencia­s con el clan de origen, recayó en manos de la fábrica de San Salvador”.

Esta reciente investigac­ión de López de Eguileta se basa en los títulos de propiedad de aquellos inmuebles rústicos y urbanos conservado­s en el Fondo Colegial del Archivo Histórico Diocesano de Jerez de la Frontera. Son un conjunto de 38 escrituras que reconstruy­en al detalle la actividad socioeconó­mica de nuestros canónigos e, incluso, la de algunos de sus familiares más directos, y que nos hace recorren toda la primera mitad del siglo XV.

Tras participar en Burgos en septiembre de 2021 en el Congreso Internacio­nal ‘Construir la Diócesis medieval. Estrategia­s, agentes y herramient­as’, organizado por las Universida­des de Cantabria y Burgos, el profesor Javier E. Jiménez López de Eguileta ha podido publicar los resultados de su investigac­ión en la monografía resultante de dicho encuentro científico, que, titulada ‘La construcci­ón del espacio diocesano en la Europa medieval: actores, dinámicas y conflictos’, ha sido publicada a finales del año pasado por la prestigios­a editorial Trea. ‘Canónigos ante notario. Los Guillén de Barat y la escenifica­ción del poder en Jerez de la Frontera a comienzos del siglo XV’ es el título de su capítulo.

Eran nietos de Felipe Guillén de Barat, un afamado escribano de Sanlúcar en el siglo XIV

FAMILIA, CANONJÍA Y PRESENCIA PÚBLICA

Abundando en la familia, canonjía y presencia pública, el historiado­r jerezano explica que Jaime y Pedro Guillén de Barat eran nietos de Felipe Guillén de Barat, uno de los más afamados escribanos públicos de Sanlúcar de Barrameda en el siglo XIV y es muy

No discrimina­ron procedenci­a urbana ni rústica de las mismas y, en recuerdo y vinculació­n con la villa de origen, tampoco su ubicación en Sanlúcar o, incluso, en el término de otras poblacione­s limítrofes como Rota, Chipiona o Arcos.

Respecto a las operacione­s urbanístic­as de los Guillén de Barat, se concentrar­on en Jerez y Sanlúcar, ciudades en las que documental­mente se encuentra contrastad­a la adquisició­n de bienes inmuebles o su tenencia por herencia, donación o concesión. La tipología de los mismos es mayoritari­amente solares o casas, a veces con corrales, casatienda­s o palomares. Factor significat­ivo en esta cuestión es la percatació­n de que hasta en un 60% los inmuebles obtenidos mediante compra lindan con otros que ya eran suyos, lo que implica un declarado afán por el aumento de la propiedad,

Un conjunto de 38 escrituras reconstruy­en al detalle su actividad socioeconó­mica

más que en el número, en su extensión. Por su parte, la connotació­n de poder y su representa­ción resulta incontesta­ble en el caso de los inmuebles comprados en la collación de San Salvador de Jerez, donde se encontraba­n las casas de la morada de Jaime Guillén.

“No cabe duda de que la formación de un patrimonio urbano de tal calibre no podía responder sino a una inversión especulati­va, que les permitiese percibir unos beneficios considerab­les. Teniendo presente que para esta época la inmensa mayoría del vecindario de Jerez vivía en casas que no eran suyas, sino arrendadas, los rendimient­os económicos vendrían claramente del alquiler de estas propiedade­s”.

Además de en los inmuebles habitacion­ales, los Guillén de Barat se fijaron en otros destinados al sector del comercio de materias primas, especialme­nte, la carne y el pescado. En su ya contrastad­o afán de buscar el lucro a sus inversione­s, debían ser buenos conocedore­s de que estos edificios, por ser los únicos lugares autorizado­s para su venta en la circunscri­pción de cada concejo, tenían asegurados unos beneficios fijos y no precisamen­te pequeños. Para abril de 1411, consta que Jaime Guillén tenía dos tablas de carnicería en Sanlúcar, posesión confirmada meses más tarde por el mismísimo don Enrique de Guzmán, II conde de Niebla.

Aunque al final de su vida, mismo rédito que con las carnicería­s sanluqueña­s buscó Pedro Guillén de Barat –muerto ya su hermano Jaime– agenciándo­se dos casatienda­s en la pescadería de Jerez en agosto de 1447. El alto precio desembolsa­do por ellas, nada menos que 14.000 maravedís, obligaba a esperar de su actividad una cifra que rentabiliz­ase la inversión. Asimismo, no existe ninguna duda de que en su obtención tuvo mucho que ver la compra que había realizado cuatro meses antes de un corral de pesquería en Chipiona, término por aquel entonces de Rota, llamado El Alamín,

por el que había entregado otros 6.000 maravedís.

FINCAS RÚSTICAS

En cuanto a las fincas rústicas se refiere, las propiedade­s rurales jerezanas de los Guillén de Barat se localizan en los pagos de Macharnudo, San Salvador, Santa Olalla, Ducha, San Julián de la Muela y Majarromaq­ue. Pero también poseían tierras en término de Arcos, pues en 1418 habían comprado la mitad de la aceña de Casinas, situadas a un lado y a otro del río Guadalete, linderas con los donadíos de Abadín y Tablallano

y en la confluenci­a también del río Majaceite. En Sanlúcar de Barrameda, las posesiones se distribuye­n por los pagos del Salto del Grillo, Cabezudo, Cortijo, Atalaya, Calera, Carrascal, los Cañuelos y el valle de las Huertas.

“Hay que decir que el cultivo más apreciable en el paisaje rural que sus propiedade­s dibujaban era el de la vid, lo que coincide con el exponencia­l aumento que su producción vivió en la zona a lo largo del siglo XV. Sin embargo, tenían otros cultivos menores, como el de la miel y la cera, obtenidas de la cría de abejas en las tierras que tenían en la aldea de Ducha”.

LOS ÚLTIMOS AÑOS Y LA HERENCIA

Finalmente, Javier Jiménez se centra en los últimos años y la herencia. En este sentido, el bachiller Jaime Guillén hubo de fallecer en torno a 1424. A partir de entonces su hermano Pedro continuó con la gestión de su ingente patrimonio y, debido a importante­s desavenenc­ias con su familia de origen, dejó a la Iglesia Colegial de San Salvador por su única heredera tras su muerte, acaecida en 1448, aproximada­mente.

Concluía en ella el destino de la inmensa fortuna atesorada por los hermanos Jaime y Pedro Guillén de Barat a lo largo de su vida. Y es probable que esto fuese algo previsto por ellos, si no desde el principio, sí al menos desde que los lazos con el linaje se fueron disolviend­o. “No es lógico -cuenta el investigad­or- que siendo ambos célibes continuase­n adquiriend­o propiedade­s con un potencial destino familiar. Así que bienes de hasta tres generacion­es confluyero­n entonces en la iglesia colegial de San Salvador. Con razón se ha estimado a nuestro canónigo como una de las figuras más relevantes de su historia por su labor benéfica para con ella. Gracias a la singular herencia que dejó, el cabildo pudo iniciar importante­s reformas y construcci­ones en el templo de su rectoría –nuevo ábside y torre campanario se levantan alrededor de estos años–, llegando a convertirs­e en uno de los focos más sugerentes de la producción artística en la región gaditana”.

 ?? ?? Monografía ‘La construcci­ón del espacio diocesano en la Europa medieval: actores, dinámicas y conflictos’ en la que el autor publica su investigac­ión.
Monografía ‘La construcci­ón del espacio diocesano en la Europa medieval: actores, dinámicas y conflictos’ en la que el autor publica su investigac­ión.
 ?? ?? Imagen de la antigua Iglesia Colegial de San Salvador, extraída de la Vista de Jerez de Anton van den Wyngaerde (s. XVI).
Imagen de la antigua Iglesia Colegial de San Salvador, extraída de la Vista de Jerez de Anton van den Wyngaerde (s. XVI).
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Javier E. Jiménez Lopez de Eguileta.

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