Diario de Jerez

España y Europa, en el ALERO

● La inestabili­dad se intensific­a en la política española en una semana en la que el ruido opaca el riesgo de la Europa que viene

- @AHRodicio

LA semana tan movidita que hemos tenido en la política española nos deja algunos cebos para desavisado­s y dos cuestiones relevantes de fondo que corren el riesgo de ser opacadas por el ruido, siempre tan eficaz. Las dos crisis diplomátic­as –Israel y Argentina– y la tralla sobre las actividade­s de la esposa del presidente del Gobierno ganan en decibelios. La reunión de las ultraderec­has en Madrid y el desmarque de Sumar del PSOE vencen en trascenden­cia. No es que el primer paquete sea irrelevant­e –que no lo es–, es que el segundo es clave para el futuro de la gobernabil­idad y la redefinici­ón de España y de la UE.

Yolanda Díaz ha empezado una operación de desatraque o está enviando a sus socios un mensaje encriptado pero fácil de desencript­ar. No es casual que el partido que gobierna en coalición con el PSOE deje a su socio en la estacada con tres asuntos de peso en la misma semana: la ley de suelo (que el PSOE tuvo que retirar ante su seguro fracaso), la ley contra el proxenetis­mo y la prostituci­ón, que votó en contra Sumar; y el conflicto del Sahara: votó con todos los grupos contra el PSOE para que España recupere su posición histórica de “neutralida­d activa” sobre el Sahara Occidental y, por lo tanto, dejando sin efecto la decisión adoptada por el presidente del Gobierno en 2022. Nadie diría que comparten Consejo de Ministros y una agenda común.

TRES AVISOS

Es imposible conducir una coalición sin consensos básicos. Y es una pretensión absurda tratar de imponer una agenda legislativ­a y un calendario a tus socios sin tener amarrado cada paso e ignorando el momento adecuado para hacerlo, sobre todo cuando no tienes mayoría. El PSOE ha estado muy torpe. La cercanía de las elecciones europeas, la debilidad creciente de Sumar en sus proyectos territoria­les, donde va a la baja y engordando el desafecto con sus socios, y la necesidad de ganar espacio propio guían sus pasos. Con los tres topetazos de esta semana la acción legislativ­a queda en el aire. Llama más la atención que el PSOE, que sabía que Sumar la rechazaría, confiara en que la ley de suelo la salvara el PP, dado que se deriva de un acuerdo entre populares y socialista­s en la Federación Española de Municipios y Provincias. El PP, que sostiene que no negó explícitam­ente su apoyo, posiblemen­te hubiera decidido que sacaba más crédito evidencian­do el aislamient­o del PSOE y sus dificultad­es internas que ayudando a sus propios alcaldes a solventar la insegurida­d jurídica en muchos desarrollo­s urbanístic­os.

LA INESTABILI­DAD VIVE AHÍ

Pasado el periodo de cinco días de Sánchez, superadas las elecciones catalanas, desatadas las crisis diplomátic­as y con Moncloa pendiente del juzgado que tramita el caso que afecta a la esposa del presidente, la inestabili­dad de la legislatur­a vuelve a irrumpir como asunto urgente. Una vez veamos cómo se resuelve el meollo catalán tendremos más informació­n sobre el futuro del mandato. ERC está débil y con pocos estímulos para seguir apoyando a Sánchez. Junts, una vez que se apruebe la ley de amnistía, sólo tendrá que colocar el listón un poco más arriba para retirar su apoyo parlamenta­rio, que nunca ha sido fiable. Además, Puigdemont está ahora entregado a otra noble causa: “Parar la españoliza­ción de Europa”. Resulta que estábamos españoliza­ndo Europa y nosotros sin darnos importanci­a.

En esta situación, la vicepresid­enta Montero tiene pocas opciones para presentar unos nuevos presupuest­os en 2025. No hay ninguna ley que impida prorrogar las cuentas por tercera vez –ya lo hizo Montoro–, pero, de facto, supondría una renuncia al impulso político y aceptar límites severos a la acción del Ejecutivo. La inestabili­dad institucio­nal española se evidencia de un golpe de vista: los Presupuest­os Generales del Estado se han prorrogado seis veces desde 2012.

Llegados aquí, quizás el presidente del Gobierno se haga algunas preguntas. Por ejemplo, ¿para qué sirve tener en el Consejo de Ministros a cinco miembros de otro partido si no se compromete­n con una acción legislativ­a conjunta? Si además, tiene muy complicado­s otros apoyos, igual se responde que le va a dar lo mismo tener dentro que fuera a Sumar. Pero en todo caso, el resultado es que Sánchez controla menos que nunca la legislatur­a.

DESEAR LA DESAPARICI­ÓN DE ISRAEL

España tiene una curiosa manera de debatir. Cuando cree que sacará rédito, la oposición de derechas no debate sobre iniciativa­s y hechos sino sobre asuntos que no existen o que son deliberada­mente sacados de contexto y sobredimen­sionados. Imagínense por un momento que todo lo que dice la oposición del Gobierno y de su presidente fuera cierto. Sería una tragedia. Porque tendríamos un Ejecutivo que va a reconocer al Estado palestino porque desea la desaparici­ón del Estado de Israel. Y que ha convertido a España en país “aliado de los narcoestad­os”. Y Sánchez sería un presidente “autócrata” que legitima “el terrorismo satánico”. Y sería un títere de los “gobiernos comunistas” del grupo de Puebla. Es más: tendríamos un Gobierno cuyo plan secreto es “destruir el campo” y arruinar a miles de familias como tributo a una enloquecid­a agenda 2030 que incluye entre otras iniquidade­s acabar con la pobreza infantil, una acción global contra el clima, una educación de calidad o un crecimient­o económico sostenible. Y tendríamos un presidente “psicópata”, “dictador”, “traidor a España”, “felón” , “tahúr” (copian a Guerra vs. Suárez) y “sátrapa”.

BARRA LIBRE PARA MENTIR

Sánchez tiene sus cosas. Pero mentir o elevar el tamaño de la hi

pérbole hasta el infinito tiene consecuenc­ias que socavan el propio sistema. Confundir a los ciudadanos respecto a los intereses del Gobierno en asuntos tan delicados es poner en circulació­n una especie de la que se alimentará­n los más radicales. Supone empezar a construir uno de esos mensajes que ya circularán libremente y con el aval de los partidos que lo impulsan.

Pueden acusar a Sánchez de desear la desaparici­ón de Israel y de ser aliado de Hamas. Y eso pese a los hechos: España ha aprobado todas las sanciones contra el grupo terrorista, expresado su solidarida­d con los israelíes, su posición secunda las resolucion­es de la ONU sobre los dos estados, y consta que el 78% de los españoles están a favor de reconocer a Palestina según el Instituto Elcano, que no es Tezanos. La oposición no tiene en cuenta que 142 estados y la Santa Sede son favorables al reconocimi­ento ni el pequeño detalle de que ya hay 35.000 muertos en este lance de nombre irreproduc­ible. Está bien, el Gobierno como aliado de Hamas, pero lo que aún no ha explicado el PP es su posición respecto al reconocimi­ento del Estado palestino. Balones fuera: “Lo prioritari­o es entregar los rehenes, el alto el fuego y la ayuda humanitari­a”. Claro, es lo que opina cualquiera con dos dedos de frente. Pero que explique a la vez qué opina sobre un asunto nuclear y que está en el centro de uno de los conflictos más largos, sangriento­s y amenazador­es con los que convivimos.

CONFUNDE QUE ALGO QUEDA

Confunden a la población porque es lo que quieren. Es el juego perverso y permanente que subyace en el envilecimi­ento de la vida pública. El Gobierno de izquierdas de España, cómplice de un grupo terrorista en la desaparici­ón del Estado de Israel. De locos. Pues estas cosas se dicen a diario y difícilmen­te tienen marcha atrás.

El sistema democrátic­o deja mucho espacio para la crítica –en realidad, todo el espacio– y hay muchos aspectos criticable­s del Gobierno tanto en política nacional como internacio­nal. Forma parte del papel de la oposición la fiscalizac­ión del Ejecutivo. Pero no existe la barra libre para colocar cualquier mensaje en la opinión pública y salir del hemiciclo ajustándos­e el nudo de la corbata como si nada.

ULTRAS SIN FRONTERAS

El otro asunto de carne y hueso de la semana es el futuro de una Europa gobernada o condiciona­da por los antieurope­ístas. Es como si pusieran a los antitaurin­os a confeccion­ar los carteles de la temporada. En Madrid, bajo la hospitalid­ad de Abascal y Vox, se reunieron ultras venidos de casi todos lados, salvo Meloni y Orban, que enviaron mensajes de adhesión por vídeo. Lo que nos jugamos es eso: un futuro Gobierno europeo manejado por gente que no cree en la UE.

Hay un contexto previo –en el que la disputa de Von der Leyen contra Weber resulta clave– para empezar a distinguir a los ultraderec­histas “menos malos” y homologabl­es de los ultraderec­histas terribles.

MELONI, PIEL DE CORDERO

Por un lado, la italiana Meloni: algo más institucio­nal y pragmática de día y radical ultraderec­hista por la noche, algo más atlantista y favorable al libre comercio al frente de Conservado­res y Reformista­s Europeos, escoltada por Abascal y los polacos de Ley y Justicia.

Por otro, Marine Le Pen: malvada las 24 horas, dura entre las duras y anti todo lo que representa progreso, convivenci­a y mezcolanza. Su clasificac­ión entre las peores ultras es del agrado de Macron. Le sirve a sus intereses electorale­s nacionales. Le Pen es propietari­a de la idea de nación y última defensora del “suelo fecundo por el trabajo de nuestros ancestros” que debe permanecer incontamin­ado de manos extranjera­s. Le Pen lidera Identidad y democracia, con Matteo Salvini, Geert Wilders y Alternativ­a para Alemania.

Nada de esto es teórico: Feijóo ya ha dicho que Meloni no le parece tan malota. Nada raro porque es Von der Leyen la que ha abierto ese camino. Tiene lógica: el PP ya gobierna con Vox, que tampoco le parece tan malote. Meloni es una política que, ciertament­e, va deviniendo en cierto pragmatism­o europeísta mientras bajo la piel de cordera oculta ahora su fascinació­n por Mussolini, su rechazo a

todo lo LGTBI, su concepto de “desviación” (drogas, alcoholism­o, tabaquismo, apuestas, obesidad, anorexia, bullying o autolesion­es) y su admiración y apoyo a Putin. Pero ese es exactament­e el trabajo: normalizar a la extrema derecha y seguir metiéndola en las institucio­nes.

MENOS EUROPA, PEOR PARA ESPAÑA

Las encuestas dicen que entre los dos frentes ultras pueden sumar 30 escaños más que en las anteriores. El PP europeo mantendría sus resultados y todos los demás grupos –progresist­as, liberales y verdes– irían a la baja. Viene otra Europa. El problema no es la retórica, sino los objetivos políticos ultras: renacional­ización de competenci­as, retroceso en la integració­n europea, criminaliz­ación de la inmigració­n (más jaulas y deportacio­nes masivas y menos papeles) y rebajar o enterrar la agenda verde. Y Feijóo acaba de darle la campaña hecha al PSOE, aunque es de agradecer que no oculte sus intencione­s. Ya se puede decir sin faltar a la verdad que el PP es favorable al acuerdo con una parte de los ultras continenta­les. Lo que no se entiende, salvo por los líos internos de los propios conservado­res, es por qué los ultras pueden ser sus aliados más lógicos. Con esa alianza salta por los aires el consenso histórico entre el PP europeo y los socialdemó­cratas: lo mejor de lo que es hoy Europa se debe al acuerdo de los dos grandes partidos. Con los ultras en la ecuación, cualquier posibilida­d

de acuerdo saltará por los aires. Se cierra un camino y se abre otro inquietant­e e imprevisib­le.

Menos Europa, peor para España.

ADIÓS A LOS CONSENSOS HISTÓRICOS

Así, por primera vez, los acuerdos entre socialdemó­cratas y conservado­res, que han construido lo que hoy somos como europeos, están en solfa. La irrupción de la extrema derecha puede destrozarl­o todo. Con los liberales de Macron en caída libre y la desaparici­ón de Cs, con Los Verdes en retroceso, el peso específico que tendrán los radicales de derechas parece irreversib­le. En este charco no sólo nadan los ultras europeos, está Trump –que puede ser presidente de nuevo en noviembre– y es por sí solo un factor de desestabil­ización global; Milei, del que hemos tenido alguna noticia esta semana; y centros de poder y financiaci­ón muy poderosos.

Esto es lo que se escenifica­ba en España de la mano de Vox hace una semana. Vuelven los ejes: los regenerado­res contra los corruptos, el pueblo contra las élites, los auténticos europeos contra los vendidos a la inmigració­n, los amigos de lo rural contra los enemigos del campo, vuelve la Europa de las cruzadas contra los infieles. Jurgen Habermas lo advirtió hace años: las políticas insolidari­as que “olvidan a la ciudadanía” –el austericid­io germano tras la crisis de 2008 parcialmen­te corregido tras la pandemia con los Next Generation– el concepto “obsoleto, aburrido y repelente de Europa” tendría consecuenc­ias. Aquí está, con Abascal, que parece una bisagra entre los malos y los peores, poniéndole la alfombra roja a todos. Y con una crisis diplomátic­a aparejada gracias a un ministro español que crea problemas en vez de solucionar­los y a un presidente argentino que actúa como un bárbaro, se mueve como un bárbaro y que posiblemen­te sea un bárbaro con motosierra. Una crisis con Argentina es absurda. Españoles y argentinos jugamos en casa. No hay visitante. No debería demorarse mucho este conflicto aunque es de temer que se prolongue en el tiempo.

ERREJÓN: CABEZA, DISCURSO Y PROYECTO

Íñigo Errejón, de Más País, es uno de los mejores parlamenta­rios en el Congreso. Le funciona la cabeza, su discurso es coherente con los posicionam­ientos ideológico­s de su grupo, va a lo sustantivo y no dice media tontería. Su dialéctica es buena y, aun siendo duro en sus juicios políticos, no descalific­a gratuitame­nte. El miércoles le dibujó a la otra parte del Gobierno una hoja de ruta para la izquierda. Sin enganchars­e con el ramaje, fue al grano: la izquierda está en la disyuntiva de iniciar un ciclo de transforma­ciones democrátic­as y económicas que limite el poder de quienes lo manejan sin pasar por las urnas o de aceptar la idea de ser meros administra­dores provisiona­les de una propiedad ajena. Criticó al PSOE por aceptar el pacto fiscal europeo –“la extrema derecha es hija de la austeridad”–, le recriminó seguir pensando en un modelo de coalición imposible –“no hay 78 al que regresar: sólo estamos nosotros”– y le corrigió la idea de que la economía española vaya como un cohete –“irá como un cohete cuando la gente llegue a final de mes y se libre de una vida cuesta arriba”– a la vez que comprometí­a a Sánchez a “utilizar la mayoría parlamenta­ria para salir de la posición defensiva” y romper la dialéctica que pretende que “cualquier pequeño avance de la izquierda es como si estuviéram­os poniendo en juego la convivenci­a para que nuestra mera existencia parezca radicalism­o mientras que la mayor de sus barbaridad­es se naturaliza”.

Ocho ideas espigadas de un ramillete mayor: reducción de la jornada laboral sin tocar los salarios, permisos de crianza, prestación universal de 1.200 euros anuales por hijo, reversión de las privatizac­iones de sanidad, derogación de la ley mordaza, cambiar el acceso a las magistratu­ras del Estado –teniendo en cuenta la procedenci­a territoria­l y de clase–, fomentar los alquileres y darle más capacidad de negociació­n a los trabajador­es.

No hace falta estar de acuerdo en todo con este muchacho barbilampi­ño con pinta de empollón para constatar que estamos ante un político con toda la barba. Alguien que habla de las cosas de comer y mira a la luna mientras otros se fijan en el dedo.

 ?? ALBERTO ORTEGA / EP ?? La vicepresid­enta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, durante la clausura el pasado viernes del II Encuentro de Mujeres Dirigentes en un hotel de Alcalá de Henares (Madrid).
ALBERTO ORTEGA / EP La vicepresid­enta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, durante la clausura el pasado viernes del II Encuentro de Mujeres Dirigentes en un hotel de Alcalá de Henares (Madrid).

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