El hombre que inventó la filosofía
El británico Robin Waterfield supera de forma sobresaliente el desafío de escribir la primera biografía moderna de Platón, un repaso a su vida y a sus ideas desde la claridad y el rigor
Para la mayoría de la humanidad que termina el bachillerato, Platón es sinónimo de una extraña gruta donde viven encadenados unos hombres medio ciegos y de un examen que equivale a un espléndido dolor de cabeza. Inútil argumentar que hay más, mucho más: de nada sirve citar los mitos deslumbrantes del Fedro y la República, los laberintos de argumentaciones del Sofista, la arquitectura cósmica del Timeo, el patetismo a media voz de la Carta Séptima. Y todo ello porque, igual que en el caso de la mayoría de los filósofos, el pobre Platón vive sepultado por su leyenda: qué va a ofrecernos esta rocosa cabeza que decora portadas en bibliotecas y seminarios, qué aliento verdadero, vital, puede brotar de un busto cuyo modelo se extinguió hace la friolera de más de dos milenios. Y sin embargo, sí, Platón fue hombre, y estuvo hecho de carne y sangre, y amó y odió, y sufrió envidia y picores, y como resultado de todo ello alumbró esa cosa misteriosa y brillante, su filosofía.
De un tiempo a esta parte observamos que, desde consideraciones similares a las que acabo de avanzar, las editoriales se han dedicado a ofrecer biografías de filósofos con un objetivo en la mira: el de demostrar que también eran personas, que su filosofía también era de este mundo. Y no es un propósito fuera de lugar: porque cuando se estudian en las aulas o se recorren en las ediciones conmemorativas, los productos de estas mentes privilegiadas parecen una cosa enorme y remota, inasequible al hombre medio que tiene problemas de hipoteca y vuelve a casa a poner la lavadora. Como es natural, la reciente moda filosófico-biográfica ha escogido fundamentalmente a autores de los que nos separan una distancia de pocas décadas o pocos siglos, porque, aparte de que el contraste de mentalidades es menos brusco, la labor de documentarse y seguir pistas
El lector curioso extraerá de aquí pormenores sabrosos sobre la civilización griega