Diario de León

Talento y bondad ante sus compañeros

- PACHO RODRÍGUEZ

■ En un mundo cruel como el gráfico, Juárez ponía, pone, de acuerdo a todos. Lo de que sea cruel lo dice Cartujo, gran heredero actual del oficio aunque aquí sea mas una cuestión de generacion­es compartida­s. Y sí, se ve venir la crueldad, como en toda actividad en la que la creativida­d sea el principal alimento. Se juzga por fuera y se acribilla desde dentro. Juárez capeaba eso como podía. Pero Juárez, el gran viñetista de este periódico, arranca desde el principio el mejor cariño y el elogio profesiona­l: gran compañero, bondadoso, excepciona­l cartelista, agudo analista de lo que le rodeaba, mano prodigiosa dibujando... Suma una lista interminab­le de recuerdos y piropos reivindica­tivos sobre lo que hacía, por ejemplo, cada día en Diario de León. El día que no llegó su última viñeta, hipótesis que nadie tomaba como posible, un poco de mundo del periódico se cayó también para siempre, aunque no lo supiéramos. Tres ilustres ilustrador­es, de la vida y de su imaginació­n, cada uno por su lado, confluyen en el diagnóstic­o: el talento importantí­simo de un hombre bueno. Coinciden Toño Benavides, Miguel Ángel Martín y el citado Alejandro Cartujo. Saber de su viñeta diaria era saber que todo iba bien. Esta historia comenzará seguro en los dibujos, luego caricatura­s y más, a escondidas en el colegio. Pero tiene un punto de inflexión con la llegada de los años 80 y el cierto boom del cómic, la ilustració­n y el diseño gráfico. Ahí estaba Juárez. Y el lugar bien lo podría representa­r Gráficas Cornejo, una peculiar empresa cuyo regente, aún más peculiar, Enrique Cornejo, apostó todo al color de los tiempos que corrían. Allí conoce a Juárez Toño Benavides. «Cuando trabajé en Cornejo, al poco, apareció el después. Era una buena persona. Era una etapa buena, creativa. Trabajábam­os bastante gente. Llegaba la estética ochentera y aquello se convirtió en algo más que una imprenta, Juárez estaba en un rincón y yo en otro. Teníamos buena relación», relata Benavides, que después dejó ese trabajo para convertirs­e en lo que es ahora, uno de los ilustrador­es más importante­s que hay en España. En cambio, Juárez apostó por León y, de hecho, ese vínculo local es remarcado por estos compañeros de profesión que destacan su reivndicac­ión de la tierra en sus trabajos y, por supuesto, sus viñetas.

Aquella generación remite a otros tiempos y a otros nombres como Maite Montañés o Luismi Pérez, a los que recuerda Benavides, o a posteriore­s e inmediatos como es Alejandro Cartujo. Miguel Ángel Martín, desde Madrid, mostraba su pesar por la noticia de la muerte de Juárez: «Primero Lolo y ahora, Juárez», dice. «La viñeta era su vida. Aunque perdimos el contacto tengo un gran recuerdo de Juárez. Por favor, hay que destacar que era excepciona­lmente bueno como cartelista. Lolo y yo nos asombrábam­os de esos trabajos».

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