Cuando la justicia no sirve a la víctima
Delphine Girard llegó a los Oscar en 2020 con su corto Une soeur (Una hermana) donde recreaba la historia real de una mujer que iba en el coche de su violador y lograba que una policía creyera su angustia y respondiera a su llamada de auxilio enviándole una patrulla. Ahora, Girard ha ido más lejos. Después de investigar en Bélgica casos judiciales sobre el mismo asunto, el corto se ha convertido en Víctima imperfecta, su primer largometraje, donde aborda de una manera íntima y muy real el tema de la violación, obligando a una mirada concernida sobre lo que la sociedad y la justicia esperan de las víctimas.
«Las cifras demuestran que el 80% de las violaciones no son con un desconocido en un parque, sino con hombres que conoces y que no te amenazan con armas, sino que te cogen por sorpresa. La cuestión es que las mujeres tienen derecho a cambiar de opinión y la justicia tiene que servir a las víctimas, y eso no pasa», considera. El tema, dice en una conversación con Efe en Madrid esta joven de 34 años nacida en Canadá, pero de raíces belgas, «es el consentimiento». «Las zonas grises —reflexiona— están en estas historias, que son inquietantes porque el hombre también está ahí, y cuenta otra versión. Realmente quería mostrar que nuestras herramientas judiciales no están adaptadas, ni preparadas, para este tipo de hechos que pueden haber ocurrido sin dejar rastro».
El detonante fue una llamada real de una mujer a una policía en EE UU; Girard oyó esa conversación —que está en la película— y, conmovida por ese lenguaje que inventan las dos mujeres para comunicarse en ese momento de peligro, investigó casos parecidos en Bélgica y fue a juicios para ver qué pasaba de verdad. Tras un comienzo sobrecogedor, donde una policía atiende la llamada de auxilio de una mujer que dice viajar en el coche con su violador, todo en Víctima imperfecta es incómodo y doloroso.
Con los datos que Girard —que también escribe el guion— va dosificando, el espectador nunca acaba de estar seguro de lo que ha visto y oído; la directora usa planos desenfocados para aumentar esa sensación.
Después, su declaración en comisaría en plena noche tras el suceso, ante otra mujer que la presiona con frases como ‘lo que pasó o lo que imaginó’, llega a sacar de quicio. El hombre asegura que fue sexo consentido. Ella, en shock, ni siquiera vuelve al día siguiente al hospital a terminar de ser examinada. Recoge a su niña de casa de su hermana y se ducha.