Diario de León

El caos no llama antes

- EDUARDO AGUIRRE

He visto ya Civil War, la película con la que a Trump se le atragantar­án las palomitas. Transcurre en un futuro cercano, en Estados Unidos. El país está gobernado por una dictadura presidenci­al e inmerso en una guerra armada -es decir, a bombazos- entre fieles al presidente y rebeldes. ¿Es fantasía pensar que pueda ocurrir? Más increíble resultaba que una horda irrumpiese en la Casa Blanca, incitada por un presidente que ha perdido las elecciones y que este vuelva a tener muchas papeletas para ser reelegido. El caos no llama al timbre antes de derribar la puerta, pero se le oye venir. En 1992, un profesor estadounid­ense de origen asiático, Yoshihuro Furiyama, predijo el final de la Historia; según él, tras la caída del muro de Berlín —1989— íbamos a entrar en la paz mundial definitiva. Pero la Historia nunca se ha hecho antes el harakiri, y ya está; muere matando. Fui con dos amigos periodista­s a ver la película, coincidimo­s en sus virtudes técnicas y en que le hubiese favorecido algo más de guion, pero a ninguno nos pareció irreal la hipótesis de Estados Unidos inmerso en una cruenta guerra interna por delirios nacionalis­tas y xenófobos, por odio y rabia.

Ya en casa, me salió ese fantasioso que quienes escribimos llevamos dentro y visualicé un futuro local donde eres abordado por grupos que -cacha en mano- te exigen que les demuestres tus cinco apellidos villaquila­mbreses y que sabes decir en lleunés «supercalif­ragilistic­oespialido­so», incluso que llevas en la carterina una estampa de Genarín. A mí me atizaban al verme. ¿Imposible? Todos hemos visto ya hechos que jamás creímos que veríamos. Al mal futuro se le impide desde el buen presente, antes de que se te quede de okupa. El pasado no tiene remedio.

Menos mal que el corazón aún nos resiste, parapetado en su barricada interior. Y menos mal, también, que uno ya puede acogerse a la tarifa barata para el cine, esa lealtad a la que algunos seguimos aferrados, aunque personalme­nte suelo preferir reencontra­rme con mis clásicos, los de antes —Ford, Capra, Huston, Berlanga— y los de ahora —Allen, Eastwood—. Sí, menos mal que siempre nos quedará Patatas Blas, incluso cuando hayamos vivido la escena final de El Planeta de los Simios.

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