Diario de León

De la que me libré

- GARCÍA TRAPIELLO

Hay motivo para el pesimismo o la derrota viendo lo (y la) que está cayendo... o el azufre ardiendo que caerá mañana lanzado por iraníes, rusos, chinos, hebreos o coreanos. Así que apetece a menudo no levantarse a la plaga diaria de malas noticias, quedarse en la cama y que el día no le pase a uno ni por el rabillo del ojo, ni ruidos por la oreja planchada.

Sin embargo, tiene Rufino Huertas, amigo desde las escuelas de El Cid, una solución simple, infantil si se quiere, una tontería, pero se ahorra gastos en antidrepes­ivos y ansiolític­os que ya se jalan hoy en bocadillo, sobre todo ellas, tan animadas por metas prometidas como hundidas por una realidad frustrante y matona; tiempo de sucia guerra y logro pobre les tocó; y sangre.

Pone un ejemplo Rufino: Salió un día por pelos de un serio percance en una rotonda y siguió camino sin poder dejar de pensar en lo que pudo caerle encima de haberse materializ­ado el tortazo: facturón de taller, sin coche un tiempo largo, fárrago y líos con el seguro, parte de lesiones en cervicales, revisiones, la jefa en bronca... pero decirse dos veces ¡de la que me libré! le fue valium 10 y contento infinito, viéndose muy afortunado sin dejar de resoplar el susto. Enviciado ya con este mecanismo, se pone Rufino en adversidad­es posibles; y mejor aún si son probables. Eso le anima en rutinas, tedios o días grises. Pasa bajo un andamio, mide probabilid­ades de caerle cascote y sale inflado de suerte alegrándos­ele el andar. Que al día siguiente su empresa no anuncie un ere como hace un mes la de al lado, también. Lo mismo al cruzar la calle, siempre sale indemne de atropellos, ufff. Y que un pinchacito abdominal no le acabe en el quirófano, muchísimo más. Es decir, está seguro de librar desgracias a cada paso. Dice que así se le fuga el infortunio, se viene arriba y le da pena tanta cara amargadita o rendida como las que pueblan ahora mismo tu mirada. Y por pensar las desgracias de las que va librando, hasta le parece jugar cada día a una lotería que no le cuesta nada y en la que siempre le toca el gordo: la vida. Tontería no es.

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