Diario de León

30 años de rock’n roll y una noche eterna bajo la mirada romántica de Manostijer­as

◆ El pub Morticia es una institució­n del ocio y la cultura en Ponferrada

- MARÍA CARRO

■ Reconoce que es difícil escoger entre los más de dos mil cedés y los otros tantos vinilos de su colección, pero si Óscar Tahoces tuviera que elegir una canción para poner banda sonora a los 30 años del Morticia se iría a los The Cure y su Friday I’m in Love. Una banda de rock gótico que le canta al amor, casi como el pub que Óscar y Ana han convertido en una institució­n en Ponferrada y que estos días celebra tres décadas de rock and roll sin haber perdido ni una gota de la esencia original, la que se derramó un 6 de febrero de 1994 en el Metrópolis del barrio del Temple.

Óscar era el pinchadisc­os de aquel mítico local y decidió cambiar de rol, siempre de la mano de Ana. Hicieron suyo el negocio y una caja de 4.000 pesetas aquella primera noche, aunque no pudieron darle al bar el nombre que tenían pensado. Morticia ya era el destino, pero no fue hasta cuatro años después, en una nueva ubicación, cuando lo bautizaron como la femme fatale de los Addams. «Cuando abrimos era un realquiler y por temas de burocracia tuvimos que mantener el nombre, pero ya teníamos claro que queríamos Morticia, porque encaja perfectame­nte con la estética ambientada en las películas de terror», explican.

Sí, el Morticia que desde 2009 ocupa un bajo en la calle Matilde Conesa del barrio de La Rosaleda —el tercer y definitivo local— es un pub con género, el de la fantasía oscura, habitado por momias y vampiros que conviven con Leatherfac­e, Frankenste­in, Freddy Krueger y Pennywise, entre otros. El próximo inquilino será un Alien a escala real de tres metros que ocupará un espacio en el techo. Pero como pasa con la música, aunque cueste decantarse por una canción, también en el universo de seres fantástico­s que Óscar y Ana han construido en tres décadas de trabajo hay un personaje elegido. Ambos coinciden en el mismo, que ha sido de los últimos en llegar. Nacido en plena pandemia de la mano de los dos —él es un modelista reconocido y reconocibl­e y ella se encargó del vestuario— Eduardo Manostijer­as es el preferido. De nuevo, gótico y romanticis­mo.

En el Morticia habrá unas 40 piezas a escala real y a ellas hay que sumar las más pequeñas. La colección que hace de este pub un museo no ha dejado de crecer desde aquel busto de Frankenste­in

que Óscar le regaló a Ana cuando abrieron el primer local. «Hemos podido cambiar alguna para mejorarla, pero las piezas están todas y todavía hay sitio para más», afirman.

En sus 30 años de recorrido, ni el cierre impuesto por la pandemia les quitó las ganas de seguir.

Solo ha habido un momento crítico, en el que nunca pensaron en tirar la toalla pero sí sacarla de Ponferrada. Fue antes de la reapertura de 2009 en La Rosaleda. Llevaban dos años buscando local sin conseguirl­o y valoraron marcharse a Inglaterra. Al final, llegó la propuesta de Matilde Conesa y aquella idea de ‘volar’ se diluyó.

El Bierzo siempre ha sido su lugar y aquí quieren quedarse. Por esa unión al territorio, han rechazado también las «numerosas propuestas» que les han llegado para franquicia­r el Morticia. La primera fue de Barcelona. Luego, Gijón, Madrid, Reino Unido... «Cuando registramo­s el nombre, nuestra idea era franquicia­rlo; pero nunca estás preparado para cuando te llega la primera oferta. Al final, decidimos que no queríamos liarnos más la cabeza», explica Óscar. «Estamos a gusto aquí y creemos que el Morticia somos nosotros. Es un parto nuestro», añadió Ana.

De ellos y de una clientela que se ha mantenido fiel desde aquel domingo de febrero de 1994. Era febrero y no mayo, pero hace años que decidieron retrasar un poco la efeméride para alejarla de la Navidad que suele vaciar los bolsillos y la idea funcionó. Como funcionan los conciertos (nacionales e internacio­nales) gratuitos que ofrecen dos veces al mes, entre octubre y junio, y las fiestas temáticas del verano.

«El Morticia no es solo un bar, sino un lugar abierto a la cultura», señalan sus creadores. Por eso es la casa de múltiples bandas y artistas locales que tocan, exponen y presentan libros en un pub donde la noche es eterna que solo descansa los lunes. Un

El Morticia es destino de turistas y ha rechazado propuestas de franquicia, incluso fuera de España

lugar de culto para los amantes del rock que se mueve al ritmo de un amplio espectro musical y que ha sabido preservar una identidad ajena a cualquier moda. Tal vez ese haya sido el secreto para resistir 30 años.

«Tenemos la grandísima suerte de que, además de esta clientela que nos lleva arropando toda la vida, trabajamos con mucho turismo», asegura Ana. De hecho, hay quien llega a la Oficina de Turismo de Ponferrada preguntand­o por ese bar de película de terror en el que, un día entre semana, no es difícil escuchar una mezcla de español con un poco de inglés hablado, alemán o japonés. «Eso no deja de sorprender­nos», dice Óscar que, llegados a este punto, se declara millonario por «estar al lado de Ana y tener un negocio que funciona nos da para vivir hoy. Mañana, no sé».

■ Ponferrada acogió, ayer, el octavo Encuentro Diocesano Cofrade organizado por la Diócesis de Astorga. El alcalde, Marco Morala, y los concejales Iván Alonso y Carlos Cortina fueron los encargados de recibir a los participan­tes en una jornada que comenzó con una conferenci­a a cargo del hermano mayor de la Hermandad del Gran Poder de Sevilla, Ignacio María Soro. Se celebró en el interior del Castillo de los Templarios y tras esta, tuvo lugar una eucarístic­a en la Basílica de la Encina que estuvo presidida por el obispo de Astorga, Jesús Fernández.

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DL Autoridade­s, junto a la estatua de Lambrión Chupacandi­les.

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