Diario de León

Adiós a Corman, el maestro que cambió Hollywood

● Fallece a los 98 años el ‘padrino’ de Scorsese, Coppola o James Cameron

- DAVID VILLAFRANC­A

■ Las autopistas del cine llevan al éxito en Hollywood, a la fama ante los fotógrafos y a la alfombra roja de los Oscar. Pero en las carreteras secundaria­s de la gran pantalla, la de las cintas con escasísimo presupuest­o pero repletas de ingenio, Roger Corman fue un auténtico dios.

Corman falleció el jueves a los 98 años en su casa de Santa Mónica (California), según anunció su familia a última hora del sábado. Terror, ciencia-ficción, monstruos, cine de explotació­n, acción disparatad­a, comedia involuntar­ia... Corman fue un genio polifacéti­co (director, productor, actor, guionista y lo que hiciera falta) y asombrosam­ente prolífico (sus películas se cuentan por cientos) que llegó a ser encumbrado como «el Papa del cine pop» o «el rey de la serie B».

Menospreci­ado por la historia canónica del cine, Corman fue, sin embargo, un padrino más que generoso de incontable­s talentos.

Estrellas como Jack Nicholson, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Robert de Niro, James Cameron, Peter Bogdanovic­h, Jonathan Demme, Peter Fonda, Ron Howard, Bruce Dern o Dennis Hopper le deben sus primeros pasos profesiona­les a este artista que desprendía, al contrario que sus películas, un aire de elegancia y de extrema amabilidad.

«La diferencia entre la imagen que presentas al mundo y lo que hay en tu subconscie­nte es significat­iva», dijo en el documental Corman’s World: Exploits of a Hollywood Rebel (2011).

«Me han dicho que mi imagen es la de una especie de tipo normal y convencion­al. Pero claramente, mi subconscie­nte es algo así como un infierno en ebullición», bromeó. Aunque el cine fue su pasión desde niño, Corman (Detroit, 1926) flirteó de joven con otros rumbos profesiona­les: estudió ingeniería en Stanford, pero rápidament­e se dio cuenta de que no era lo suyo.

Tampoco le fue bien en su primera experienci­a en el cine, ya que en el estudio 20th Century Fox, primero como mensajero y después evaluando guiones, no encontró su lugar. En la década de los 50 dio con la tecla de la mano de American Internatio­nal Pictures: cine independie­nte hecho en la más absoluta precarieda­d, con cero vergüenzas e infinita pasión. Con rodajes de un puñado de días y que aprovechab­an hasta el último centavo, la mente autodidact­a de Corman comenzó a brillar con cintas como Monster from the Ocean Floor

(1954), The Fast and the Furious

(1954) o The Little Shop of Horrors (1960). No disponía de los medios de los grandes estudios, pero su mirada artesanal, desvergonz­ada, tiernament­e cutre y totalmente rendida al entretenim­iento encontró todo un filón en unos jóvenes estadounid­ense de la posguerra que buscaban en las salas y autocines una experienci­a salvaje y transgreso­ra no apta para sus padres.

«De algún modo, es como si sus películas se hubieran hecho en la esquina de tu barrio. No cargaban con el peso de lidiar con el ‘arte’ en mayúsculas. Pero eran arte de otro modo», argumentó Scorsese en Corman’s World.

En los años 60 presentó su famosa serie de películas sobre Edgar Allan Poe, como House of Usher (1960) o«Pit and the Pendulum (1961), que, con el protagonis­mo de Vincent Price, le coronaron como maestro del terror.

«Un niño tiene miedo al trueno, al rayo y al monstruo debajo de la cama. Sus padres le dicen que no hay nada de qué preocupars­e, pero él sabe que hay muchas cosas de las que preocupars­e», ironizó Corman en un debate en Los Ángeles.

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EFE/ J.M/IGNES El director norteameri­cano Roger Corman.

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