Diario de León

Es que duele

- MARÍA J. MUÑIZ

El viejo chiste infantil es una esclareced­ora radiografí­a de la realidad sanitaria. ‘Doctor, doctor, es que me duele aquí. ¡Pues póngase allí!’ Allí, al final de una lista de espera desquician­te, imposible de entender para los pacientes (debería buscarse un nuevo término para definir a quienes sufren dolencias) y que no encuentra explicació­n por parte de las autoridade­s incompeten­tes en el asunto. No hay argumento, inmersos en una vertiginos­a escalada del déficit público, que justifique el abandono que sufren miles de ciudadanos y el bloqueo y la inoperanci­a de un sistema tan atorado que incluso en la sanidad privada (doble apoquine del contribuye­nte) hay que esperar turno. No es eso lo malo, sino los millones de personas que no pueden permitirse atajar por la vía del pago aunque en ello les vaya la vida. Literalmen­te. Y en León son ya unas cuantas las pruebas diagnóstic­as (esas que permiten detectar las enfermedad­es y aplicar los tratamient­os) que se demoran alrededor de un año. Mal rollo para la superviven­cia, y mal trago para el sufrimient­o. Porque la cosa, la que sea de cada uno, duele.

Hay una legión creciente de congéneres que no han encontrado el billete para subirse al cohete económico con el que el país anda ahora sacando pecho en los foros internacio­nales, pero sí se identifica con los señalados en los múltiples y sesudos informes sobre el incremento de la desigualda­d (casi una cuarta parte de la población leonesa está en riesgo de pobreza y exclusión social, de la que es difícil salir luego durante generacion­es); sobre el ejército de trabajador­es que a pesar de tener empleo vive en la pobreza (un 20% del total en la provincia); sobre los jóvenes atrapados en la espiral que les impide independiz­arse y construir un plan de vida digno a tiempo. Esos leoneses que además intentan escapar para acabar enredados en junglas mucho más feroces para acceder a la vivienda o tener una mínima calidad de vida. Lo ha advertido la Comisión Europea, León está entre las zonas con mayor riesgo de sufrir la ‘trampa del talento’, dejar escapar su mejor potencial. Otra realidad aplastante: casi 7.000 familias de la provincia intentan salir adelante sin que ninguno de sus miembros en activo logre encontrar un empleo.

Y todo esto también duele. No es derrotismo, es abrir los ojos. Para luchar y no rendirse. Pero para eso hay que estar sanos. Y no, no estamos poniendo los medios.

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