Un paso atrás

–Venga, ¡sácate otra ronda!

–Os veo a gusto hoy, ¿eh?

–¡Tres kalimotxos, cuatro cañas y un gintonic!

–¡Oído cocina!

–Bueno, gin-tonics ponte dos, que este dice que no pero luego se bebe el mío, ya sabes. –Oye, que voy al baño, ¿te vienes?

–¿¿Otra vez?? Pero qué vicio tienes chaval… Paso, igual luego.

–Pues yo sí. ¡Voy contigo!

–Yo os espero fuera, me voy a hacer un cigarrito

Hora punta en el bar, la parroquia grita para hacerse oír por encima de la música y porque está muy arriba. Es la hora de la exaltación de la amistad, la hora en que la oportunidad perdida reaparece y la hora en que las risas, la paranoia, el buenrollismo y las obsesiones se multiplican por diez. –¡Cabrón! ¿Sales o no sales del baño?

Fuera del bar, dos parejas. Fuman y charlan. Y los chavales que ya tienen su ronda. Unas miradas se cruzan, el filo de unos ojos brilla y la tormenta estalla. En este momento el interior y el exterior del bar son dos planetas lejanos. Ninguno de los dos conoce la vida que hay en el otro. Hasta que los dos chavales salen del baño cargados de superpoderes, llegan a la calle y ven. Un hombre en el suelo, tiene sangre en la boca y a su novia tratando de calmarle. Su amigo le mira desencajado. Los dos chavales, con los ojos muy abiertos. Les conocen de sobra, y sus colegas, los que están en medio de ese montón de gente, también. En las peleas salen magulladas las dos partes, en las palizas, una. Fuera como fuera, si a un tipo se le rompe un tobillo, está claro que agresión, ha habido. Habrá que saber si también hubo ensañamiento, participación colectiva… Lo que no hubo es otro tipo de delitos. Ni prevaricación, ni atraco a mano armada, ni evasión fiscal, ni terrorismo. Por mucho que las víctimas fueran guardias civiles. Juzgarlo así nos hace dar un enorme paso atrás en un camino que, en sí, no es fácil. ●