“La obra nos habla de la envidia del mediocre que no soporta al que es mejor que él”
El actor dará vida al malogrado don Alonso esta tarde en el Gayarre en la versión de ‘El caballero de Olmedo’ de Eduardo Vasco para Noviembre Teatro.
PAMPLONA – Albadalejo atiende a este periódico unos minutos antes de salir de viaje hacia Albacete para representar Malvados de oro, una propuesta en la que encarna a algunos de los grandes villanos y villanas que hay en el teatro del Siglo de Oro. Su compromiso con los clásicos es grande y cada vez disfruta más con estas obras y estos autores. Dar vida a don Alonso es un regalo para cualquier actor y más si le permite reencontrarse con colegas y amigos como Eduardo Vasco, Arturo Querejeta y Fernando Sendino. Si a todo esto se le suma el vestuario de Lorenzo Caprile y la escenografía, austera y aliada con el tono premonitorio de la historia, de Carolina González, “qué más se puede pedir”.
Para un actor es importante participar en El caballero de Olmedo, pero más aun si le ofrecen el papel de don Alonso, uno de esos roles soñados.
–Sí, y últimamente, supongo que por la constancia y por ser muy cabezón, me están pasando cosas muy interesantes. En los últimos años he tenido la oportunidad de hacer cosas como Otelo con Noviembre y con Eduardo (Vasco), y fuera de la compañía también he hecho Reikiavik, de Juan Mayorga, con la que estuve en el Gayarre... Y la vuelta a Noviembre ha sido con uno de esos personajes que, como bien dices, son de esos que esperas poder interpretar alguna vez. Y no puedes más que decir que sí, por supuesto. Estoy encantado de hacer este don Alonso con Eduardo en lo que ha sido un reencuentro muy bonito.
Este es uno de los clásicos españoles que se representa frecuentemente, ¿qué es lo que tiene de diferente la propuesta que veremos mañana en el Gayarre?
–Es verdad que es una obra que se ha representado muchas veces y que ha tenido grandísimas puestas en escena, pero Noviembre siempre apuesta por hacer un teatro en el que lo importante son la palabra y el actor. Como decimos nosotros, con poquitos muebles para sujetarse. La escenografía de Carolina González también es muy precisa y minimalista, con unos bancos y un gran giratorio en el centro del escenario en torno al cual sucede esta historia que casi se puede decir que es circular, porque se pasa de la luz a la sombra.
O de la comedia al drama.
–Sí, porque empezamos por felicidad, el amor, esos sentimientos que experimentan don Alonso y doña Inés cuando se conocen en la feria, la intermediación de la celestina Fabia... Esos dos primeros actos son claramente de comedia, y ese giratorio va marcando el paso del tiempo hasta que aparece una sombra con motivo de los sueños de mal agüero que empieza a tener el caballero y que vienen a ser el spoiler de lo que va a suceder. Desde la canción inicial te dicen que se va a morir y así será.
¿Qué matices ha querido darle Eduardo Vasco a la interpretación?
–Hemos apostado por una interpretación muy contenida tanto en la parte cómica como en la dramática. Hemos llevado al caballero muy sujeto y a mí me ha parecido muy interesante. Nunca había pensado en interpretarlo así, pero Eduardo y yo coincidimos en que había que hacerlo muy lírico, encontrando esa belleza y profundidad del texto de Lope en lo referido a la historia de amor, y no cayendo en la exageración cuando se produce el drama. Al fin y al cabo, don Alonso es un caballero y le hemos dado ese toque cortesano y lírico.
Lo que le pasa a don Alonso, su asesinato a manos del celoso Rodrigo, es terrible. La maldita envidia, pecado capital de este país ayer, hoy y seguramente mañana.
–Claro. En este caso, además, se habla de la envidia al que es de fuera. Don Alonso es de Olmedo y va a la feria de Medina, donde la gente no lo acepta. En el fondo, lo ven como un peligro porque es mejor que ellos y encima se atreve a enamorarse de una de sus vecinas, Inés, que le corresponde, así que acaba emboscado por Rodrigo, que lo mata. Lo españoles tenemos ese pecado tremendo de la envidia, sí.
Querer eliminar a alguien porque es mejor que tú parece la definición de la mediocridad.
–Exactamente. Es el triunfo de la mediocridad. Muchas veces leemos en prensa noticias de crímenes terribles y luego nos enteramos de que detrás de ellos hay sentimientos de este tipo. Envidia, celos... La mediocridad actúa de esa manera y suele ser muy cobarde.
Al final, los clásicos nos siguen ofreciendo un espejo en el que mirarnos; señal de que no hemos cambiado tanto.
–Es lo bueno que tienen los clásicos, que siempre les podemos sacar una lectura desde hoy. En el texto está todo. En ese sentido, Eduardo no ha querido enmascararlo ni proponer un montaje de El caballero de Olmedo en la Estación Espacial Internacional o cosas así. No hace falta. Este es un clásico de capa y espada y así lo ha querido hacer. En este punto, la aportación de Lorenzo Caprile ha sido estupenda.
Con ese vestuario seguro que es más fácil ponerse en situación.
–Lorenzo Caprile ha colaborado con Eduardo en los últimos espectáculos y es verdad que ese vestuario, en este caso la capa y la espada, a los actores nos transforma. No es lo mismo hacer El caballero de Olmedo vestido con unos vaqueros que con una ropa espectacular creada por este diseñador, con tu espada, tu sombrero... Te pone en situación a ti, pero también al público, que acaba imaginándose todo lo que le vas contando; la plaza de toros de Medina, el camino a Olmedo, la reja del balcón de Inés... De algún modo, este montaje reivindica el teatro del Siglo de Oro tal y como se hacía en el Siglo de Oro, apostando por ese verso que es tan potente.
“Cada vez me siento más desenvuelto y comprometido con los clásicos”
“No es lo mismo interpretar a don Alonso con vaqueros que un vestuario de capa espada diseñado por Caprile”
–Perfectamente. El espec-
“Arturo (Querejeta) y yo hemos trabajado la relación del caballero y Tello casi como la de Quijote y Sancho”