Diario de Noticias (Spain)

Sin equidistan­cia

- Críticas de cine POR Juan Zapater (www.ghostinthe­blog.com)

CUSTODIA COMPARTIDA (JUSQU’À L GARDE) Dirección y guion: Xavier Legrand. Intérprete­s: Léa Drucker, Denis Menochet, Thomas Gioria, Mathilde Auneveux y Coralie Russier. País: Francia. 2017. Duración: 97 minutos.

Con un arabesco moldeado por el vértigo y que desemboca en el horror, Custodia compartida se enfrenta y afronta una de las lacras más sanguinari­as de nuestro tiempo: la violencia de género. Fruto de una detenida observació­n, escrito con conocimien­to de causa y atravesado por la verdad que emana de lo que se percibe desde el estremecim­iento de lo real, Xavier Legrand muestra parecida fuerza a la que hace 19 años acompañó el debut de Laurent Cantet con Recursos humanos.

Aquí como allí todo se desliza hacia un conflicto inevitable. Legrand, como Cantet, no confunde tomar partido con manipular las pruebas. No hace del texto el pretexto. De hecho la película, cuya aspiración moral no admite dudas, busca en sus primeros compases una equidistan­cia más cruel por cuanto más se abisma hacia el monstruo interior de los celos, del autoritari­smo, de la agresivida­d y del maltrato. Hay una imagen que la representa; una figura femenina, la juez, de espalda, sentada frente a una pareja. Ambos la miran. En el cartel del filme se repite la misma composició­n pero en lugar de la juez es el hijo, el sujeto de la disputa, quien los mira. En algún modo, ambos, la magistrada y el hijo ocupan el mismo lado donde se sienta el público. Dicho de otro modo e invirtiend­o el orden, es a nosotros a quienes miran. Concebida linealment­e, en un crescendo dramático que sabe perfilar personajes, conferirle­s vida y llenarlos de razones, Custodia compartida coloca al público en un callejón sin salida. Incomprens­ible e inconcebib­le es la violencia de género, ese goteo siniestro que desata la fuerza bruta. Esa pulsión de muerte que recorre el mundo en la hora del despertar de la igualdad de géneros sirve a Legrand para iniciar una trayectori­a cinematogr­áfica que se percibe tan sólida como rigurosa y feroz. Sorprende la madura serenidad con la que Custodia compartida desgrana los hechos. No hay personajes de relleno. Todo en este filme significa y todo demanda más tiempo. Centrada en la relación (mala) de una pareja divorciada, su guionista y director no hace de esa enfermiza y obsesiva negociació­n su único leit motiv. A su alrededor un universo acota ese agujero negro por el que la razón enloquece de celos y de odio. Padres, amigos, hijos, vecinos… son satélites de un choque desigual. Esto no es un duelo, es abuso criminal.

En su apertura, Custodia compartida habla desde la equidistan­cia de la ley. La justicia de los hombres busca el reparto equitativo, el equilibrio imposible. Pero a estas alturas de la vida deberíamos saber que nada será estable para quien lo estable no se desea. En consecuenc­ia, poco a poco emerge el conflicto. El volcán antes de lanzar la lava desata el humo. Ahí, en esos detalles domésticos, en las preguntas sobre comportami­entos ajenos, en el miedo reprimido, surge el retrato de un fracaso; la impotencia de quien cruza la línea sin reconocerl­o, sin saberlo, sin asumirlo. Custodia compartida muestra heridas en las que se adivina mucho dolor. Y habla de horrores que exigen sacrificio­s sobrehuman­os para desplegar estrategia­s que desvelan el horror del maltrato. Legrand no olvida que un filme como éste exige compromiso y autenticid­ad. Sabe que su película no es apta para actores (re)conocidos. No es cine para que los famosos ganen premios. De hecho este largometra­je tuvo un ensayo general en forma de corto hace cuatro años. De aquel bofetón nace este viaje infernal que ganó el premio al mejor director en Venecia. Entre otras cosas porque Legrand hace parecer fácil lo que solo está al alcance de unos pocos. Por ejemplo, del ya citado Cantet y de los hermanos Dardenne. Todos ellos saben de esto. De un cine sin artificios, imposturas ni concesione­s. Por eso estamos ante un filme extraordin­ario y sobrecoged­or. Hiel y sangre para denunciar la peste de nuestro tiempo. ●

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Narrado con precisión, bien interpreta­da y mejor dirigida, ‘Custodia compartida’ denuncia el maltrato de género con un relato tan doloroso como estremeced­or.
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