El esperado deshielo

Venía a decir Bernardo Atxaga en la película La pelota vasca, la piel contra la piedra (Julio Medem, 2003) que el final de ETA supondría tal liberación para la sociedad vasca que íbamos a levitar. Sin duda, su reflexión era entonces muy compartida. Vivíamos una época en la que cualquier tregua de la banda armada, que abría todos los informativos, era recibida con alborozo generalizado desde la esperanza de que fuera la definitiva.

Siete años después, fue Jesús Eguiguren quien nos avanzó que los tiempos del plomo habían acabado. El que fue presidente del

PSE entre 2002 y 2014 se adelantó casi un año al anuncio de ETA, en octubre de 2011, de poner fin para siempre a la violencia. Eguiguren, que hizo un inteligente trabajo por la paz no siempre reconocido por sus compañeros de filas, vaticinó que el cierre de persiana de ETA iba a ser algo parecido al deshielo tras una nevada. Dicho de otra forma, que casi ni le íbamos a dar importancia, porque ese infausto ciclo estaba más que superado.

Con la perspectiva que da el paso de los años, tanto el escritor como el político tenían razón. Si en 2003 ETA hubiera dejado de atentar, nos hubiéramos quitado tal peso de encima que no habríamos estado muy lejos de la levitación. Pero para cuando lo decidió en 2011, aquello ya estaba en los estertores, por lo que no quedaba otra salida.

Quienes nacimos casi a la vez que ETA, llegamos a temer que estaríamos condenados a coexistir con un terrorismo que, además de asesinar, apuntalaba los gobiernos más reaccionarios y daba pábulo a que se legislara desde la excepción. No extraña, por tanto, que ahora sea la derecha quien más invoque a ETA, a la que trata de catapultar al primer plano de la actualidad política sin venir a cuento. Felizmente, la mayoría de la sociedad no está en esa órbita, lo que va a permitir que el trabajo que resta por sellar la convivencia tenga más posibilidades de fructificar a corto plazo, pese a la resistencia interesada de algunos. ●