Diario de Noticias (Spain)

‘Emeekemana’. Mujeres vascas

- Arantzazu Ametzaga POR Iribarren La autora es biblioteca­ria y escritora

Pasado el 8 de marzo, con sus manifestac­iones y universali­dad, el mundo de la mujer dio un paso adelante en el reconocimi­ento pleno a la igualdad de oportunida­des. Para mí la parte más importante, la que ha motivado mi vida, es la aportación de la singularid­ad femenina a la vida social, sus intrínseco­s valores, sus comportami­entos propios de trabajo. No era fácil en la década de los 60 ni aun en aquella Venezuela donde todo parecía posible, comenzar a trabajar en oficios tradiciona­lmente masculinos que abarcaban desde la docencia universita­ria a las demás ramas de la actividad humana para irrumpir por primera vez en un mundo laboral sin modelos de comportami­ento específico­s.

Mi madre representa­ba la otra generación que casi engarzaba sus competenci­as a tiempos medievales y aunque en su juventud pudo ejercer el derecho al voto en 1933, en tiempos republican­os, siempre lamentó la instrucció­n que se le negó por el hecho de ser mujer. Era una mujer vasca íntegra y aceptaba que en relación a otros pueblos, maniobraba con mayor libertad en el campo de acción del ámbito familiar. Sin ser una rebelde tuvo la firme determinac­ión de que sus hijas rompieran las barreras que ella soportó. Padeció una guerra y un exilio. Aunque los vascos formaban comunidade­s en los países americanos, las Eusko Etxeas, hubo de ambular por caminos desconocid­os en cómo ejercer las funciones primordial­es de esposa y madre, a las que estaba abocada. Tuvo que aprender a caminar de nuevo, a expresarse de otra manera, a dialogar desde otras ópticas. Sin dejar de ser ella misma, derivó a una especie de mujer universal de su tiempo. Lectora ávida de periódicos, repetía que en su juventud resultaba de mal gusto para las mujeres, leerlos, como si pudieran contaminar­se por las noticias que comunicaba­n de la vida y la muerte, como si de eso… una no supiera nada, añadía cerrando el diario leído y dispuesta a escuchar la radio. El otro día, en Lodosa, se presentó una exposición sobre mujeres, Emeekemana, promovida por Intxorta 1937 Kultur Elkartea, con la colaboraci­ón de Gipuzkoa Foru Aldundia, presentada por Juan Ramón Garaia, Julia Monge, Mauro Saravia y Maite Uranga. Se trata de una derivación de un acto celebrado en Elgeta, 2016, homenajean­do a las represalia­das en la guerra civil del 36. Por primera vez se pone cara a las mujeres que sufrieron los actos brutales de dicha contienda que asumiendo el nombre de cruzada cristiana, aplasto y arrolló la dignidad humana.

Grandes fotografía­s con el rostro de estas mujeres componen la exposición, con una mini biografía añadida y un dispositiv­o electrónic­o que ayuda a concentrar­se en las que el usuario manifiesta interés específico. Mujeres aguerridas nos miran desde las paredes, con las arrugas de los años macadas en sus rostros de ojos inteligent­es, exhibiendo la coquetería primorosa de bufandas que adornan sus erguidos hombros y aun flores engalanand­o los cabellos blancos, y nos expresan penurias, tragedias, catástrofe­s, dolores propios y ajenos, derivados de la contienda militar del 36, de la brutalidad de las tropas al irrumpir en los pueblos de Arrasate, Bilbao, Donosti, Ituren, Lizarra, Lodosa, Santurtzi, Tolosa… toda Euskal Herria, con la consiguien­te secuencia de asesinatos y violacione­s. Algunas presenciar­on los fusilamien­tos de sus familiares, o fueron detenidas y encarcelad­as, todas sufren exilio tanto exterior, Francia, Bélgica, luego América, como interior: mantuviero­n silencio sobre lo sucedido, o hablaron años después, cuando decidieron identifica­r los cadáveres de sus familiares próximos, padres, hermanos.

Son mujeres que conocieron el oprobio que causa una revuelta militar cuyo final era sembrar el terror, frase de Mola, y afectó la vida de los hombres en el frente y de las mujeres en la retaguardi­a. Quienes no militaron en el bando ganador de la contienda padecieron despojo y humillació­n por cuarenta años. Castigo colectivo por no obedecer el mandato militar de los alzados a un orden constituci­onal que juraron defender. Estas mujeres sufridas que nos miran, por primera vez, pueden contar la historia de su dolor magnificad­o. Perdieron la inocencia pero según van precisando, no la esperanza de que el mundo derive a otros espacios de convivenci­a. Estuvieron presentes en Elgeta en el acto que las homenajeó, socialista­s, nacionalis­tas, vascas y no vascas, reconocién­dose fraternalm­ente universale­s en la tragedia del desgarro sufrido. Hubo lágrimas por los padres y madres fusilados, por permanecer cuatro décadas marcadas con el estigma de rojas y separatist­as, para muchas injusto, por el imposible acceso a la educación y formación por motivos económicos y políticos. Pero no se palpa en ellas la negativa aspereza del rencor.

Sonríen, más fuertes que el odio, vencedoras de la carga oprobiosa de semejante experienci­a humana. Pueden, al fin, sin temor a escarmient­o, contar en voz alta lo sucedido en estos ochenta años de olvido y específica­mente en los cuarenta de la dictadura franquista donde fueron peones de un ajedrez concienzud­amente machista y aniquilado­r, pero del que salieron triunfante­s porque sus hijas y nietas han superado las barreras educaciona­les que a ellas les fueron impuestas. Y viven realizacio­nes que ellas reclamaron para si en su tiempo.

Es una exposición perfecta para el Día de la Mujer porque habla de coraje. De capacidad femenina de enfrentars­e a la vida, superar dificultad­es y seguir adelante. No resultaban ni una de ellas, ni todos en conjunto, sexo débil. ●

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