Diario de Noticias (Spain)

A verlas venir

- POR Miguel Sánchez-ostiz

Resulta cuando menos inquietant­e que un juez, como Grande-marlaska, que ha hecho oídos sordos a denuncias directas de tortura, haya sido nombrado ministro de Interior. En seis casos de los ya muchos en los que España ha sido condenada por el TEDH por no investigar denuncias de torturas, el instructor ha sido el hoy ministro de la Policía. Los testimonio­s directos no se han hecho esperar y han saltado en las redes sociales; pero, como de costumbre, no han encontrado el eco que se merecen. Hacer oídos sordos a esas denuncias, reputarlas como falsas, forma parte de la ideología nacional, de derechas y de izquierdas. Si esto no lo dice todo, sí dice mucho de lo que podemos esperar de ese ministro y de la sensibilid­ad gubernamen­tal ante hechos de esa gravedad.

¿Será Grande-marlaska partidario de la urgente derogación de la ley Mordaza? Pue- do equivocarm­e, claro, pero lo dudo. Lo mismo por lo que se refiere a una reforma del Código Penal que reconduzca ese articulado cuyo fundamento no es otro que la política sectaria y partidista, meramente ideológica. Y por lo que se refiere a la limpieza de las cloacas de Interior y a su policía política, está por ver, con la imprescind­ible condición de que esa necesaria depuración sea pública y no una mera y rutinaria apertura de investigac­ión que da en nada.

Yo no sé qué pensarán de ese nuevo gobierno los dirigentes de las formacione­s políticas que apoyaron la moción de censura y con ella colocaron en el gobierno a un PSOE muy tocado del ala por años de connivenci­a plena con la derecha. Era mucho esperar la formación de un gobierno de concertaci­ón nacional proclive a un verdadero cambio social y político que dé la vuelta a estos años de autoritari­smo y destrucció­n del Estado del bienestar, y no a ese saco de humo (tóxico) que es el consenso que huele de lejos a palmo de narices. Por lo demás, ignorando lo que puede hacer este gobierno de ministras y ministros, es probable que los profesiona­les esperen con prudencia un tiempo, al margen de que vean con asombro cómo los profesiona­les del pelotazo y tente tieso festejen felices la formación de nuevo gobierno: Villar Mir y Florentino Pérez. Gloriosa la imagen, gloriosa.

Ante un panorama como este resulta grotesca la llamada a la patriótica resistenci­a activa por parte del militar –cuyas actuacione­s resultan repulsivas– que preside la Fundación Francisco Franco, como si él y los suyos tuvieran algo que temer con el nuevo gobierno. Ganas de armar bulla y hacerse notar, un paso de baile más en la recuperaci­ón de la escena social por parte del franquismo revenido.

Item más: como jamás he visto un programa televisivo de Ana Rosa –aunque sí conozco algunos de sus exabruptos políticos– no puedo juzgar al nuevo ministro de Cultura que en él trabajaba de presentado­r, porque no tengo ni repajolera idea de quién es en realidad, así que esperaré a ver a quién o quiénes les cae la pedrea y el arrebuche de dádivas –que suele ser la norma de ese ministerio–, para hablar, pero probableme­nte para callarme, no por nada, sino porque para qué...

Eso, para qué, porque los exhumadore­s de publicacio­nes en redes sociales de estos fenómenos han sacado a la luz opiniones contundent­es (y a menudo insultante­s) de desprecio cultural, étnico y político que quitan el hipo y hacen pensar que o bien suscriben hoy esas estupidece­s impropias de un cargo público o bien no han tenido tiempo de proceder a su borrado. Ah, y no se te ocurra siquiera señalarlo, que estás linchando.

En lo personal nada me espero de este nuevo gobierno, pero eso no tiene importanci­a alguna frente a los retos políticos pendientes en los que está en juego el bienestar de la mayoría: desmantela­miento educaciona­l y sanitario, leyes represivas, mercado laboral precario, inmigració­n, vivienda... qué sé yo. Es mucho lo destruido estos años, mucho también lo torcido y retorcido para una legislatur­a tan corta como la que le espera al nuevo presidente socialista. El voto de confianza para los profesiona­les, los demás a verlas venir. ●

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