¿Trudeau? ¿Macron? Pedro Sánchez
EL GOBIERNO DE SÁNCHEZ APENAS TENDRÁ UNOS DÍAS DE CORTESÍA. PODEMOS, PRINCIPAL IMPULSOR DE LA MOCIÓN, MUESTRA LOS PRIMEROS SÍNTOMAS DE INQUIETUD TRAS CONOCERSE LOS MIMBRES PERSONALES E IDEOLÓGICOS DEL NUEVO EJECUTIVO
“Pedro Sánchez le ha dado una antológica lección de riverismo a Albert Rivera”. La descripción más sintética sobre lo ocurrido estos días en la política española la ha dado el periodista Pedro Vallín. El primer golpe del líder socialista ha sido la composición de su propio Ejecutivo. Que si Gobierno de inspiración Trudeau. Que si Gobierno con toque Macron. Etiquetas que complican la vida al PP y a Ciudadanos, porque la idea de perdurabilidad ha quedado asentada en cuestión de horas en la opinión pública, a base de un goteo de anuncios de carteras que desmienten o complican la posibilidad de grandes cambios.
Pero la política es evaluación continua, y mucho más que un buen ejercicio de tacticismo, por muy bien diseñado que esté. Para que el Gobierno Sánchez sea estable, el PSOE no puede perder de vista dónde están sus apoyos, porque necesitará mantener alianzas. Sánchez tendrá que dirimir singularmente con Podemos, tercera fuerza en el Congreso, cuál es el grado necesario del cambio y cuál el calado de las reformas económicas, sociales o territoriales. Será una constante sokatira. Y el primer brote de desencanto de Iglesias no ha tardado en llegar. Podría haber habido un ministerio con tonos morados. Siquiera para equilibrar el sesgo de algunos cargos. No ha sido así. Ahora Iglesias deberá demostrar que sabe mover las piezas igual de bien para presionar al PSOE que para articular una moción a favor de Sánchez. Y readaptar su relato. No es lo mismo “aprovechar las posibilidades existentes para conseguir los objetivos que se pretenden” (definición de posibilismo según la RAE) que ir a un escenario de objetivos olvidados a medida que la agenda setting conservadora estreche las posibilidades. En cualquier caso, con la llegada de Sánchez se reabre el sonido de fondo de un debate histórico: hasta qué punto el PSOE puede ser un partido de cambio. Alternancia o alternativa, esa vuelve a ser la cuestión.
Nuevo tono. Tempo y tono son claves para componer una melodía y al mismo tiempo dos marcos claves para cualquier asesor político. Sánchez ha confiado en el donostiarra Iván Redondo, ex consultor del PP como antes lo hizo con Verónica Fumanal, ex asesora de Rivera. Lo cual ya nos da pistas de por dónde se mueve la política técnico profesional. A beneficio del cliente. “Esto de los votos en un 70% es mercado”, dijo certeramente el analista de comportamientos electorales Jaume Miquel. Y para seguir tratando de conquistar al mer- cado, Redondo, cuya web presume de la importancia de conectar más que comunicar, será a partir de ahora director del Gabinete de Presidencia de Sánchez para seguir conectando. Sin pretender restarle ningún mérito, tal vez parte del trabajo lo tenía adelantado, a base de un simple ejercicio de contraste. No es la primera vez que ocurre, obviamente. Les pongo dos precedentes del siglo pasado como ejemplo: 1976 y 1996.
En julio de 1976 la imagen de Adolfo Suárez en un 127 camino de la Zarzuela redujo ipso facto la efigie de Arias Navarro a un objeto de anticuario. Pero sobre todo puso de manifiesto los límites de la de Fraga. Por mucho bombín que don Manuel se hubiese calado en Londres, Suárez era un hombre con otra calma y otro tono; infinitamente más seductor. Veinte años después, González, que pese a estar en declive seguía siendo mucho más carismático que Aznar, a punto estuvo de aguar la fiesta al Partido Popular. Fue la campaña del anuncio del doberman, ¿lo recuerdan? Una “España en positivo”, jovial y moderna que contraponía el color frente al blanco y negro, el vitalismo frente a crispación. Después de 14 años en el poder no había anuncio que pudiera retener en la Moncloa a Felipe González. O casi, porque cerca estuvo el felipismo de arruinar las expectativas de Aznar. “Nunca hubo una victoria tan amarga ni una derrota tan dulce”, dijo González, para morir matando y marcar de alguna manera el devenir de Aznar durante su primera legislatura y quién sabe si durante toda su presidencia.
Veintidós años más tarde de aquel primer triunfo de Aznar, y alcanzado el poder por la vía de una moción de censura, Pedro Sánchez no necesitaba ni campaña ni vídeo. Bastaba de nuevo con jugar con el contraste, multiplicado por la gigantesca hemeroteca que al alcance de todo el mundo conforman las redes sociales. Y conectar con la audiencia. Conectar, conectar y conectar. Como antes Julio Anguita repetía programa, programa, programa. Y esperar la respuesta instantánea, y bastante previsible. Entre un novio de la muerte y un novio de la vida no hay color. Entre un legionario y un astronauta, tampoco. Y el público necesita referentes nuevos. Así que el nuevo Ejecutivo alumbra dudas, tiene perfiles muy discutibles, pero en contraste con el del PP ofrece un toque de frescura. Todo lo líquida que quieran, pero por eso mismo moderna. Empezando por la telegenia de Pedro Sánchez, en contraste no ya con los usos y costumbres de Rajoy, ya desparecido de la escena, sino con las carencias de un recién llegado como Quim Torra, y con las ansias conocidas de Albert Rivera, de discurso y gesto acelerado.
La conclusión de fondo; el sistema cuando llega al límite tiene capacidad de renovarse y conserva reflejos, aunque dicha renovación esté diseñada para suscitar continuidad o cambio limitado. De ahí el temor entre partidarios de llevar más lejos el cambio. De ahí la extendida desconfianza, pero también la repartida cautela entre los partidos que apoyaron la moción. Porque a las primeras de cambio, el giro socioliberal de Sánchez, que será a buen seguro del gusto de Merkel, ha provocado una severa crisis en el Partido Popular y nubarrones en el horizonte de Ciudadanos.
RAJOY SE VA, AZNAR SE QUEDA Han sido tres cambios casi simultáneos: en el Gobierno español, en el Partido Popular y un dato no menor, en la dirección de El País. Tres circunstancias que han dejado descolocado a Ciudadanos, que ha optado ahora por apuntarse parte del éxito. El riesgo para la formación naranja es ahora el de congestionarse en su propia estrategia. Mientras en el PP una sucesión de Núñez Feijóo tiene el inconveniente de que carece de acta de diputado. Como le ocurrió a Sánchez. Un hándicap no determinante, por lo tanto. Y ojo, a medio plazo, ante un posible escenario Pedro Sánchez Núñez Feijóo, Inés Arrimadas podría mejorar el cartel electoral de Rivera.
Hoy por hoy la rápida dimisión de Mariano Rajoy facilita la renovación en el PP y al mismo tiempo requiere de un plazo. El hecho de que el mismo día de su adiós, José María Aznar se ofreciese como líder intelectual de la reconstrucción del centroderecha, confirma el estilo respectivo de cada uno. La política también es educación. De momento, ha quedado claro que Aznar clama en el desierto, pero rodeado de cámaras y micrófonos. Si no cambian mucho las cosas, PP y Cs bascularán entre la pinza y la competición. Pero sin coaliciones de por medio.
DISYUNTIVA HISTÓRICA El PSOE tiene ante sí el enorme reto de confirmar o desmentir la existencia de un Estado irreformable. En la cuestión catalana Sánchez puede abrir una suerte de vía bilateral post 155 para tratar de poner el contador del Estatut en el año 2006. Tiene la mano tendida del PNV, que examinará ahora el grado de interlocución con el nuevo Ejecutivo. Lo que para muchos parece una pantalla superada será comprado como una victoria por sectores influyentes del catalanismo.
Se acerca el verano. Oportunidad de política discreta. El PP lo aprovechará con su Congreso extraordinario. A la vuelta de vacaciones llegará la diada y el primer aniversario del 1 de octubre. Mantener el tono será entonces menos sencillo. Comienza desde ya la hora de la verdad. ●