Diario de Noticias (Spain)

Cuando aparece un ángel

- Susana Aragón POR Fernández

La tarde avanzaba lenta entre las paradas de la línea 7, que va desde Barañáin hasta Villava. Casi una hora desde un punto hasta el otro con el subir y bajar de gente. Algunas caras ya conocidas: los que tienen unas rutinas muy marcadas y siempre cogen el autobús a la misma hora. Y siempre caras nuevas. Algunos saludan al entrar, muchos pasan de largo como si yo mismo fuera una pieza más de la villavesa.

Iba pensando en que en cuanto llegara al final de la línea iría al bar donde ya me conocen para poder ir al servicio. Aprovechar­ía el momento para estirar un poco las piernas y para comprarme un refresco para entretener­me el resto del tiempo que me quedaba hasta terminar la jornada.

Mis pensamient­os y mi sensación general al volante era de bastante aburrimien­to. Eso sí, los reflejos los llevo siempre alerta porque circular con semejante autobús articulado tiene lo suyo: siempre hay algún coche que no te deja incorporar­te al carril después de la parada o alguno en segunda fila que te obliga a respirar conteniend­o el aire para no rozarle. Pero bueno, por poner una palabra a la tarde ésta era hastío. Tenía muchas ganas de acabar el turno para darme un paseo con Laura y después ver el partido de Osasuna en el bar de al lado de casa.

Avanzaba por la avenida Marcelo Celayeta cuando lo vi: vi el ángel. Fue una escena muy rápida. En la marquesina podía divisar un buen grupo de niños y niñas con sus profesoras. Y a unos metros de la marquesina una de las niñas iba medio a rastras con una profesora a cada lado llevándole del brazo. La niña iba sin apoyar un pie, llevando su zapatilla en la mano. Una profesora miraba hacia atrás apurada porque llegaba la villavesa y no les iba a dar tiempo de llegar. La niña iba malamente: o se había roto algún hueso o se había hecho un esguince. Desde mi cabina veía que no podían avanzar más rápido. El resto del grupo de niños les miraba con la tensión de quien no sabe bien qué hacer: si subir al autobús o esperar a la niña herida. Entonces apareció el ángel. Era un ángel que pasaba por ahí y tenía forma de mujer, una mujer joven. Iba con otra mujer y dos niños que jugaban entre ellos mientras andaban por la acera. La mujer-ángel llevaba una silleta vacía, una silleta de esas plegables, bastante enclenque de aspecto. Al ver el apuro de la niña que cojeaba rápidament­e ofreció su silleta para llevarle hasta la puerta del autobús. La silleta era bastante birria y la niña, preciosa de cara, tenía un cuerpo gigante, vaya, que estaba muy muy gordita, terribleme­nte gordita. Y cuando se sentó en la silleta temí que de repente todo se viniera abajo y me veía llamando al 112 por el golpe que se iba a dar contra la acera.

Corrieron todas a una: el ángel empujando la silleta con la niña regordita y guapa y las profesoras aliviadas por aquella ayuda inesperada. ¡Consiguier­on llegar a tiempo! El resto de niños ya había ido subiendo y el trayecto continuó. Desde el retrovisor vi cómo el ángel regresaba con su amiga y los niños, y desde ese momento la tarde tuvo ya una luz especial. ●

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain