Irresponsabilidad política
La primera en la frente. En la línea de flotación de la ética y la transparencia que pregonó como seña de identidad de su Gobierno Pedro Sánchez. Al ministro de Cultura le han pillado con una condena por defraudar a Hacienda 256.778 euros. Tuvo que pagar 365.393 para regularizar su situación. Sus explicaciones de que todo se debió a un cambio de criterio de Hacienda no solo fueron insuficientes, sino que acabaron convirtiéndose en mentiras con el paso de las horas. Acabó dimitiendo por la tarde –aunque su intención inicial era no hacerlo–, porque de lo contrario hubiera sido destituido por Sánchez, que tardó en tomar la decisión, para evitar que la carga de la prueba persiguiera a su Gobierno desde el comienzo. Más aún con un ministro como Huerta, quien ya llegó arrastrando ser un personaje más pintoresco procedente de la telebasura, con evidentes dosis de bluf político, que alguien con garantías. Y no tanto por sus tuits que al fin y al cabo son un ejercicio personal de libertad de expresión, aunque sean un compendio de gilipolleces unos y descalificaciones políticas infumables otras. Sino porque es una irresponsabilidad asumir la responsabilidad de una cartera ministerial, con la obligación de gestionar de forma eficaz millones de euros, con la mancha de una condena por defraudador fiscal. Más aún en un Estado en el que la corrupción ha devaluado la credibilidad de las instituciones y ha sido la causa primera de la caída del anterior Gobierno de Rajoy. A un Gobierno se llega con la muda limpia y la conciencia tranquila y en el caso de Huerta esta apenas primera semana en el cargo no ha sido más que una sucesión de frivolidades que ha culminado ahora señalado como defraudador fiscal. Parece que hay quien sigue pensando en la política como un lugar en el que vale todo, cuela cualquier cosa y todos los valores éticos son relativos. Era imposible seguir en el cargo ante una muestra de irresponsabilidad política como esta. ●