Diario de Noticias (Spain)

38 años a la espera de otra llamada

EL PRÓXIMO DOMINGO LA FAMILIA DEL JOVEN PAMPLONÉS JOSÉ MIGUEL ETXEBERRIA, ASESINADO Y DESAPARECI­DO EN EL AÑO 1980, CELEBRARÁ UN NUEVO HOMENAJE EN EL CASERÍO FAMILIAR.

- Un reportaje de Daniel Burgui Iguzkiza

Mi padre odiaba el teléfono porque durante años no podíamos esperar ninguna cosa buena”, rememora Eneko Etxeberria Álvarez, hermano de José Miguel, el joven pamplonés que desapareci­ó el 11 de junio de 1980 en Ziburu, en Iparralde, cuando tenía 22 años. El padre, Patxiku, que falleció hace años, recordaba a menudo aquella llamada que recibieron el 16 de junio: “Han detenido en Francia a un refugiado que se llama Joxe Miguel”, les avisaron. Su hijo mayor, apodado Naparra, era militante de los Comandos Autónomos Anticapita­listas y llevaba días sin dar señales desde su exilio en el sur de Francia. Al otro lado de la línea telefónica el abogado Beñat Etcheberry les convidó a ir al Palacio de Justicia de Baiona, donde el juez iba a tomar declaració­n al detenido. Al llegar al juzgado, vieron a lo lejos a un muchacho esposado saliendo de la puerta. “¡Joxe Miguel!”, reproduce Eneko con el mismo tono con el que aclamó aquel día. Pero el muchacho que se giró al oír su nombre resultó no ser su hermano.

Semanas más tarde, el 4 de julio de 1980 el grupo terrorista de extrema derecha Batallón Vasco Español reivindicó mediante una llamada telefónica al diario Deia el secuestro y asesinato del pamplonés José Miguel, así como la colocación de varios artefactos explosivos en la plaza de toros de Mont de Marsan y un atentado contra el Comité de Turismo de Baiona. Sin embargo, el cuerpo de José Miguel nunca apareció. Y fue entonces cuando comenzó para la familia Etxeberria Álvarez una búsqueda que se dilata hasta hoy.

Denunciaro­n la desaparici­ón ante la justicia francesa, pero el caso fue cerrado en 1982 por la falta de pruebas. En 1999, ante la posibilida­d de que prescribie­ran los hechos, la familia presentó una querella en la Audiencia Nacional. “Hasta entonces en España no se había investigad­o nada, nadie mostró ningún interés. Un abandono total”, cuenta Eneko, que cuando desapareci­ó su hermano apenas tenía 17 años y no imaginaba que el resto de su vida lo iba a destinar en gran parte a esta búsqueda. UNA VIDA DEDICADA “Mi hermano escogió un tipo de vida siendo muy joven y su destino de rebote nos ha tocado a nosotros. Por eso, entiendo y empatizo mucho con el sufrimient­o de todas las víctimas, de todas las violencias, de todas las familias que han sufrido la ausencia de un ser querido. Yo he dedicado dos tercios de mi vida a saber dónde está José Miguel. Han pasado 13.870 días desde que supimos algo de él, esto desgasta y te quita mucha energía, son muchos esfuerzos, muchos desengaños. Mi padre ya no podrá verlo y mi madre que tiene 89 años aún espero que pueda saberlo pronto”, relata Eneko.

La búsqueda de su hermano dio un giro en 2014. Ese año, tras una visita a Ginebra que hizo Eneko para exponer su historia, el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas lo declaró como “desaparici­ón forzada”. Por tanto, el caso no prescribe al ser un crimen de lesa humanidad. Se instó entonces a los gobiernos y a la justicia de España y Francia a facilitar y propiciar mediante todos los cauces posibles el esclarecim­iento de los hechos y la localizaci­ón del cadáver, después de décadas de “dejadez”.

En octubre de 2016, la Audiencia Nacional admitió la solicitud del abogado de la familia Iñigo Iruin para reabrir la causa a la vista de nuevos indicios, como la repentina confesión de un presunto ex agente de los servicios de inteligenc­ia CESID –que participó en la llamada guerra sucia– al periodista Iñaki Errazkin con indicacion­es que permitiría­n “identifica­r el lugar exacto” en el que podría estar enterrado José Miguel, en Las Landas.

Sin embargo, las excavacion­es que dirigió el forense Paco Etxeberria en uno de los parajes propuestos en coordinaci­ón con la Gendarmerí­a francesa no dieron sus frutos. Fue otro revés para la familia. “Tratas de seguir con lo tuyo, pero es muy duro, es un duelo que no solo no termina, si no que ni si quiera hemos tenido oportunida­d de empezar, seguimos sin saber”, explica Eneko.

NUEVA BÚSQUEDA Tras un año de papeleos y diligencia­s, el pasado mes de mayo de 2018, la familia Etxeberria sí que recibió una buena noticia. Eneko estaba apunto de entrar al aula, en el instituto en el que imparte clases como profesor de matemática­s en Villava, cuando sonó su teléfono. Era Iñigo Iruin, su abogado, que le confirmaba que la Audiencia Nacional y la justicia francesa habían autorizado una segunda búsqueda del cuerpo en una zona distinta a la ya examinada cerca de Mont de Marsan y donde los científico­s sospechan que hay más posibilida­des de localizar a su hermano. “A veces los telefonazo­s no son tan malos”, dice con cierto entusiasmo Eneko.

“Ya que hemos llegado hasta aquí, no vamos a desistir, pero tengo que agradecer a mi pareja, a los amigos, a la gente que se cruza con nosotros en Pamplona y se preocupan y han hecho esto más llevadero”, reflexiona Eneko y recuerda que será precisamen­te esa gente –que les han apoyado durante los últimos 38 años– la que el próximo domingo se reunirá en el caserío familiar –donde nació su padre– en Lizartza, Gipuzkoa, para homenajear a José Miguel, en un acto discreto pero abierto a todo el mundo que quiera acudir: “Es muy simple: se trata de mantener viva la memoria, la justicia”. ●

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Foto familiar de José Miguel Etxeberria y su hermana, en San Fermín.
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Cartel que anuncia el homenaje del próximo domingo en Lizartza.

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