Diario de Noticias (Spain)

Los duros días de la familia del ‘Aquarius’

Todo está dispuesto en Valencia para acoger a los 629 inmigrante­s que viajan en tres barcos. Si no cambian las condicione­s del tiempo, llegarán escalonado­s mañana domingo. Hasta entonces, matan las horas en el mar.

- Un reportaje de Cristina Cabrejas

La tripulació­n del Aquarius intenta que las duras jornadas de travesía hacia Valencia pasen de la mejor manera posible para los 106 inmigrante­s que siguen en el barco, con quienes se ha creado una gran relación y cooperació­n. Una gran familia.

“¿Cuándo llegamos?”, preguntan insistente­mente los inmigrante­s ya desesperad­os por el largo viaje, explica el cooperante Alessandro Porro de la ONG SOS Méditerran­ée, que se ha convertido para Efe en el diario de a bordo de este, como lo ha definido, “viaje de la esperanza” para 630 personas.

Ahora en los 76 metros de eslora del Aquarius conviven los 40 miembros de la tripulació­n, de 17 nacionalid­ades, con las 51 mujeres, 45 hombres y 10 niños rescatados, mientras que el resto de los inmigrante­s viajan en el buque Orione de la Marina italiana y en la patrullera Dattilo de la Guardia Costera.

Todos ellos han afrontado un duro viaje en botes neumáticos y barcas de madera en pésimas condicione­s después de pasar meses en campamento­s libios. A esto se le han sumado las 48 horas detenidos en alta mar y los 4 días de navegación hacia Valencia. “Están exhaustos”, añade Porro. Mientras, la tripulació­n “está bastante bien” y “muy animada”, aunque “algo cansada”, pero “no demasiado” ya que está acostumbra­da a navegar y pasar semanas en el mar.

El cooperante italiano explica que todo esto que ha pasado tiene incluso “un aspecto positivo” y es que los largos y duros días pasados con los inmigrante­s han hecho que se creen dinámicas de buenas relaciones

y de cooperació­n. “Pasando con ellos tanto tiempo hemos establecid­o buenas relaciones, podemos dedicarnos más a hablar con ellos y logramos tratarlos como se merecen, como personas”, explica. Y ellos, agrega, “responden con gran agradecimi­ento y nos ayudan a preparar la comida, a limpiar el barco. Se han instaurado unas dinámicas que no son ya las de socorrista­s y socorridos sino de total normalidad”.

En el Aquarius se organizan por turnos para poder descansar y siempre tiene que estar de guardia una persona de SOS Méditerran­ée y otra de Médicos sin Fronteras para intentar solucionar cualquier problema.

Después, a la hora de las comidas trabajan en grupos de seis o siete personas o también colaboran todos en los momentos en los que hay que ayudar a descargar los suministro­s que han llegado en estos días por parte de la Guardia Costera.

PARADA AL NORTE DE CERDEÑA En la noche del jueves al viernes se realizó una nueva parada en el norte de Cerdeña, donde la Guardia Costera envió nuevos suministro­s de comida e incluso juegos para los niños. El miércoles también se habían detenido brevemente ante las costas de Mazzarra del Vallo, al sur de la isla de Sicilia, para un nuevo abastecimi­ento.

Durante el resto de las horas, se pasa el tiempo jugando con los niños, tocando algunas canciones con la guitarra, jugando a unas damas improvisad­as con un cartón y trocitos de papel, pero sobre todo charlando.

Una importante labor la ejercen los mediadores y mediadoras culturales como Sara, que hacen de vínculo entre los inmigrante­s y los cooperante­s. “Me ocupo de estar cerca de las personas rescatadas porque conozco sus idiomas y sus culturas. Me comunico con ellos y ayudo a que se comuniquen entre ellos”, explica. “Estoy aquí porque creo que nadie debería morir en el mar y no quiero que nadie regrese a Libia y sea intercepta­do y devuelto a estos centros de detención”, agrega.

Porro cuenta que en estos días más tranquilos en los que han podido detenerse a hablar más con los inmigrante escuchan terribles “historias de secuestros, violacione­s y torturas” en Libia. “Éramos 135 en un bote. Salimos de Libia por la noche. Ninguno de nosotros tenía un chaleco salvavidas. Ellos (los traficante­s) nos habían pedido mucho dinero para darnos uno y ninguno de nosotros lo tenía”, explica uno de los inmigrante­s rescatado el pasado sábado por el Aquarius.

“Pasamos 24 horas en el mar y el bote empezó a llenarse de agua. Estaba muy asustado. Nos caímos al mar. Estaba helado y me quedé completame­nte desnudo. La gente a mi alrededor intentaba agarrarse a lo que podía. Tuve que luchar para poder coger uno de los chalecos que me tirasteis y al final lograsteis salvarme y llevarme a un médico. Solo puedo decir gracias a cada una de las personas que están en este barco”, añade.

Y estas personas son “ingenieros, marineros, conductore­s de ambulancia­s, bomberos, personal de marina mercantil, médicos, enfermeros, mediadores e incluso un matemático, un tripulació­n completame­nte heterogéne­a”, explica Porro. ●

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Foto: Efe La hora de la comida para dos inmigrante­s en la cubierta del ‘Aquarius’.
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