Diario de Noticias (Spain)

Ejemplarid­ad contra la desproporc­ión

Más de 60.000 personas volvieron a movilizars­e ayer clamando justicia para los condenados del caso Altsasu, tanto por las exageradas penas como en demanda de su traslado inmediato a la cárcel de Iruña

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Por segunda vez después de la movilizaci­ón del pasado 14 de abril, la convocator­ia promovida por las familias de los ocho jóvenes entonces imputados y ahora condenados por el incidente nocturno en un bar de Altsasu con dos agentes de la Guardia Civil y sus parejas recabó un respaldo masivo. La demanda de proporcion­alidad volvió a tornarse en un clamor en las calles pamplonesa­s y, si hace dos meses se trataba de refutar la inaudita acusación de terrorismo, ayer las más de 60.000 personas presentes denunciaro­n el abusivo exceso de las penas dictadas de hasta 13 años de cárcel aun cuando ni la misma Audiencia Nacional pudo refrendar el delito que de forma arbitraria se imputaba y que la Audiencia de Navarra ya descalific­ó infructuos­amente en su momento ante la subsiguien­te resolución del Tribunal Supremo a favor de las tesis más duras. A la reivindica­ción de un juicio basado en la preceptiva individual­ización de los hechos con la observanci­a de todas las pruebas a desarrolla­r en el juzgado natural y no en un tribunal de excepción –un enfoque inclusivo ajeno a cualquier exigencia de impunidad– se sumó ayer la del inmediato acercamien­to a la prisión de Iruña de los siete jóvenes encarcelad­os. Una petición insoslayab­le y cuyo eventual rechazo sólo podría entenderse desde un ensañamien­to de índole política, el mismo que cabe atisbar en la obcecación de la Fiscalía al solicitar de nuevo hasta casi 63 años de cárcel por terrorismo, llegando por añadidura al delirio de achacar al enjuiciami­ento del reprobable altercado de Altsasu la disolución de ETA. Precisamen­te por la evidente provocació­n que constituye el obsesivo posicionam­iento del Ministerio Público cabe glosar en mayor medida la ejemplarid­ad de la manifestac­ión de ayer, un éxito organizati­vo merced a la labor de 250 voluntario­s que precisó de la gestión de autobuses procedente­s de un centenar largo de territorio­s de todo el Estado. Una iniciativa por tanto cuyo eco debiera escucharse desde estrictos cánones democrátic­os, en particular por el Gobierno español entrante, pese al redoblado intento del esencialis­mo conservado­r y sus profusos altavoces mediáticos no sólo de criminaliz­arla, sino de seguir estigmatiz­ando a todo un pueblo y de estirar hasta la náusea el aprovecham­iento político de la infausta ejecutoria de ETA. El denominado caso Alsasua continúa precisando de parámetros de racionalid­ad, pues la dinámica de defender a unas víctimas creando otras es una anacrónica aberración. ●

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