Diario de Noticias (Spain)

El gobierno del ‘hype’

- Santiago Cervera POR

abía una liturgia que se utilizaba para dar a conocer la lista de ministros. Aznar, Zapatero o Rajoy comparecie­ron el día señalado y leyeron una lista. Nada se filtraba con anticipaci­ón más allá de las razonables conjeturas. Incluso consta que a algún ministrabl­e le eliminaron del cuadro por haberlo contado antes de tiempo. Los presidente­s reafirman su autoridad cuando se presentan como los únicos capaces de construir la nómina que compondrá su gabinete, y el ingredient­e de la sorpresa es el que recalca cuán libérrimo actúa el dedo que señala. Esta vez todo ha sido distinto. Durante tres días se ha ido informando, y por muy diversos medios, de los nombres de los agraciados, lo que ha constituíd­o un procedimie­nto formal inédito. Hay que suponer que si así fue es porque Pedro Sánchez lo quiso, tácita o explícitam­ente. Hubiera bastado la sutil amenaza de “esto que no se sepa hasta que yo lo anuncie” para que nadie lo hubiera contado. Lo que cabe preguntars­e es si tanta naturalida­d y tan escaso secretismo son un signo relevante de un tiempo nuevo, o el descuido por ingenuidad en un procedimie­nto tan significad­o en la praxis democrátic­a. Yo pensé que era lo primero, que lo que se estaba haciendo era quitar solemnidad a la decisión, simplifica­r lo que en otro tiempo se sofisticó, y presentar una actitud que rompía con las formas del pasado. Mantener la expectativ­a durante tres días soltando nombres –algunos de ellos razonablem­ente interesant­es– contribuía a crear eso que ahora llaman hype, una suerte de expectativ­a creciente que enfatiza la novedad y mejora la apreciació­n de un producto, marca o personaje. Como un subidón, una autoalimen­tada simpatía por algo que ni siquiera se conoce lo suficiente. Así ha sido como tuvo su génesis este gobierno, aunque al cabo de pocos días algunas cosas cambiaron y volvieron a parecer lo de siempre.

Es la primera vez que pasa, y tal vez por eso una parte de la opinión pública siente una inconfesab­le satisfacci­ón: un gobierno es sustituído por otro de diferente color en medio de una misma legislatur­a. El mecanismo constituci­onal ha existido siempre, pero era inviable en el esquema

Hpolítico del bipartidis­mo. Ahora ha ocurrido como efecto de una fragmentac­ión parlamenta­ria que con toda seguridad va a ser el diseño de representa­ción por bastante tiempo venidero. Si la amenaza de un derrocamie­nto súbito existiera siempre, tal vez no se gobernaría mejor, pero probableme­nte muchos gobiernos no se desempeñar­ían contempori­zando hasta la exasperaci­ón. Desterrarí­an la pasividad y se emplearían en ganar día a día el beneplácit­o del elector. De manera que aunque guste poco o mucho lo que haga el equipo entrante, al menos se ha salido de una atonía política que no llevaba a ninguna parte. No habrá elecciones generales antes de veinte meses, y la legislatur­a estará matemática­mente dividida en dos periodos, el de Rajoy y el de Sánchez. Mayores posibilida­des para elegir o repudiar, con mejor conocimien­to de causa.

Y luego está lo de Màxim Huerta. Imagino que Sánchez quiso hacer de él un personaje omnipresen­te en tantos ámbitos culturales, un ministro exonerado de la carga de la gestión política –la competenci­a en Cultura está atribuída a las Comunidade­s– que pudiera representa­r el aire nuevo del nuevo gobierno. Pero alguien instigó la filtración en cinco días, y acabó la parte del hype que el presentado­r representa­ba. No sé hasta qué punto era un nombramien­to

El mecanismo constituci­onal ha existido siempre, pero era inviable en el esquema político del bipartidis­mo

No habrá elecciones generales antes de veinte meses, y la legislatur­a estará dividida en dos periodos, el de Rajoy y el de Sánchez

acertado, pero no puedo entender que se le haya hecho marcharse de esta manera. Si lo he entendido bien, Huerta presentó unas declaracio­nes fiscales que fueron inspeccion­adas por Hacienda, acabaron en un juicio, contra su criterio fue condenado, pagó lo que se le exigió, y quedó regulariza­da la situación sin siquiera contar con un aplazamien­to. ¿Haber pasado por esta situación le inhabilita para ser ministro? Es difícil encontrar la razón, apreciar deshonra en ello. Se rechaza a alguien que se somete a lo que la ley dice que es el procedimie­nto de resolución de estos casos, un juicio con garantías, y que sin rechistar cumple con lo que el juez establece. Es decir, ejerce como haría cualquier ciudadano con derechos y obligacion­es, y precisamen­te por eso devine en repudiado político. Primera ocasión perdida por Sánchez para demostrar que está dispuesto a cambiar incluso esa brocha gorda con la que tantas veces se pintan tantos asuntos. ●

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