Bodas coreanas
LO ÚNICO EN COMÚN DE LA UNIFICACIÓN ALEMANA Y LA COREANA ES DEVOLVER A LA HISTORIA LO QUE DIVIDIÓ LA POLÍTICA
El reciente encuentro de Donald Trump con Kim Jong-un ha llevado a más de uno a pensar en la unificación alemana de los 90. Pero lo único que tiene en común esta unificación y la hipotética de las dos Coreas es que se trata de devolverle a la Historia lo que dividió la política.
Porque todo lo demás son diferencias. Para empezar, la unificación alemana fue una pirueta genial –o un golpe de mano, como dijeron los detractores del canciller de entonces– de Helmut Kohl, que aprovechó las agonías de la URSS de finales del siglo pasado para superar la división del pueblo alemán. La eventual unificación coreana, en cambio, no sólo es políticamente lejana sino que por ahora no la quiere ninguna de las dos Coreas.
En la del Sur, democrática, no la quieren porque son muy conscientes de que sería ruinosa. Y en la del Norte, dictadura comunista, no la quieren porque el capital necesario para rehacer el país no lo haría hasta que la nueva Corea fuese un Estado de Derecho, con las garantías correspondientes; es decir, hasta que desapareciese la dictadura actual.
Más diferencias: en el decenio de los 90 la RFA casi cuadruplicaba el número de habitantes de la Alemania Oriental y la productividad de la primera era entre cuatro y cinco veces mayor que la de la segunda. Es decir, que con tiempo y un cierto sacrificio económico (impuestos) la RFA pudo asumir ella sola el desembolso de cerca dos billones de euros que ha supuesto aproximar el nivel económico e industrial de una Alemania a la otra.
En el caso coreano, el desnivel demográfico es de 2 a 1 y la riqueza de la democrática dista mucho de ser tan alta como para poder asumir ella sola los costes de la equiparación. Lo podría hacer mañana mismo con la ayuda de China, pero esto sería someterse a un vasallaje de Pekín, posibilidad que espanta por igual en Seúl que en Pyongyang.
Por otro lado, una financiación eminentemente asiática –Corea del Sur, Japón y fondos de inversión de la zona– está todavía bloqueada por el desencuentro nipón-coreano acerca de las disculpas e indemnizaciones derivadas de la ocupación japonesa de Corea durante el siglo XX. Los estadistas surcoreanos hicieron infinidad de cálculos a raíz de la unificación alemana acerca de lo que costaría y cómo se podría financiar un algo semejante entre las dos Coreas y llegaron siempre a la conclusión de que era imposible por medios propios en esta y las dos próximas generaciones… en el mejor de los casos.
En cuanto a la eventualidad de una masiva aportación de capital estadounidense –juntamente al de otras potencias capitalistas–, nada hubo en la cumbre de Singapur que permita imaginar que la Casa Blanca vaya a tolerar –y aún menos, estimular– semejante iniciativa. ●