El tamaño sí importa
Hay veces que el tamaño sí que importa. Aunque no será esta columna quien se empeñe en demostrar si había 80.000, la mitad o tres cuartos. Pero ese policía que contó sólo 30.000 debería operarse de cataratas. Porque a esa hora en que el sol había superado la vertical, y en aquella avenida que nunca había sido transitada a pie por tanta gente a la vez, miles de personas volvieron a recordar que la historia no ha concluido, como dijera Fukuyama, ni que todo el pescado está vendido. Y es que, si bien en la manifestación del sábado la reclamación de justicia fue la razón principal para exigir a la ministra de Justicia que este despropósito judicial debe ser revisado de urgencia, no es menos cierto que quienes estuvimos allí no solo lo hicimos incendiados por esa sentencia vengativa, sino por algo más. Y ese algo más no quiere ir por delante de nada. Porque este caso, como el de la Manada, está convirtiendo a Navarra en un campo experimental de nuevos procesos y movilizaciones de masas. Sí, es verdad que vino gente de fuera. ¿ Y qué? Esa gente vino movida por algo. Y ese algo es la necesidad de seguir siendo rebeldes en un contexto de ablandamiento, sumisión, adocenamiento y desesperanza crecientes. Y les digo, Sánchez no hará magia.
En Navarra se han dictado dos sentencias que se han convertido en símbolos de la protesta cívica: la sentencia de la Manada, definida por el patriarcalismo jurídico, y la de Altsasu, firmada por la venganza ejemplarizante y antinacionalista. Dos sentencias que marcan un antes y un después y que ha movilizado a una generación que no encontraba huecos ni escenarios donde expresar su creciente marginación política y social. Una generación para la que el capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Así que sí, el tamaño sí que importa. Porque un gesto es revolucionario, no por su contenido propio, sino por el encadenamiento de los efectos que genera. ●