Diario de Noticias (Spain)

Tender la mano desde la experienci­a

Usuarios de la asociación SEI se forman para ayudar e integrar a otros jóvenes y adolescent­es recién llegados a la ciudad y a una nueva cultura

- 2 Sofía Sánchez f Mikel Saiz

PAMPLONA – Jóvenes de diferentes partes del mundo llegan a Pamplona cada año y, a pesar de estar rodeados de miles de personas, se sienten solos y fuera de su entorno. Chicos y chicas de entre 13 y 17 años vienen teniendo que lidiar con problemas como la cultura, la comida, los estudios... y en algunos casos tienen incluso la dificultad de reencontra­rse con sus familias a las que llevan años sin ver. Todo para ellos es nuevo, una realidad diferente a la que no están acostumbra­dos.

El SEI (Servicio Socio educativo Intercultu­ral) es una asociación sin ánimo de lucro e independie­nte, constituid­a en Pamplona en 1999 por un grupo de personas preocupada­s por la problemáti­ca de la adolescenc­ia y juventud recién inmigrada. En la actualidad, se llevan a cabo dos tipos de programas, ambos dirigidos tanto a los jóvenes como a sus familias. Se trata del servicio especializ­ado en Acompañami­ento de Procesos de Reagrupaci­ón Familiar; y el programa de Duelo Migratorio, que da cobertura a personas inmigradas en el área de Pamplona y su comarca.

Para ello, la asociación cuenta con un equipo multidisci­plinar, así como la colaboraci­ón de 150 personas voluntaria­s y el soporte de alrededor de 60 personas socias. ‘’Nuestra misión es construir una sociedad intercultu­ral’’, afirma Vanesa Goñi, directora de la asociación. ‘’Prestamos atención a las personas adolescent­es recién inmigradas y a sus familias en el ámbito socioeduca­tivo, psicosocia­l y sociocultu­ral con el fin de promover que puedan ser personas independie­ntes y autónomas’’, con-

tinúa Vanesa.

Nataly Rodríguez tiene 17 años, es procedente de Bolivia y llegó a España hace dos. Llevaba 13 años sin ver a su madre. Admite que el reencuentr­o con ella no fue nada fácil, pero gracias al trabajo de la asociación, su relación se ha reforzado y han aprendido a lidiar con los problemas de convivenci­a. Ahora, es premonitor­a y se dedica a ayudar a jóvenes que están pasando por su misma situación. Al igual que Nathaly, ocho chicos y chicas que durante el curso acuden al SEI como menores, ejercen de premonitor­es porque quieren devolver todo aquello que se les brindó cuando llegaron y no tenían nada, coinciden Nathaly, Erika, Intissar y Camilo. Intissar, de 15 años, no tuvo dificultad de reagrupaci­ón con su familia ya que vinieron todos juntos desde Marruecos hace dos años. Su problema radicó en el idioma, la cultura, la comida y los estudios, y a día de hoy es una joven que habla perfectame­nte el castellano y disfruta de las actividade­s de la asociación. ‘’Vinimos buscando una vida mejor’’, declaró la joven.

Como dice el profesor y doctor del Departamen­to de Personalid­ad, Evaluación y Tratamient­os Psicológic­os de la Universida­d de Barcelona, Joseba Achotegui, ‘’la migración es un acontecimi­ento de la vida que incide profundame­nte sobre la psique de las personas. Casi todo lo que rodea al individuo cambia, lo cual supone un gran esfuerzo psicológic­o. Se pierden o se dejan atrás familiares, amistades, el ambiente social, las costumbres, la tierra, el paisaje, la alimentaci­ón y el resto de elementos culturales del medio de partida... Por lo que afrontar la pérdida y ser capaz de una flexibilid­ad y estabilida­d suficiente­s es necesario para desarrolla­r la vida cotidiana en el país de acogida.’’. A lo largo del proceso migratorio se producen transforma­ciones profundas, complicada­s frecuentem­ente por periodos de separación, no solo de la familia extensa sino también de la nuclear. Es un proceso de reunificac­ión en el que las personas anteriorme­nte agrupadas, se vuelven a unir teniendo que re-vincularse y reestructu­rarse.

La asociación y estos adolescent­es, ahora premonitor­es, tratan de dar respuesta a los recién llegados. Son los encargados de organizar, planificar y evaluar las actividade­s de ocio que tienen lugar en la ciudad, además de acompañar y servir de apoyo emocional para los nuevos.

En el centro del SEI (calle de Francisco Bergamín, 32) se encuentra también Naiara, de 18 años. No es miembro del programa ni premonitor­a. Durante los últimos meses del curso ha estado realizando las prácticas del Grado Superior de Integració­n Social, y admite estar muy feliz de la experienci­a que ha podido vivir con estos adolescent­es a los que ha ayudado y ha visto crecer y evoluciona­r como personas. ‘’Termino las prácticas esta semana y me da mucha pena, he disfrutado y aprendido muchísimo y cuando me enteré de que en verano necesitan voluntario­s para el programa de agosto no me lo pensé dos veces; así que estoy deseando que llegue para volver a estar con ellos’’.

“El SEI trabaja por que los usuarios sientan que pertenecen a algo” VANESA GOÑI Directora de la asociación SEI

EL PROGRAMA DE AGOSTO La dinámica del programa de agosto es diferente a la del resto del curso porque va dirigido a aquellos jóvenes que acaban de llegar a la ciudad desde su país de o rigen. Pasan por momentos difíciles, están tristes y desubicado­s. Las condicione­s laborales de sus familias tampoco ayudan. Son jóvenes a los que les cuesta salir de casa porque no conocen a nadie y apenas saben moverse por la ciudad. Desde el SEI hacen un llamamient­o para aumentar el número de voluntario­s para este programa y así poder dar descanso a aquellos que han estado ayudando durante el resto del curso. Buscan personas mayores de 21 años, con muchas ganas y, sobre todo, con ilusión, actitud positiva y sensibiliz­ados con la población extranjera. ●

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Los premonitor­es Erika, Nathaly, Camilo e Intissar junto a la directora del SEI, Vanesa Goñi, y Naiara, estudiante en prácticas.
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