Diario de Noticias (Spain)

DISCO CLUB 29, LA MÚSICA LIBERTARIA DE PAMPLONA

En diciembre de 1967 abrió sus puertas, en el número 29 de la calle Navarrería, el local que marcaría un punto de inflexión no solo en la vida social de la vieja Iruña sino en su caminar cultural, abriendo puertas a un mar de músicas ‘nuevas’.

- Un reportaje de Fernando F. Garayoa Fotografía Javier Bergasa

El Disco Club 29 abrió sus puertas en diciembre de 1967, con Javier Osés y Fernando Sáez al frente. Un local que se convirtió, a las primeras de cambio, en referente de una modernidad casi utópica y transgreso­ra en un ciudad anquilosad­a y gris. Un disco club sito en la calle Navarrería, 29 que fue como una ventana de libertad. Un aire fresco que vino de la mano del incipiente rock que se facturaba, principalm­ente, en Inglaterra, que aquí se escuchaba gracias a las radios piratas inglesas y que Javier Osés trasladó a los platos del 29 a través de los viajes a Londres y Biarritz que realizaba para comprar discos. ¿Que les llevó a tomar tamaña iniciativa? “El aburrimien­to. No había manera de ligar. Y, por otra parte, gracias a la proximidad con Francia teníamos un notable conocimien­to musical. Por ejemplo, escuchábam­os a Johnny Hallyday, Brassens, Charles Aznavour, Jacques Brel, France Gall, Edith Piaff... Y con toda esa historia ya te habías despegado de toda lo que se oía aquí, que todavía estaba anclado en el Dúo Dinámico, por ejemplo. Así, teniendo esas referencia­s, nos interesamo­s rápidament­e por la música que se estaba creando en Inglaterra, principalm­ente, aunque también de Estados Unidos”, explica Javier Osés.

Estamos hablando de dos chavales que apenas contaban con 22 años, ambos delineante­s, que decidieron invertir su tiempo, y dinero, en darle otra cara a una ciudad que estaba sumergida en el franquismo, en la iglesia y en las normas de convivenci­a que ambas implicaban. “Hay que tener en cuenta que aquella era una Pamplona en blanco y negro, muy triste, de sabañones y tremendame­nte aburrida”, explica Osés. “A mí me gustaba mucho la música y eso me llevó a comentarle la idea de montar el Disco Club 29 a José Luis Turrillas, pero me dijo que no. Así que se lo comenté a Fernando, que era mi compañero de trabajo...”. Y se lanzaron a ello, intentando darle la vuelta a una Iruña “en la que todavía ni se habían inventado los PTV, pero que era un lugar muy cerrado”. Y, ¿qué sucede cuando intentas introducir una tendencia nueva en un sitio así? “Pues que estaba absolutame­nte mal visto, incomodaba... No olvidemos que estábamos en una dictadura, eran los años de los tecnócrata­s, aquellos que pusieron los del Opus... Pero Pamplona seguía muy encerrada en sí misma, aunque ahora, en estos últimos años, parezca que igual es un poco menos, pero todavía se sigue pensando que con el San Fermín famoso tenemos las mejores fiestas del mundo”, recalca Osés. UNA AVENTURA CON ZANCADILLA­S Pero, como ya se podrán imaginar, no todo fue fácil a la hora de plasmar esa aventura de montar un disco club. “Hasta el padre de Fernando intentó que no abriéramos el local, y para eso llegó a hablar incluso con el Gobernador civil. Simplement­e porque les incomodaba, les molestaba mucho”, recalca Osés, apuntalado por José Luis Turrillas: “En Pamplona solo había bailongos, con Karina, el citado Dúo Dinámico, Raphael... Pero nosotros sabíamos que existían otras cosas fuera, diferentes, que es el estilo que se le dio al Disco Club. Intentaron, a través de la música, modernizar un poco la ciudad. Lo que sucede es que lo desconocid­o siempre da miedo... tanto miedo que hasta venían padres al local para ver qué hacían sus hijas. Y no solo los padres, un canónigo, Chocarro, se plantaba, casi cada tarde, delante del 29 a rezar el Padre Nuestro, a lanzarnos improperio­s y a exorcizarn­os. Y aquí es que ni siquiera habíamos visto las drogas, aunque se dijera que las metíamos en las coca colas. O que en los bajos del local teníamos las camas –rememora Fernando–, hasta el punto de que yo cogí a una chavala que entró gritando y le llevé abajo para enseñarle que allí solo estaba el almacén con las cajas de bebidas... Incluso salieron artículos en la prensa en nuestra contra”. “Teníamos muy claro que esto estaba muerto. Y las cosas no hay que ofrecerlas cuando te las piden, sino cuando tú ves que existen necesidade­s. Teniendo en cuenta esto, era ir a caballo ganador”, explica Osés.

Tras sortear las zancadilla­s, la pasión y la ilusión se abrió paso a bocados. “Nos lo pasábamos como Dios, sí, pero yo salía de trabajar, venía al 29, ponía música, tomaba mis chupitos, me iba a cenar, dormía cinco horas y al día siguiente estaba trabajando de nuevo a las ocho de la mañana como un señor. Nos salían bien las cuentas y eso nos llevó a manejar dinero divirtiénd­onos y haciendo que la gente se divirtiera”, rememora Javier Osés.

“Eso que dio lugar al famoso Mayo del 68 no solo existía en París, lo había en todas partes: en Pamplona, en Tudela, en Donosti... La gente quería cambiar”, relata Fernando. Y en Iruña esa necesidad supuraba a borbotones entre algunos jóvenes. “Era una necesidad brutal. Por aquí no pasaban más que las señoras que iban a rezar el Rosario, y la gente lo que quería era cambios de costumbres sociales, dejar de ir a la iglesia, poder ligar o simplement­e ir con la chavala que te gustaba...”, incide de nuevo Fernando, recordando una anécdota demoledora: “Pasaban dos mujeres que venían del Rosario y estaba yo en la

puerta del local, cuando una le dijo a la otra: ‘Mira, ¡están desnudos! ¡Están desnudos!’ Y la otra le decía: ‘Sí, sí, sí’. A partir de ese momento yo ya me creí todo (risas). Donde estaban en pelotas era en Woodstock, pero salían de la iglesia hipnotizad­as y podían ver cualquier cosa que no ocurriera...”, apostilla Osés.

MEZCLA SOCIAL Además de la música, Javier Osés no duda en apuntar como otra de las importante­s claves del éxito del Disco Club 29 “que fue un ejemplo de mezcla de clases sociales. Lo mismo venía gente de la universida­d que un albañil, con varios ambientes en el mismo sitio, pero todos con inquietude­s. De la misma manera que pintores como Zumeta, Salaberri, Morrás o mi hermano también se juntaba aquí, incluso llegamos a hacer alguna exposición. Había gente que solo iba a ligar, otros a bailar, otros, si había fútbol, no iban... Por ejemplo, el día que mataron a Txabi Etxebarrie­ta había un corrillo de gente hablando, pero el resto no sabían ni quién era. Lo bueno era que todos coincidían en el mismo local a echar potes, y todos con un mismo denominado­r

JAVIER OSÉS

común: las ganas de cambio”. Un cambio que se fue produciend­o día a día, ya que el Disco Club 29 abría a diario, de lunes a domingo, “de tardeo entre semana, abriendo hacia las 19.30, y luego ya los sábados se alargaba más de noche”.

LA MÚSICA “Como base teníamos una tiendica que había en Biarritz, que importaban desde Inglaterra. Aunque nosotros también hicimos varios viajes a Londres”, explican entre Fernando y Javier. “Eran auténticas novedades, porque en aquellos años había un desfase enorme desde que salían los discos en Inglaterra hasta que se editaban aquí, y en el 29 lo que la gente buscaba eran novedades. Hay que tener en cuenta que aquellos años fueron muy prolíficos y la lista de lo que se escuchaba era tremenda: Monkeys, Cat Stevens, Stevie Wonder, Kinks, las Supremes, Pink Floyd, Mamas and the Papas, Jerry Lee Lewis, Chuck Berry... Y también otro tipo de canciones con mucha raíz, como Felilah, de Tom Jones, o Baby come back, de Player, Jumpin Jack Flash, de los Rolling, With a little help from my friends, de Joe Cocker, Sitting on the dock of the bay, de Ottis Redding... También salió Jimmy Hendrix, For Tops, Status Quo, Rod Stewart, Fleetwood Mac, Johnny Cash...”. Una colección de canciones y grupos histórica, que sin duda sentó las bases de mucho de lo que ha venido después, y que también tuvo su reflejo en los grupos que nacieron aquí, como Los Condes, que se convirtier­on en la banda residente del local durante el primer año de vida del mismo. “Estaban empadronad­os (risas)”, apunta Javier, a la par que recuerda que, en el año 68, “el del Lala-la, actuó Serrat en Pamplona, y estaba acojonado por la reacción de la gente, pero nos vio a nosotros, que éramos todo lo contrario, y acabamos tomando unas copas”.

EL FINAL... “El Disco Club 29 nació sin pedigrí, en una época de miedo, sin estar santificad­o; cuando abrimos nosotros estaba el Katachú, pero era otro tipo de gente, con bailes agarrados...”, incide de nuevo Osés, para dejar claro que el local “no en Pamplona, sino en España, fue una auténtica innovación y significó un cambio”, matiza Fernando. Un aventura que, aunque el local siguió abierto, con otro espíritu, para Javier y Fernando terminó en el 70. ●

“Disco Club 29 fue una auténtica innovación, no solo en Pamplona sino en España”

Creador e impulsor del Disco Club 29

 ??  ?? Habituales del local de Navarrería inaugurado en 1967.
Habituales del local de Navarrería inaugurado en 1967.
 ??  ?? Fernando Sáez y Javier Osés, a las puertas de lo que era el Disco Club 29.
Fernando Sáez y Javier Osés, a las puertas de lo que era el Disco Club 29.
 ?? Foto: cedida ?? Primer concierto en el Disco Club 29, en 1968, con Los Condes.
Foto: cedida Primer concierto en el Disco Club 29, en 1968, con Los Condes.

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