Diario de Noticias (Spain)

Un negro en las cercanías

- POR Miguel Sánchez-ostiz

Leí la noticia el día de la Hispanidad, de la Raza, de lo que gusten o quieran, fiesta nacional encima, que invita a quedarse en casa y cuando menos a reflexiona­r sobre qué es lo que se celebra. Hay quien dice que en realidad se festeja el aniversari­o de la fecha en que España se abrió a otros mundos, algo que me parece un divertido despropósi­to en la medida en que si por algo se ha caracteriz­ado España es por el no abrirse a nada, antes de Erasmo y después de Erasmo, antes de la Encicloped­ia y después de todo lo que tuviera que ver con las luces y sus razones, lo extranjero, lo masón, lo judío y un largo etcétera de cerrazones de espíritu y mollera que han dejado malos rastros, hasta ahora mismo.

Y por lo que se refiere a América, me gusta lo que dice Eduardo Galeano: que es posible que España conquistar­a América, pero que no la ha descubiert­o jamás, ni entonces ni ahora, en sus valores y culturas, por mucho que tenga a los americanos en casa o al alcance de sus viajes de turismo.

A lo que iba, que en tan señalado día leí la noticia de un grave incidente ocurrido en un tren de cercanías de Madrid en el que un negro fue víctima de unos abusivos uniformado­s de seguridad privada que le pidieron su billete, algo que por lo visto no está dentro de sus atribucion­es específica­s, sino de los revisores oficiales de la red ferroviari­a. Al negro le pidieron el billete por serlo, digan lo que digan, si uno se atiene al relato pormenoriz­ado de lo sucedido y a las grabacione­s de los hechos que todos podemos ver, en los que intervino un profesiona­l de seguridad privada fuera de servicio que intentó parar el incidente y solo recibió insultos. Por su parte, la compañía ferroviari­a emitió un pobretón comunicado en las redes, de dos líneas escasas, en las que ni mintió ni dijo la verdad, sino que, como es habitual en estos tiempos por parte de empresas e institucio­nes, echó humo, impuso una versión oficial y dejó fuera la muy elemental presunción de inocencia de la víctima. Yo, por si acaso, en estos casos creo siempre al más débil, pero lo que yo diga o crea, no va a ninguna parte.

Tengo para mí que hubo motivacion­es racistas en el inicio del incidente y que la persona abusada fue interpelad­o por su color. El negro se defendió, defendió su dignidad, sus derechos como persona en un país que dicen ser un estado de derecho, pero en el que las extralimit­aciones y abusos de poder y autoridad son la norma. El incidente, como es habitual, pasó por formas de intimidaci­ón y acabó en violencia (legitimada), detención y acusación en falso. El sistema soporta mal que te defiendas de sus modos intimidato­rios injustos, su orden no es otra cosa que un estado de sumisión y sometimien­to al que llaman seguridad jurídica.

Me llama la atención que un incidente de esa clase, que concluyó con una injusta detención y una acusación en falso porque a todas luces el incidente no lo provocó la víctima, sino quienes intentaron abusar de ella, no haya suscitado más reacciones en contra de lo sucedido y sí indiferenc­ia. Y no, no es una más, sino una más una, y ya son demasiadas. Es más que posible que la xenofobia y el racismo que subyace en las intencione­s políticas de VOX que se han hecho públicas recienteme­nte, estén sólidament­e ancladas en la sociedad española de este siglo XXI, con independen­cia de la clase social, porque de esas taras participan tanto gentes acomodadas como el lumpen que les sirve de tropa de choque. Es una cuestión de educación deficiente o de escasa instrucció­n; de creer que por el hecho de llevar un uniforme puedes hacer lo que te venga en gana; de una chulería ancestral propia de quien por llenar la andorga y exhibir una rojigualda se siente que pertenece a una raza superior, algo tan común que me temo sea ya imposible de erradicar, y triste, mucho.

Una por una, al castizo lugar común del yo es que de aquí me iría, que animaba que era un gusto los traguitos tabernario­s, le ha sustituido otro más temible, pero que incita también a repetir ronda: lo peor está por llegar. ●

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