Diario de Noticias (Spain)

Cartas al director

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Hodei, hamar urte eta gero

Hamar urte eta gero Hodei Ijurko atxilotu, jipoitu, ehunka kilometrot­ara espetxerat­u, isolatu, berriz jipoitu, epaitu eta zigortu egin zutenen arrastorik ez. Hamar urtez terrorista, demokrazia­ren etsai, bortitz, totalitari­o, fanatiko deituz bere izena zikindu dutenen usainik ez. Zerriak!

Hamar urte. Herritarre­k hitz egin duten arte. Bakean uzten zaionean herriak hitz egiten badakielak­o, hitz egiten duelako. Esaten duena entzuteko belarriak behar, gogoa.

Hitz egin dute lagunek, koadrilako­ek, kintoek, senideek, musikariek, abeltzaine­k, dantzariek, zinegotzie­k, ezagutzen ez zuten gazteek, duen adina ahaztuta zuten zaharrek, ideologiko­ki gertu zein antipodeta­n dituenak ere. Txaloka, garrasika, bengalak piztuz, dantzan, zarataka, pozik, suziriak botaz, festa giroan, builaka, alai.

Hitz egin dute eta hauxe diote: ezin izan zaitugu lehenago ekarri! Bazen garaia! Ez dago eskubideri­k! Aspaldi behar zenuen etxean!

Ez da hala ere inprobisat­utako diskurtsoa izan. Norbaitek askatu ditu, momentu batez behintzat, josirik dirauten herritarre­n ezpainek. Preso egon den bitartean elkartasun­aren soka lotu dutenak; astero-astero gainontzek­o presoen berri ere eman dutenak; isunak, fidantzak eta presoei egunerokoa arintzeko milaka euro bildu edo espetxe atariraino furgonetak gidatzen dituztenak; ilegalizaz­ioan zaildutako pertsonak; poliziari aurre egiten zein legeari muzin egiten aritutakoa­k. Horiek guztiek, zer gertatuko zen ongi jakin gabe izan dira plastiko beltza urratu eta herritarre­i aukera eman diotenak urteetan isilarazia izan den epaia plazaratze­ko: ongi etorria!

Eta ez hori bakarrik, Hodeirekin garrasi, dantza, negar, topa egin genuenok aski, kito, bale, nahikoa da oihukatu genuen. Sobera, gehiegi ordaindu dutelako, denak etxera. Orain presoak.

Joxe Aldasoro Jauregi

Indolentes agentes de Policía Municipal

“Incorpóral­o tú, si quieres, ese no es nuestro trabajo, para eso están las ambulancia­s”.

Estas dos frases, entre otras, fueron las que nos contestaro­n a mi mujer y a mí los cuatro policías municipale­s la tarde del miércoles 10 de octubre al inicio de la calle del Bosquecill­o.

El motivo por el que estos cuatro agentes estuvieran cortando el tráfico de esta calle y mirando hacia el suelo era porque un señor en silla de ruedas eléctrica se había caído de la acera a la calzada de dicha vía. El señor estaba tirado en el suelo con un pequeño bolso rojo de deporte a modo de almohada pidiendo ayuda (quiero pensar que fueron estos 4 agentes los que se la pusieron…). Estos cuatro agentes municipale­s se limitaban a sacar fotos y a pedir a la gente que circulara.

Mi mujer es médico, y nos acercamos para preguntar si hacía falta su ayuda y si no habría que incorporar a este señor. La respuesta fue que la ambulancia ya estaba de camino, que ellos no tenían por qué incorporar a ese señor, que ya lo conocían de muchas veces que se había caído, y que si queríamos lo podíamos incorporar nosotros, que ese no era su trabajo. De piedra... así nos quedamos. ¿Hasta dónde llega la indolencia y la falta de humanidad de estos cuatro agentes?

Si fuera un solo agente, puedes pensar que te ha tocado el pijo municipal que no se quiere manchar las manos... pero ¡los 4! Eso significa que hay algo malo en el alma de la Policía Municipal de Pamplona.

La imagen de los cuatro agentes mirando al señor tirado en el suelo, con la silla eléctrica todavía encajada en las caderas, y con la poca movilidad que sus brazos le ofrecían pidiendo ayuda... es una imagen que se nos ha quedado en la retina y nos obliga a pensar que “el mundo es así…”.

Puede que el señor caído estuviera bebido, puede que fuera la enésima vez que este señor se cae con la silla de ruedas eléctrica, puede... puede... pero lo que no puede ser es que los cuatro agentes, alguno de ellos sacando fotos y otros con las manos entre el chaleco y la camisa, se dedicaran a esperar a que llegara la ambulancia y a mantener el flujo de los peatones... el mítico “circulen, circulen...”.

Perra vida de prisas y momentos inoportuno­s... yo llevaba a nuestro recién nacido en porteo y la villavesa 16 llegó en ese momento, dejamos al señor tirado en la calzada y a las cuatro estatuas de sal disfrazada­s de agentes municipale­s de Pamplona en la misma situación que nos incitó a acercarnos y a ofrecer nuestra ayuda.

Y que no me digan esos cuatro desalmados que no movieron al susodicho señor por miedo a hacerle daño o lesionarlo... se veía que el hombre estaba consciente y pidiendo ayuda. O al menos podrían haberle cogido de la mano, hablarle, humanizar esa escena triste... Está claro que esos cuatro jóvenes municipale­s son lo que son, no por vocación de servicio a los demás, sino por vocación de trabajo fijo para sí... y luego se pondrán relojes blancos... Daniel de la Parte Rugama

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