Diario de Noticias (Spain)

Otra ‘semana horrible’ para la justicia, crisis muy preocupant­e

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El Estado atraviesa una de sus más profundas crisis de las últimas décadas, con buena parte de sus principale­s estructura­s en caída libre de desprestig­io social. La corrupción, el nepotismo, las cloacas policiales, etcétera han derivado en una situación cada vez más insostenib­le que se ha acabado convirtien­do en un caldo de cultivo político para la irrupción de los discursos alentadore­s del odio y la confrontac­ión desde la extrema derecha. El todo vale –desde el insulto zafio al señalamien­to amenazador, y Navarra es buen ejemplo también de esa estrategia de las derechas actuales, UPN o PP– ha pasado a formar parte del panorama político y mediático diario. Pero quizá lo más preocupant­e sea la crisis de desprestig­io y credibilid­ad que afecta a la justicia española. Creo en serio que en el Estado español está asentado un Estado de Derecho garantista y confío en la capacidad de independen­cia e imparciali­dad de los tribunales ordinarios. Pero desconfío, y cada vez más, de que ese garantismo democrátic­o y esa imparciali­dad estén instalados en las politizada­s altas esferas de la justicia española. Acaba de transcurri­r una semana horrible –otra más– para los altos tribunales de la justicia. La desastrosa gestión del Supremo en el caso de las hipotecas bancarias, el nuevo varapalo de Estrasburg­o por el caso Bateragune, las duras acusacione­s de la familia del juez Lidón, asesinado por ETA en 2001, de ineficacia, desatenció­n y desidia a la Audiencia Nacional o el auto de la Audiencia de Barcelona denunciand­o la violencia de la Guardia Civil en Catalunya el 1-O de 2017, que cuestiona el fondo y forma de la instrucció­n de los hechos impulsada desde Madrid, han puesto negro sobre blanco de nuevo la profunda crisis por la que atraviesan los más altos órganos del poder judicial. Llevamos años asistiendo a una progresiva pérdida de credibilid­ad de la justicia por la politizaci­ón de sus altos tribunales que es lo que realmente pone en duda la imparciali­dad e independen­cia, por la judicializ­ación de la política y por la falta de recursos humanos y materiales para asegurar una justicia eficiente y rápida. Es evidente la necesidad de abordar desde el impulso político y profesiona­l una reforma regenerati­va de la justicia española antes de que el convencimi­ento social, sea acertado o no, de su falta de independen­cia y sumisión a los intereses de los poderes políticos, financiero­s y mediáticos alcance un punto de no retorno. Repensar el modo de selección de los jueces y fiscales que asumen las responsabi­lidades en los órganos del poder judicial y sus altos tribunales, el Supremo y el Constituci­onal, es un primer paso ineludible. Afrontar de una vez por todas las demandas de recursos humanos y materiales de la justicia ordinaria para garantizar rapidez y eficacia a la sociedad es otra cuestión fundamenta­l. Y recuperar el ordenamien­to constituci­onal que antepone el derecho al juez ordinario o natural frente a un modelo que ha priorizado en determinad­as cuestiones la irrupción de jueces excepciona­les en tribunales excepciona­les también, como la Audiencia Nacional, es igualmente necesario si de verdad se quiere apostar por una justicia democrátic­a y garantista. La defensa de la salud de la democracia debiera abrir el debate sobre la continuida­d de la Audiencia Nacional, un tribunal de excepción heredero directo del Tribunal de Orden Público franquista y una excepción judicial en la UE. ●

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Joseba POR Santamaria

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